El viaje de la geoestrategia religiosa del Papa

Francisco llega a Cuba tras una decisiva mediación en su acercamiento con EEUU

Dos ciudadanos cubanos dan la bienvenida a Francisco, ayer enLa Habana.

Dos ciudadanos cubanos dan la bienvenida a Francisco, ayer enLa Habana.

ROSSEND DOMÈNECH / ROMA

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Después de haber visitado a simpapeles en Lampedusa, a coreanos en un país dividido, católicos en auge en la lejana Filipinas, católicos oprimidos entre cingaleses y tamiles en conflicto del sur de India y los tres países más pobres de América Latina (Bolivia, Paraguay e Uruguay), el papa Francisco llegó ayer a Cuba y la semana próxima volará al imperio norteamericano.

Llega a Cuba y EEUU como Papa, pero también como un líder sudamericano que pone en práctica una suerte de geoestrategia religiosa. También llegará como un líder político que carga sobre sí, y más que nadie en el planeta, las instancias de las periferias mundiales, incluidas las de los detenidos, hispanos, sin techo, madres solteras y familias irregulares.

«La garra del Pontífice en la escena internacional significa que sus acciones pastorales tendrán amplias implicaciones políticas», se lee en un documento preparatorio del viaje de Francisco, elaborado por la Administración de Barack Obama y divulgado por el diario La Stampa.

UNA ÓPTICA DISTINTA

La etapa de Cuba fue añadida tras la exitosa mediación vaticana después de 55 años de silencio, embargo y escaramuzas entre ambos países, incluida una tentativa de invasión (Bahía de los Cochinos, 1961).

«Ha sido el Señor, nosotros no hemos hecho casi nada, todo empezó por casualidad y siguió adelante por sí solo», explicó el Papa, sin que nadie le creyera. No porque mienta, sino porque el Señor adoptó las semblanzas de una carta del Papa a Raúl Castro y Barak Obama, de un secretario de Estado que viajó a Panamá, de un cardenal que de Roma fue a La Habana, de otro que discretamente se trasladó desde Cuba a la misma vivienda de los Obama y de dos delegaciones que se entrevistaron durante 18 meses en Canadá y otros lugares y que al menos dos veces se hablaron cara a cara en el mismísimo Vaticano, sin que el equipo que en la secretaría de Estado seguía los expedientes de ambos países se enterase.

Francisco viaja por el mundo ofreciendo una óptica distinta frente al caos mundial introducido por la globalización, que ha sustraído la economía a la política y zarandea los Estados con unas crisis que amplían las desigualdades. Lo dirá «con mucha fuerza» en la ONU, según adelantó su amigo y cardenal de Honduras, Óscar Maradiaga.

«Esta economía mata», repite Francisco. Los cubanos asienten («de seguir así volveré a la iglesia», dijo Raúl Castro, exalumno de jesuitas como Bergoglio) y rechistan los republicanos de EEUU («es un marxita», «comunista», «tercermundista») junto con una parte de la jerarquía católica anglosajona. «He oído algunas críticas, pero dado que no he dialogado con quien me critica no puedo responder, por eso ahora debo estudiar las carpetas de Cuba y de EEUU», dijo meses atrás Francisco.

FIN DEL BLOQUEO

Hay que «escuchar y dialogar», explica el Papa, cuyos diplomáticos han mediado o median discretamente en Siria, Palestina, Libia, Venezuela y Bolivia. Hasta las FARC colombianas le pidieron audiencia en La Habana y nadie ha negado un posible encuentro en alguna salita de la ONU entre Francisco y Xi Jinping, presidente de China, país que no reconoce al Vaticano.

La mediación vaticana entre Cuba y Washington no acaba con la respectiva reapertura de embajadas, sino que prosigue para terminar con el embargo comercial (1962) y la prisión de Guantánamo. Cuando en el Vaticano Francisco pidió a Obama el fin del bloqueo, el presidente respondió que lo considera «obsoleto», pero que fue introducido antes de su nacimiento (1960) y depende del Congreso. Suprimirlo «no es solo un bien para el pueblo cubano, que ha sufrido mucho, sino también para su gobierno y su persona», replicó el Papa, que sacará la cuestión el día 24 cuando hable -por primera vez en la historia- ante el Congreso de EEUU.

«Habrá sido el Señor», tal vez diga el Papa en la misa que este domingo celebrará en la Plaza de la Revolución de La Habana, frente al perenne retrato de Che Guevara, y antes de ver a Fidel Castro.