LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

Trump, la lengua viperina

El empresario ofreció su dosis habitual de provocación, incorrección política y arrogancia y repitió comentarios misóginos El magnate se queja del trato de los moderadores

Donald Trump, con su esposa, Melania.

Donald Trump, con su esposa, Melania.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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En un mundo cada vez más similar a un plató, en el que es imprescindible dominar y tener presencia en las pantallas y las redes sociales, Donald Trump juega con ventaja. Ha tenido su propio 'reality show' y lleva décadas apareciendo en los medios, y no solo por sus negocios. Desde hace tiempo es una 'celebrity' y tiene interiorizada la máxima que dice que es útil que se hable de uno, aunque sea mal, y el jueves por la noche la elevó a la enésima potencia y soltó la lengua, sin importar que fuera en un debate de donde puede salir el próximo presidente de Estados Unidos.

Durante sus 16 minutos de intervención (más que ninguno de los otros nueve aspirantes y casi el triple que algunos de ellos), Trump aseguró que «el gran problema que tiene el país es ser políticamente correcto», llamó «estúpidos» a políticos y líderes, dejó caer que el actual presidente, Barack Obama, es «incompetente» y acusó a los periodistas que cubren la campaña de ser «un grupo deshonesto». Contó también sin pudor cómo ha «usado las leyes» para reestructurar empresas al amparo de la bancarrota y se mostró «orgulloso» de haber abandonado Atlantic City haciendo caja antes de que la ciudad de los casinos de Nueva Jersey se hundiera.

Son muchos, incluyendo rivales como Marco Rubio, John Kasich y Carly Fiorina, quienes admiten que Trump ha logrado «tocar la fibra sensible» de una parte de la población insatisfecha con Washington y la política, saltándose los límites habituales de hasta dónde se puede llegar en un discurso. Dice lo que otros no se atreven a decir. Quizá sea cierto, como dijo, que si no fuera por él, los republicanos ansiosos por ganar voto hispano no estarían hablando de la inmigración ilegal. Y es cierto que hasta ahora ningún candidato de ningún partido había diseccionado lo podrido del sistema de financiación electoral como hizo él el jueves. «Yo donaba a todo el mundo -explicó-. Cuando me llamaban, daba. Cuando necesitaba algo de ellos después, les llamaba y estaban ahí para mi». Para ejemplificarlo utilizó el caso de Hillary Clinton. «Le dije que viniera a mi boda y vinoNo tenía opción porque doné a su fundación».

TRATO "INAPROPIADO"

Nadie puede cuestionar la franqueza de Trump ni el interés que ha logrado despertar por la campaña. El del jueves fue el debate más visto, con 24 millones de espectadores, ocho veces más que el primero del 2012 y más del doble que el último entre Mitt Romney y Obama. El deslenguado empresario, no obstante, ha comprobado también que no todo el mundo está dispuesto a darle un pase.

No lo estuvieron los tres presentadores de Fox, agresivos en sus preguntas a todos los candidatos pero que con él fueron a la yugular, haciendo pensar que el menosprecio de Rupert Murdoch por Trump ha calado en la televisión del australiano. El aspirante se quejó luego de haber recibido un «trato inapropiado», pero fue él quien cavó su propia tumba.

La respuesta sobre la corrección política la dio, por ejemplo, cuando Megyn Kelly, única mujer en el trio, le recordó comentarios en los que llamó «cerdas»«perras» y «desagradables animales» a algunas mujeres.

Él intentó restarle importancia, diciendo que era «en broma» y asegurando que solo se refería a Rosie O'Donnell (una actriz lesbiana con la que tuvo un sonado enfrentamiento).Y cuando Kelly le recordó que no era solo ella, Trump se dejó ver como aún más misógino. «Digo lo que digo y, honestamente, Megan, si no te gusta, lo siento. He sido muy agradable contigo, aunque podría no serlo basándome en la forma en que me estás tratando». ¿Suena presidencial?