VIGÉSIMO ANIVERSARIO DE UN MAGNICIDIO EN ISRAEL

«Si Yitzhak Rabin viviera...»

El centroizquierda recuerda al 'premier' israelí asesinado por un judío extremista con pesimismo respecto a la paz Muchos creen que si no lo hubieran matado ya existiría el Estado palestino

Rabin (izquierda) y Arafat se dan la mano ante el presidente de EEUU Bill Clinton, el 13 de septiembre de 1993.

Rabin (izquierda) y Arafat se dan la mano ante el presidente de EEUU Bill Clinton, el 13 de septiembre de 1993.

ANA ALBA / JERUSALÉN

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Decenas de miles de israelís se congregaron el sábado pasado en la plaza Rabin de Tel Aviv, donde el 4 de noviembre de 1995, el judío de extrema derecha Yigal Amir asesinó al primer ministro laborista Yitzhak Rabin. La plaza se llama Rabin en homenaje al político que firmó los Acuerdos de Oslo (1993) con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). El pacto le costó la vida. Su asesino lo rechazaba.

La concentración fue la mayor que los israelís de centro-izquierda han celebrado en mucho tiempo. «La gente siente nostalgia por algo que podía haber existido pero no existió porque nadie quiso luchar por ello», asegura Sergio Yahni, periodista y codirector del Centro de Información Alternativa (AIC). Para Yahni, los israelís están «en una crisis terrible y dicen 'si Rabin estuviera vivo...'. Pero Israel nunca tuvo intención verdadera de reconocer los derechos del pueblo palestino, ni reducir la colonización [de los territorios palestinos]».

Una parte de la izquierda niega que Rabin apoyara un Estado palestino. En los Acuerdos de Oslo no figura ese concepto, se habla de un pacto sobre un statu final a lograr en cinco años que no se consiguió.

«El Partido Laborista, entonces, no tenía como horizonte el Estado palestino y Rabin jamás tuvo el coraje de llevar adelante un proyecto de paz verdadero. Su mayor aportación fue la ocupación, la colonización, como ministro de Defensa en los 80 y primer ministro en los 90», opina Yahni.

Una encuesta publicada por el diario pro Gobierno Israel Hayom muestra que el 76% de los israelís piensan que Rabin era «un dirigente respetable» y el 55% lo añora. La mayoría considera positiva la figura del antiguo héroe de la guerra de los Seis Días, en la que Israel ocupó Gaza, Cisjordania, Jerusalén este, los Altos del Golán (Siria) y la península del Sinaí (Egipto). Y la corriente más numerosa del centroizquierda cree que Oslo murió con él.

«Desde que fue asesinado, la situación ha empeorado y quizás a corto plazo ya no sea posible un acuerdo de dos estados», afirma la abogada Gaby Lasky, del partido de izquierdas Meretz.

«Nos faltan líderes responsables y valientes. Netanyahu no lo es en lo referido a los acuerdos de paz y lleva el país al barranco. Ha dejado que la extrema derecha sea la corriente principal del Gobierno, incita contra los árabes y la izquierda, dice que los palestinos son peores que los nazis. Fomenta que sea normal considerar traidores a los que están a favor de la paz y de seguir el camino de Rabin», subraya Lasky.

«Vimos el camino que pensaba continuar Rabin y por eso lo mataron. Con tres tiros, el asesino cambió el curso de la historia», asegura la abogada. Lo mismo piensa el profesor de la Universidad Hebrea Moshe Amirav, exmiembro del Likud y asesor del exprimer ministro Ehud Barak en las negociaciones de Camp David del 2000.

Ministros «valientes»

«Tuvimos tres primeros ministros valientes: David Ben Gurion, Menachem Begin y Rabin, que trajo la paz con Jordania, inició el diálogo con los palestinos en un acuerdo encaminado a darles un Estado en la tierra de Israel. Abrió la puerta a [el líder palestino] Yaser Arafat, al que odiaba, y estuvo a punto de conseguir la paz con Siria. No era visionario sino práctico y estaba dispuesto a pagar el precio», comenta Amirav.

Con Rabin negoció en Oslo el actual secretario general de la OLP, Saeb Erekat, que lo describe como «un socio para una solución». «Luchó contra los palestinos toda su vida, nos expulsó, nos rompió los huesos, pero se dio cuenta de que, a pesar de toda la brutalidad, no nos iríamos a ningún sitio, de que no había futuro para Israel sin futuro para Palestina. Pensaba en Israel de aquí a 300 años, no como los líderes cortos de miras de hoy», recalca Erekat.

«Se volvió un hombre de paz, comprometido con el fin de la ocupación. Su asesinato mató a su campo, los laboristas se acercaron al Likud [líder de la derecha]. Ahora es difícil encontrar un 'campo de la paz' en Israel. Estoy convencido de que si hubiera dependido de Rabin, hoy tendríamos dos estados soberanos viviendo uno junto al otro en paz y seguridad», sentencia.