PRESIDENTE DE RUSIA

Putin, el líder que no se achanta

El líder del Kremlin gusta de presumir de masculinidad y sorprende a sus interlocutores con golpes de efecto

Putin gesticula durante su tradicional conferencia de prensa de fin de año, el 17 de diciembre, en Moscú.

Putin gesticula durante su tradicional conferencia de prensa de fin de año, el 17 de diciembre, en Moscú. / periodico

MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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La secuencia quedará para los anales, teatralizando para generaciones venideras los rumbos diametralmente opuestos emprendidos por las dos principales potencias del este de Europa en este arranque del siglo XXI. El presidente ruso, Vladímir Putin, y la cancillera alemana, Angela Merkel, celebraban en el 2007 un encuentro en Sochi con el gas como principal tema de debate, después de que las primeras crisis entre Kiev Moscú ya hubieran provocado interrupciones en el suministro de un reguero de países centroeuropeos. Se habían tratado poco, no se conocían demasiado, pero sí sabían que el azar había entrecruzado sus destinos, y que el futuro en ciernes les obligaría a mantener contacto frecuente y, muy probablemente, les enfrentaría en enconadas disputas.

En un momento de la reunión, Putin pidió que dejaran entrar en la sala a ‘Koni’, un labrador negro, que de inmediato se aproximó a la cancillera y empezó a olisquearla. Merkel, estupefacta, reaccionó con pavor ante la inesperada presencia del voluminoso animal. Tal y como reconocería años después en una colección de recuerdos recogidos por 'Süddeutsche Zeitung', la dirigente alemana “no estaba ansiosa” por conocer al perro de Putin, “porque en una ocasión” le había mordido uno, algo que no dudaba que su interlocutor ruso “conocía muy bien”.

Las crónicas del momento y las imágenes de archivo recogen el embrollo de la situación: por un lado, una cancillera azorada, conteniendo la respiración, y por otro, un Putin sentado frente a ella, con las piernas abiertas, contemplando cómo su interlocutora, que había acudido a Rusia a ‘leerle la cartilla’ y a exigirle garantías en el suministro energético, perdía la compostura y se desestabilizaba.

PERSONALIDADES ANTAGÓNICAS

Aquel primerizo encuentro a orillas del mar Negro en el 2007 evidenció las personalidades antagónicas de los actuales líderes ruso y alemán, y por supuesto, las diferentes apuestas de sus respectivos países -los dos más poderosos de Europa Oriental- a la hora de proyectar su influencia. Alemania, con Merkel al frente, es firme en sus planteamientos, pero prefiere el diálogo y la integración a través de la convicción. Moscú, en cambio, cuenta con un líder que presume de masculinidad, y recurre a la intimidación frente a opositores y enemigos externos.

Que Putin no es amigo de achantarse -al menos públicamente- ante nada ni nadie lo ha dejado probado en sus 15 años como hombre fuerte ruso. Las sanciones impuestas por Occidente, dirigidas a personalidades de su entorno, han sido respondidas por el Kremlin con puntualidad y tazas de caldo añadidas, trasladando a la población local un castigo que Bruselas Washington querían limitar a la élite próxima al presidente.

VETO A LOS PRODUCTOS AGRÍCOLAS

El veto ruso a la entrada de productos agrícolas procedente de EEUU Europa ha convertido a las otrora lujosas abarroterías moscovitas en lugares de expiación anticonsumista, donde el comprador se ve obligado a adquirir productos de ínfima calidad, como fruta de cuestionable aspecto o queso fabricado con aceite de palma, a precios que no dejan de subir.

Pero en Rusia, la mentalidad es la que es, y cuando uno se topa con un obstáculo, el ciudadano de a pie -a quien no le suele gustar la confrontación- prefiere estrujarse el cerebro en discurrir fórmulas de circunvalación. Y así, cuando se detectó que el veto ruso estaba siendo burlado por productos de contrabando que entraban a través de Bielorrusia, a Vladímir Putin no le tembló la mano a la hora de estampar su firma en un decreto que ordenaba la destrucción de la comida requisada. A fin de cuentas, es su forma de trasladar los mensajes.