Revuelta violenta en una ciudad holandesa contra un centro para refugiados

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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La incesante llegada de refugiados a Europa durante los últimos meses ha dado alas a los grupos de ultraderecha y ha dado visibilidad a los actos de violencia xenófoba en todo el continente. Holanda no es una excepción y la pequeña localidad de Geldermalsen lo pudo comprobar. El ayuntamiento de la ciudad fue atacado durante la noche del miércoles al jueves por un grupo de hasta 2.000 manifestantes que protestaban por la intención del consistorio de abrir un centro para acoger a refugiados. Hubo dos policías heridos y el pleno fue suspendido.

Geldermalsen, situada entre Utrech y Nijmegen, es una pequeña ciudad en la que viven alrededor de 27.000 personas que se convirtió en un campo de batalla. El ayuntamiento había planteado la decisión de inaugurar un recinto para dar cabida a 1.500 personas, una decisión que no gustó a los sectores más radicales en contra de la llegada de refugiados. Mientras el consejo de la ciudad se reunía para debatir el tema, un grupo empezó a protestar frente al consistorio.

PIEDRAS Y LATAS DE CERVEZA

La retórica agresiva de los manifestantes fue más allá de las palabras y terminaron lanzando piedras, latas de cerveza, fuegos artificiales y otros objetos contra la policía de Geldermalsen, que se vio abrumada por el número de los alborotadores. A pesar de disparar como signo de advertencia, los manifestantes siguieron su marcha y unos cientos intentaron traspasar las líneas policiales agrediendo a los agentes para llegar hasta el ayuntamiento.

El miedo a que la violencia fuera a más obligó al ayuntamiento a suspender el consejo que se había reunido y a posponerlo. El edificio fue evacuado después que la policía encontrara en la fachada un petardo que no había estallado. La alcaldesa, la socialdemócrata Miranda de Vries, mostró su conmoción a través de Twitter. “No habrá más reuniones por hoy. Y luego dicen que la gente tiene miedo a los solicitantes de asilo, qué triste”, lamentó. Por su parte, el viceministro de Justicia y responsable de las políticas de migración y asilo, Klaas Dijkhoff, calificó a los agresores de “no-holandeses”.

AUGE DE LA ULTRADERECHA

Alemania no es el único país en el que la ultraderecha ha protagonizado distintos ataques a las comunidades de refugiados recién llegadas. En Holanda el número de agresiones ha sido menor, pero también lo ha sido la cifra de solicitantes de asilo. El pasado día 10 de octubre, el país naranja vivió su primer gran ataque xenófobo cuando un grupo de 20 encapuchados lanzaron huevos y fuegos artificiales en un refugio de emergencia de la ciudad de Woerden, también cerca de Utrecht, que acogía a 150 personas de Siria y Eritrea.

A pesar de que el primer ministro holandés, el conservador Mark Rutte, no dudó en lamentar los ataques y hacer un llamamiento a la calma, la llegada de refugiados al país bajo ha dado alas a la ultraderecha. El Partido por la Libertad (PVV), liderado por el controvertido Geert Wilders, se ha servido de una retórica populista y agresiva contra los recién llegados para difundir un mensaje de miedo que le proporcione un mayor protagonismo político. La estrategia le está funcionando. Desde que estalló la crisis migratoria, el PVV ha escalado en las encuestas hasta situarse como primera fuerza política en intención de voto, superando por un estrecho margen al partido en el gobierno, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD).

Wilders se hizo popular en su país por sus polémicas declaraciones sobre el Islam y sus propuestas para prohibir el Corán, el burka y las escuelas islámicas. Como otros grupos radicales en Europa, el PVV se ha centrado en un discurso que criminaliza la religión. Otro caso que, según el doctor en Historia Contemporánea Xavier Casals, demuestra que el auge de la ultraderecha no se vincula directamente a la crisis económica ni a una mayor inmigración sino a esa retórica sobre una “supuesta amenaza cultural exterior”.