claroscuros de una reparación histórica

Sefarad todavía queda lejos

Los descendientes de los judíos expulsados en 1492 critican los requisitos exigidos para acceder, a partir de octubre, a la nacionalidad española. Más que para regresar, en la numerosa comunidad sefardí de Turquía se anhelan las ventajas del pasaporte español.

La sinagoga Neve Shalom, en el centro de Estambul, contra la que un grupo islámico atentó en el 2003. Abajo, Emel Benbasat, del centro sefardí.

La sinagoga Neve Shalom, en el centro de Estambul, contra la que un grupo islámico atentó en el 2003. Abajo, Emel Benbasat, del centro sefardí.

JAVIER TRIANA

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A Karen Sarhon la ironía le persigue. «Mi hija y mi marido ya tienen la nacionalidad española. Y yo, que me paso el día aquí,

 

con el Centro de Investigación Sefardí, aún estoy esperando», comenta, a medio camino entre la molestia y la guasa, la coordinadora del Sentro de Investigasyones sovre la Kultura Sefardi de Estambul, como se llama el lugar en ladino, el idioma de los judeo-españoles expulsados por los Reyes Católicos en 1492. En aquel momento, convertirse al catolicismo o partir fueron las únicas opciones concedidas a los de su fe. Porque mientras Cristóbal Colón emprendía su viaje en busca de las Indias alrededor del Atlántico, unos cien mil judíos españoles salían de Castilla y Aragón, muchos también embarcados, en busca de un lugar en el que poder proseguir con sus vidas sin ser discriminados.

La legislación española ha abierto ahora una puerta que facilita el acceso a la nacionalidad a los descendientes de aquellos judíos que se vieron forzados a emigrar si querían continuar practicando su religión. La ley 12/2015, aprobada por el Parlamento el 24 de junio de este año, argumenta que «la España de hoy […] quiere dar un paso firme para lograr el reencuentro de la definitiva reconciliación con las comunidades sefardís».

 

«En verdad, la presencia judía en tierra ibéricas era firme y milenaria, palpable aún hoy en vestigio de verbo y de piedra», reza el Boletín Oficial del Estado del día posterior a la aprobación de la ley. «Sin embargo, y por imperativo de la historia, los judíos volvieron a emprender los caminos de la diáspora […] Palpita en todo caso el amor hacia una España consciente al fin del bagaje histórico y sentimental de los sefardís -continúa el texto del BOE-. Se antoja justo que semejante reconocimiento se nutra de los oportunos recursos jurídicos para facilitar la condición de españoles a quienes se resistieron, celosa y prodigiosamente, a dejar de serlo a pesar de las persecuciones y padecimientos que inicuamente sufrieron sus antepasados».

 

Pero Emel Benbasat, asistente de Sarhon en el Sentro de Investigasyones, da una versión alternativa: «Han aprobado la ley por el dinero. Solamente por el dinero. Porque creen que los judíos tienen ahora mucho dinero y, si aceptaban la nacionalidad, podrían usar ese dinero para comercios [en España]». Para ella, se trata de una jugada para atraer capital a un país en crisis. ¿No cree que tiene un componente de justicia histórica? Emel responde con un tajante «No. No creo que no haya antisemitismo en España ahora».

 

Según el propagandístico museo sefardí en Estambul, esta comunidad halló en el imperio otomano una hospitalidad asombrosa. Ahora estudian en turco, para muchos el turco es su lengua materna y lo es también su pasaporte. Quizá en el pasado no existiera un sentimiento así en estas tierras, pero el antisemitismo del lugar lo indican en estos momentos el hecho de que el Sentro no tenga cartel que lo anuncie por ninguna parte, que realicen un minucioso registro a la entrada del edificio y que el acceso al piso donde se encuentra tenga una puerta metálica en mitad de la escalera. Las amenazas, cuenta Karen Sarhon, son diarias.

Dos exámenes

En cualquier caso, la oferta de la nacionalidad no seduce a muchos, como la propia Emel. Cierto que con la nueva ley ya no hace falta renunciar a la nacionalidad anterior o acreditar residencia en España durante al menos dos años, pero las trabas siguen siendo demasiadas, a ojos de este colectivo. Además de aportar documentos que prueben su vinculación con España y su pertenencia a la comunidad sefardí, los aspirantes a la nacionalidad deben superar dos exámenes, que se realizan a través del Instituto Cervantes de su zona de residencia. En el último número del suplemento mensual El Amaneser (el único escrito en ladino en el mundo y que se edita en las oficinas que el Sentro de Investigasyones comparte con el semanario Shalom) se trata de explicar a los suscriptores de todo el mundo en qué consiste el proceso: «Hay dos exámenes, uno de 'Conocimientos Constitucionales y Socioculturales de España' [sobre política, geografía y cultura] y el segundo, de nivel de conocimiento del idioma A2 [básico]», indica el director del Instituto Cervantes de Estambul y uno de los mayores expertos en la cultura sefardí-otomana, Pablo Martín Asuero, en la contraportada de El Amaneser.

 

Según las estimaciones de Martín Asuero, un sefardí que parte de cero en el idioma español deberá realizar tres cursos que sumen 180 horas lectivas para alcanzar el nivel requerido. Sin embargo, un sefardí que esté familiarizado con el ladino podría hacerse con los básicos del español en unas 80 horas. Esta lengua es español del siglo XV, con algunas variaciones y préstamos de los idiomas de los países de acogida, y la gramática y la ortografía difieren mucho del español moderno. La primera gramática de la lengua, la Gramática castellana escrita por Antonio de Nebrija, data del mismo 1492 en el que los judíos iniciaron una diáspora que conoce en Estambul su comunidad más numerosa fuera de Israel, con unos 17.000 miembros.

«La difikultad es la ortografía i las formas de léksiko i gramátika ke no koinsiden kon el judeo-espanyol», apunta, en ladino, el experto a la publicación. Es esta una pega fundamental al proceso. Otra más, su precio: dependiendo de si se conoce la lengua más o menos, el coste de los cursos puede oscilar entre el equivalente en liras turcas a 430 y 1.300 euros.

«No tenemos por qué que pasar examen ni otras cosas. Somos españoles. No es justo», se queja Emel Benbasat. «Yo puedo pasar los exámenes, pero no quiero. Creo que tiene que cambiar la ley. Porque la mayoría de la gente no la va a aceptar», anticipa Benbasat.

Platos y canciones

Para Karen Sarhon, estos exámenes desanimarán a muchos a empezar el proceso. «Imagínese a alguien de más de 70 años que quiere la nacionalidad -comenta en un castellano casi perfecto- yendo a un curso y pasando un examen en cuatro partes, con el apartado de escuchar: alguno de ellos ya no oye bien... Luego hay que leer y escribir, y hay quien no ve bien ya... Es muy difícil para los mayores. Y estoy oyendo a muchos que no van a pedir el pasaporte por estas razones».

 

En el Consulado de España en Estambul desconocen el número de solicitudes que se podrían realizar desde Turquía, ya que el procedimiento se tramitará a través de internet y comenzará el 1 de octubre. En los años anteriores a la ley sí había miles de documentos en proceso, «pero llevaba dos o tres años parado, en espera a que saliera la nueva ley», detallan desde el Consulado. Ahora habrá unos 5.000 solicitantes, según Sarhon, quien no conoce a uno solo de estos que tenga intenciones de mudarse a Sefarad, como se conoce a España en hebreo.

«No, la gente no quiere irse a España. El pasaporte lo quieren para viajar. Es muy importante, porque no hace falta visado», ríe Sarhon. «Es por razones prácticas. Para los jóvenes es muy importante. Y si alguna vez hay algún problema político o así, siempre se pueden ir a la Unión Europea -continúa-. No es por sentimientos de nostalgia. Pero es verdad que tenemos esta cultura que preservamos más de quinientos años y está desapareciendo».

 

Esta comunidad se reclama guardiana de las tradiciones españolas a través de los siglos. Entre ellas, la culinaria. Karen Sarhon sigue cocinando platos sefardís, como los chufleticos: puerros rellenos de carne, rebozados y guisados con salsa de tomate. «Prepararlo lleva mucho tiempo. ¿Quién tiene tiempo ahora para cocinar?», lamenta. No obstante, asegura que en la comunidad no quieren renunciar a estos sabores a pesar del ritmo de los tiempos: «Hay mujeres sefardís que hacen cátering con este tipo de comida. Se lo encargan y les pagan. En las fiestas hay que seguir los platos tradicionales, hay platos que tienen que servirse en la mesa. Y no muchos tienen tiempo para hacerlo».

 

La música tradicional sefardí es otro de los componentes culturales que esta turca de 57 años y orígenes españoles trata de mantener vivo. Hace más de 35 años que su grupo,  Los Pasharos Sefaradís, se dedica a recopilar viejas canciones, grabar discos y dar conciertos. «Hace 40 años, los más mayores cantaban estas canciones y nosotros las recogimos. Desde entonces, casi todos ellos han fallecido. Ahora los mayores cantan las canciones que nosotros grabamos en cedés. Y estamos preparando un nuevo disco», adelanta la mujer.

Pero, entre los jóvenes de la comunidad sefardí que se instaló en el imperio otomano, todas estas manifestaciones despiertan cada vez menos interés. Casi tan poco como la montaña burocrática que se niegan a escalar quienes sí aspiran a la nacionalidad española, pero están mayores para estas cosas. Como Anet Pase, de 55 años, quien tampoco tiene el más mínimo interés en el libreto grana. «Son muchos trámites y mucho dinero. Y total, ¿para qué? Hay gente que lleva 10 años pidiendo el pasaporte y todavía no ha obtenido nada». Karen Sarhon prefiere tomárselo a risa: «Mis papeles deben de estar por ahí esperando en el Ministerio de Justicia».