China y Taiwán ya se hablan
La última foto entre líderes comunistas y nacionalistas chinos fue tomada en 1945 en Chongqing. Los rostros hieráticos de Mao Zedong y Chiang Kai Shek ya sugerían que ese intento de reconciliación apadrinado por Estados Unidos no iba bien. Poco después reanudaban la guerra civil que terminó con Chiang, sus tropas y dos millones de seguidores refugiándose en Taiwán.
La hemeroteca dispone de una nueva foto 70 años después, ahora en color y con otro lenguaje corporal. Más de un minuto sonrieron bajo los flases con las manos estrechadas Xi Jinping y Ma Ying-jeou, presidentes de China y Taiwán, conscientes de que protagonizaban un momento histórico. De la reunión no se esperaban acuerdos ni declaraciones conjuntas y apenas ha trascendido que hablaron de generalidades como las relaciones bilaterales. La puesta en escena revelaba que lo importante era la foto: un inmenso fondo amarillo (color asociado a China) y sin banderas nacionales ni otros detalles perturbadores.
El discurso de Xi mezcló poesía con épica. «No importan los vientos o lluvias que experimentemos los compatriotas de los dos lados, no importa cuánto duren las divisiones, no hay poder que nos pueda separar. Somos hermanos conectados por la carne aunque tengamos los huesos rotos, somos una familia cuya sangre es más densa que el agua», señaló en aparente referencia al Estrecho de Formosa.
Ma fue más prosaico, con apelaciones al respeto debido a los valores y estilo de vida ajenos y a los frutos que recogerán desde la conciliación. «Aunque es nuestra primera reunión, nos sentimos como viejos amigos», dijo antes de la reunión.
INFLAMADO DISCURSO SEPARATISTA
Ambas cancillerías habían anunciado la semana pasada que sus presidentes se reunirían ayer en Singapur. La cumbre había sido rechazada por Xi durante años por considerarla como un reconocimiento implícito a Taiwán. Pekín y Taipei comparten desde el Consenso de 1992 el principio de «una sola China» pero ambos se arrogan su representación. El contexto actual ha permitido la reunión. A Pekín se le acumulan los pleitos territoriales con Filipinas o Vietnam en el mar del sur de China, con Japón por las islas Senkaku/ Diaoyu y con Estados Unidos en el Pacífico, así que aceitar las relaciones con Taiwán no parece una mala idea.
Ma necesitaba un golpe de efecto cuando las encuestas apuntan la debacle del Kuomintang (KMT) en las elecciones de enero frente al Partido Democrático Progresista (PDP). El primero defiende la reunificación a largo plazo siempre que China se democratice, mientras el segundo subraya la independencia. Los esfuerzos de Ma por negarle finalidad electoralista a la reunión han sido torpedeados incluso desde su partido, que estos días pronostica tormentas en las relaciones con Pekín si son derrotados. La diplomacia china entiende como una tragedia el cambio de poder en Taipei y el regreso del inflamado discurso separatista del PDP.
LAZOS COMERCIALES
Los taiwaneses, hastiados de un Gobierno más preocupado por enervar a Pekín que en reanimar su comatosa economía, votaron en masa al KMT en el 2008. Pero el contexto actual es el opuesto, con un creciente sentimiento antichino que cristalizó el pasado año en masivas protestas estudiantiles. Muchos analistas opinan que la reunión podría provocar el efecto contrario al deseado por Ma.
Pekín considera a Taiwán como una parte inalienable de su territorio y amenaza con la respuesta militar si es necesario. La guerra parecía un escenario inminente durante los primeros años del maoísmo y pasaron décadas hasta que los familiares pudieron reencontrarse. Los últimos años del KMT no han resuelto el conflicto político pero han profundizado los lazos comerciales. En el 2008 resolvieron con vuelos directos el absurdo histórico-geográfico-económico que obligaba a los pasajeros a pasar por un tercer país para cruzar los 130 kilómetros del Estrecho de Formosa. Y dos años después se acordaron unos acuerdos económicos muy ambiciosos que retiraban los aranceles a cientos de productos.
La sintonía explica que Pekín invitara al reciente desfile militar que conmemoraba la victoria sobre Japón en la segunda guerra mundial a representantes nacionalistas desde Taiwán. Fue un gesto histórico porque la propaganda comunista, en contra de la opinión de los expertos, se arroga la autoría de la victoria.
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