ENTREVISTA CON UNA ACTIVISTA DE DERECHOS HUMANOS CONGOLEÑA

Caddy Adzuba: "Los que planifican la guerra violan a las mujeres y así ahorran munición"

La periodista del Congo denuncia la violencia sexual como arma de guerra y el comercio ilegal del coltán que alimenta el conflicto en su país

Caddy Adzuba, en Barcelona, el jueves.

Caddy Adzuba, en Barcelona, el jueves. / periodico

MONTSERRAT RADIGALES

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Caddy Adzuba es una periodista congoleña y activista de derechos humanos que denuncia desde hace años el uso indiscriminado de la violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra, así como el comercio ilegal del coltán y la relación que tiene con el conflicto en su país, la República Democrática del Congo (RDC). Esta semana ha estado en Barcelona para participar en un foro internacional de la red Devreporter, que tiene como objetivo reflexionar sobre la cobertura periodística de la información internacional.

--Usted sostiene que la RDA no recibe el tratamiento informativo que merece. ¿Puede describir un poco la situación actual cuando se cumplen 20 años de guerra y violencia?

-- La guerra ha disminuido en intensidad y ha cambiado de forma. Antes era una guerra muy activa, lo que significa que había grupos armados que intercambiaban tiros en el campo de batalla. Ahora es una guerra pasiva, pero esto no significa que no haya muertos ni víctimas. No hay un enfrentamiento entre dos grupos armados sino que los grupos armados atacan a la población civil. La pasividad se produce por la larga duración del conflicto. Este es el resultado de 20 años de horror. Se estima que en todo este tiempo se han producido seis millones de muertos, pero creemos que son más porque sigue habiendo víctimas cada día. El Congo es un país muy grande y el conflicto no afecta a todo el país, solo al Este.

– La violencia sexual contra la mujer es habitual en el Congo, la violación se utiliza como arma de guerra. Algunas fuentes han dado cifras de 400.000 mujeres violadas…

— Es una de las peores consecuencias de la guerra en la RDC y ha estado diseñada como arma de guerra; quiero decir que los beligerantes lo han decidido como una estrategia. Las cifras hay que tomarlas con mucha precaución. Hay varias fuentes que dan cifras, pero estas cifras no reflejan la realidad. Por ejemplo, las oenegés disponen de las cifras que dan los centros sanitarios, pero no todas las mujeres violadas acuden a un centro sanitario porque no quieren que se sepa. Me acuerdo que una vez hicimos un seguimiento en un pueblo. En un mes el centro sanitario había atendido a 150 mujeres violadas, pero recorriendo e investigando en el pueblo nosotros pudimos censar a 460. Yo no me centro en las cifras; es un problema generalizado.

—Ha dicho que es una estrategia de guerra ¿Cuál es la lógica que la motiva?

—Sí, es una estrategia y ha tenido éxito. Para entenderlo hay que conocer la historia del Congo y sus costumbres. Estamos en África, en una cultura donde el hombre está por encima de la mujer y en el que la mujer se queda en casa, cuidando a los hijos, y no tiene ningún espacio; es como una ‘cosa’, que pertenece al marido. Pero en este contexto, la mujer evoluciona. A la mujer se le permite hacer las tareas del campo y el pequeño comercio. El hombre, mientras, trabaja en la oficina y domina la Administración Pública. Pero en los años 80, el país sufre una crisis económica terrible, los hombres dejan de cobrar y no pueden hacerse cargo de las necesidades de la familia y, en el Congo, la familia es toda una estructura, con quizás 12 hijos. Entonces las mujeres empiezan a organizarse entre ellas para mejorar la agricultura y aquel pequeño comercio informal, se convierten en el sostén de la familia y la comunidad y se toma conciencia de la importancia del papel de la mujer en la sociedad.

--¿Por eso las violan?

—Sí, porque quienes planifican la guerra  ven que la mujer se ha convertido cada vez más en la fuente económica de la familia y, si esto deja de funcionar, destruyes la comunidad. Así que hay que aniquilar esta fuente económica. En segundo lugar está también la mentalidad cultural congolesa y el orgullo del hombre. Un congoleño no aceptará nunca en su lecho a una mujer que se ha acostado con otro hombre, así que el hombre está también traumatizado, siente vergüenza, expulsa de casa a la mujer y ésta se va con los hijos. Pero la que pasaba más tiempo en el barrio y organizaba las actividades de toda la comunidad era la mujer, así que su marcha también destruye la comunidad. Los que han planificado la guerra han entendido que violando a las mujeres se ahorran la munición. Les sale más barato.

–¿Y qué ocurre con estas mujeres?

– Se convierten en zombis. Es como si no existieras físicamente pero sigues respirando. No hay palabras para describir el dolor de estas mujeres. Lo que ocurre es un feminicidio, un genocidio de mujeres. Desde finales de los 90 o principios del 2000 se han creado asociaciones de la sociedad civil para tratar de ayudar a las víctimas de la violencia sexual. Pero la rehabilitación es muy larga y, además, lo han perdido todo.

– Usted denuncia el vínculo entre la guerra y el tráfico ilegal del coltán, esencial en la fabricación de productos electrónicos y teléfonos móviles.

– Hay una mano invisible internacional que, por intereses económicos y por la explotación de minerales como el coltán, financia a los grupos armados en el Congo. Tanto las autoridades congoleñas como las autoridades internacionales se dejan corromper por las multinacionales. Porque los países donde se implantan las fábricas y las empresas de productos electrónicos cierran los ojos y no controlan la trazabilidad de los materiales.

– No es casualidad que haya venido a Barcelona en vísperas del Mobile World Congress. ¿Cuál es el mensaje?

– Pedir a las empresas que trabajan en la fabricación de móviles que vigilen la procedencia de toda su producción.

– Se ha entrevistado con Ada Colau [con posterioridad a esta conversación lo hizo también con Raül Romeva]. ¿Qué le ha pedido a la alcaldesa?

—Que, a través de la Fundació Mobile World Capital Barcelona, ayude a abrir puertas para que las oenegés que trabajan con el Congo tengan en el congreso un espacio de diálogo sobre la cuestión del coltán y su relación con los derechos humanos; o sea sobre la responsabilidad social de las empresas.