El ostracismo taiwanés
La sociedad de la isla vive con frustración el aislamiento internacional de su territorio
El presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, aclaró esta semana que discutiría el aislamiento internacional con su homólogo chino, Xi Jinping. Ma pretendía aguar las críticas sobre el evidente electoralismo de la reunión porque no hay asunto que frustre más a los taiwaneses que su ostracismo global.
Taiwán es un caso único en la comunidad internacional. Tiene un gobierno soberano y una independencia de facto que no declara formalmente porque China amenaza con la respuesta armada. En ese estado de interinidad acumula décadas y sin solución a la vista. La huida a Taiwán de los nacionalistas derrotados en la guerra civil provocó que Taipei y Pekín se arrogaran la representación china.
Taiwán, cuyo nombre oficial es República China, ocupó el asiento chino en la ONU con el apoyo de Estados Unidos hasta 1971. Pero la histórica visita de Richard Nixon a Mao Zedong precipitó el relevo. Taipei se fue voluntariamente para evitar el humillante despido y rápidamente la comunidad internacional empezó el trasvase hacia China. La diplomacia de Pekín impone el principio de una sola China y el cuadro actual convierte en suicida carecer de relaciones con la segunda economía del mundo.
Glorias nacionales
La isla apenas conserva hoy en su órbita una veintena de países de peso mosca en Latinoamérica y África a cambio de jugosas inversiones a fondo perdido. Vive como una tragedia la marcha de cada país al bando chino.
Solo un puñado de organizaciones internacionales admite a Taipei, que participa en los JJOO con el nombre de China Taiwán. La antorcha no pasó por su territorio antes de los JJOO de Pekín porque no hubo acuerdo sobre si debía ser en la ruta nacional o internacional.
La invisibilidad explica que cualquier taiwanés relevante recoja el orgullo del país y sea elevado a gloria nacional. El director Ang Lee, el diseñador Jason Wu o el baloncestista Jeremy Lin son ejemplos. Sobre la paternidad del último se discutió después de que despuntara en la NBA. Taiwán y China pasaron por alto que nació en California, estudió en Harvard, solo chapurrea el mandarín y tiene pasaporte de EEUU.
Cualquier excusa sirve para subrayar la especificidad. Los taiwaneses aún recuerdan el partido de cuartos de final de un anodino campeonato asiático de baloncesto del 2003. Supuso la primera victoria de la isla sobre China en una competición final y empujó al panteón de los héroes nacionales a los jugadores.
Taiwán ha rechazado el modelo «un país, dos sistemas» aplicado en Hong Kong y los expertos creen que la anhelada asimilación china llegará al final de la dictadura.
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