EL 'SULTÁN' TURCO

Erdogan, un líder con delirios de grandeza

Erdogan, durante un discurso el pasado 17 de diciembre.

Erdogan, durante un discurso el pasado 17 de diciembre. / AP / KAYHAN OZER

JAVIER TRIANA / ESTAMBUL

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Más de un metro ochenta de puro macho turco. De “hombre de verdad, como tiene que ser un hombre”, tal y como comentó a este diario, acerca del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, una votante en la cuarentena tras un mitin preelectoral encubierto, el pasado mes de mayo. Porque Erdogan (Estambul, 1954) despliega una oratoria que convence a los varones y encandila a las damas. A las damas de cabeza cubierta, a las que segrega en sus propios mítines. Algunas hasta confiesan pensar en él mientras están en la cama con sus maridos.

Su carisma tiene difícil parangón en el panorama político turco. Tampoco lo tienen su arrogancia o sus ansias de grandeza. O su incapacidad de encajar las críticas: desde que asumió la jefatura del Estado, en agosto de 2014 (entre 2003 y 2014 fue primer ministro), las peticiones de Turquía para retirar de Twitter contenido relacionado con bromas o mofas sobre el mandatario se han disparado. Así también las demandas contra quienes compartieran este tipo de contenidos, puesto que, bajo el artículo 299 del código penal turco, cualquiera que insulte al presidente del país puede enfrentarse a hasta cuatro años de cárcel.

Islamista cada vez menos moderado, el presidente turco ha encontrado en la religión una mina de votantes, pues en Turquía suelen ser las clases populares las más devotas. “Erdogan cree en Dios... pero no se fía de él”, dijo una fuente a la Embajada de EEUU en Ankara, en una cita que trascendió tras las filtraciones de WikiLeaks. Tampoco se fía de lo que le pudiera suceder, y por eso, desde este año, hace que se analice todo lo que ingiere para evitar envenenamientos. Este hecho, unido a la construcción de un palacio con mil habitaciones en Ankara, ha provocado que las referencias a él como “sultán” sean habituales.

RECORTE DE LIBERTADES

Sería injusto no mencionar que, durante los años de mandato de su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en el poder desde 2002), Turquía ha mejorado exponencialmente en materia de infraestructuras o de prestaciones médicas de la seguridad social. Pero de ser una figura para la esperanza en Turquía cuando llegó a primer ministro, de hablarse en firme de la adhesión a la Unión Europea, se ha pasado al lado opuesto del espectro: recorte de libertades de expresión y de prensa, mayor presencia policial y militar, y una polarización de la sociedad turca que Erdogan personifica en un claro mensaje de “conmigo o contra mí”. Ahora, aboga por modificar la Constitución para convertir la república parlamentaria en presidencialista, algo que, según el jefe de Estado, ya es “de facto”. La deriva autoritaria es evidente a ojos de sus críticos. Al fin y al cabo, el propio Erdogan teorizó hace años sobre que “la democracia es un tren del que uno debe bajarse cuando ha llegado a la estación deseada”.

¿Es Erdogan un dictador? A mediados de octubre, durante la visita del presidente finlandés, un periodista de la misma nacionalidad preguntó al mandatario turco lo que sigue: “He tenido la oportunidad de viajar por su hermoso país. Por desgracia, algunos ciudadanos le temen. Aseguran que usted gobierna de manera dictatorial. ¿Qué piensa usted de esto?” A lo que Erdogan respondió: “Uno debería ver claramente que no podrías hacerme ese tipo de preguntas en un país que tiene un dictador”.

BUTACAS OSTENTOSAS

Menos de una semana después, la cancillera alemana, Angela Merkel, viajó a Estambul para tratar con Erdogan la forma de frenar la entrada de refugiados en la Unión Europea. El presidente turco la recibió en unas butacas doradas, ostentosas hasta la náusea, en las que ambos reposaron posaderas y en lo que se convirtió una excusa perfecta para la mofa en el reprimido mundillo humorístico de Turquía. El semanario satírico 'Penguen' disparó a matar en portada: “¿Es usted un trono?”, preguntaba una periodista en una rueda de prensa con una de las espectaculares butacas del encuentro entre Merkel y Erdogan. “Si fuera un trono”, respondía el asiento, “no me podrías hacer esa pregunta”.