Piscinas de sangre

Varios testigos relatan el infierno vivido en el Teatro El Bataclan, donde han muerto un centear de rehenes

EL PERIÓDICO
PARÍS

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Entraron al grito de «Alá es el más grande», mientras disparaban con armas automáticas. Había piscinas de sangre por todas partes. Así contó, entre sollozos, el asalto y la toma de rehenes en el teatro El Bataclan, en el distrito XI de París, un hombre que había acudido al espectáculo - de un grupo californiano conocido por su humor lascivo- con su madre. Ambos consiguieron escapar.

«Han entrado unos tipos y han disparado contra la multitud, con escopetas, creo. El concierto se ha parado. Todo el mundo se ha tirado el suelo pero continuaban disparando. Ha sido un infierno. He cogido a mi madre, nos hemos tumbado hasta que alguien ha dicho: se han ido. Hemos echado a correr y hemos escapado pero todavía se oían disparos. Al salir he tropezado con varios cuerpos. Ha sido una pesadilla», contó este testigo.

Un asalto

La policía entró finalmente en el teatro Bataclan, una de las grandes salas de espectáculo parisino situado en el Boulevard Voltaire, donde los terroristas mantenían rehenes, y constató que, al menos, había un centenar de muertos. Fuentes periodísticas informaron del asalto policial y dijeron que también había dos terroristas muertos. Durante este aslato de las fuerzas de seguridad se oyeron disparon y explosiones.

Los dramáticos acontecimientos se sucedían a velocidad de vértigo en una noche de auténtico terror y confusión, en la que muchos parisinos fueron incapaces de volver a sus casas por el bloqueo de varios barrios y con el Ejército desplegado en las calles. Cinco líneas del metro cerraron. Con el hashtag #portesouvertes, muchos parisinos ofrecían cobijo en sus casas. El Ayuntamiento hizo un llamamiento a los ciudadanos a permanecer en sus casas.

Las escenas que se sucedían en la capital francesa eran apocalípticas: ulular de sirenas, calles cortadas y mucha gente llorando. En el perímetro cerrado del hospital de San Luis, en el norte de la capital, un hombre contaba que su hermana había muerto. La madre se lanzaba a sus brazos desesperada. «No nos dejan ni pasar», gritaba.

Interminable

«Hemos oído el tiroteo, 30 segundos de ráfagas, era interminable. Pensábamos que eran fuegos artificiales», relataba Pierre Montfort, que vive cerca de la calle Bichat, donde tuvo lugar uno de los ataques. Otro vecino lo contaba así: «Cuando hemos oído los disparos, hemos tenido miedo, ¿quién nos decía que no iban a disparar hacia las ventanas?».

Florence llegó en moto un minuto después. «Era surrealista, todo el mundo estaba en el suelo. Nadie se movía en el restaurante Pequeña Camboya. La gente no entendía qué estaba pasando. Un hombre llevaba a una niña en brazos. Estaba muerta».

Las mismas escenas de guerra se repetían en la calle Charonne, más al este, con el ulular constante de los camiones de bomberos. «Esto es más grave que Charlie Hebdo»decía alguien. Un hombre explicaba haber escuchado «ráfagas» durante «dos o tres minutos». «He visto varios cuerpos en tierra ensangrentados. No sé si están muertos». «Había sangre por todas partes», confirmaba otro testigo, hablando de disparos simultáneos muy fuertes.

La gente permanecía pegada a los teléfonos. «Mi mujer está en el Bataclan. Es una catástrofe», acertaba a decir un hombre que vio como su carrera quedaba interrumpida por un cordón de seguridad. «Ha habido un tiroteo en el interior del Bataclan. Todo lo que os puedo decir es que esto es más grave que Charlie Hebdo», acertaba a decir un policía. En el Estadio de Francia, al norte de París, se disputaba el amistoso Francia-Alemania, cuando en el minuto 25 retumbaron varias explosiones. El partido prosiguió con todo el mundo confinado en el estadio, sobrevolado por los helicópteros.