EL DRAMA DE LA CRISIS MIGRATORIA

Alemania finiquita la política de bienvenida y multiplica las deportaciones de extranjeros

Las agresiones de Colonia, las dudas ciudadanas y el auge de la ultraderecha fuerzan a Merkel a endurecer su discurso

Merkel, en una rueda de prensa, este martes.

Merkel, en una rueda de prensa, este martes. / AFP / TOBIAS SCHWARZ

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Refugiado fue la palabra del 2015. Alemania asumió sola casi todo el peso de la crisis migratoria. La cancillera Angela Merkel abrió las puertas del país e impulsó una ambiciosa política de acogida para responder a una emergencia que Europa había ignorado. Con tan sólo dos semanas transcurridas, 2016 apunta a que será el año en que se rompa el sueño de los refugiados. El Ejecutivo apostó con fuerza por la bienvenida pero después de acoger a 1,1 millón de personas y, tras la aparición de múltiples problemas, las nuevas medidas de Berlín señalan que la solidaridad se está agotando.

Tras meses soportando las críticas internas, la presión de los länder y de una derecha populista que sigue ganando músculo, los abusos sexuales de Nochevieja en Colonia y Hamburgo han colmado la paciencia de Merkel. El escándalo ha desencadenado el escepticismo de los alemanes y ha dado alas a las tesis de los grupos xenófobos. Berlín ha respondido endureciendo su postura para deportar más fácilmente a los refugiados que cometan crímenes. “Merkel ha defendido la figura del asilo en la Unión Europea. Su mensaje no va contra los refugiados sino que es para demostrar que también se preocupa por la seguridad de los alemanes”, apunta Gemma Pinyol, investigadora en políticas migratorias asociada a GRITIM-UPF.

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La reacción de Merkel también tiene una cara política. Su gesto puede ser visto como una concesión al ala más conservadora de su partido sin renunciar a su voluntad de acogida pero también para evitar la transferencia de votos de sus electores más derechistas hacia la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD), un partido que no deja de crecer en las encuestas. La presión y las discrepancias en el Ejecutivo alemán se han evidenciado en los últimos días. Mientras que la cancillera ha hablado de "reducir los números de refugiados", el ministro de Transporte, el democristiano Alexander Dobrindt, ha lanzado un duro mensaje al asegurar que Alemania terminará cerrando sus fronteras y que el país no puede seguir ofreciendo una "cara amistosa". 

AUMENTO DE LAS DEPORTACIONES

El secretario general de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) Peter Tauber alertó la semana pasada que tienen el “deber” de deportar con más rapidez a todas las personas a las que se deniegue el asilo a un ritmo superior al millar por día. El líder de los conservadores de Baviera (CSU), Horst Seehofer, ha vuelto a presionar a la cancillera este fin de semana pidiendo que se fije un tope de acogida.

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Las deportaciones en Alemania se han disparado en los últimos meses. Las autoridades limitan la acogida a los que huyan de países peligrosos. Todos los inmigrantes balcánicos o del este de Europa, regiones consideradas seguras, quedan directamente descartados. En 2014 se registraron 10.884 deportaciones. Hasta el noviembre de 2015 la cifra ascendió a 18.363 casos. La iniciativa de Berlín para agilizar las deportaciones hará que 2016 sea probablemente un año récord en expulsiones

A pesar de eso, Merkel deberá trabajar en otras alternativas. Como apunta el analista en conflictos internacionales Sergio Maydéu, la cancillera tiene que hacer equilibrios para no caer en el discurso de la ultraderecha, torpedear su liderazgo y hacer que Alemania sea menos atractiva para los refugiados. “El flujo migratorio no cesará, así que a Merkel solo le queda dar un golpe sobre la mesa de la UE para que se asuman los acuerdos sobre acogida”, pronostica.