'Blues' en Ventimiglia
Los grupos de inmigrantes acampados en la frontera entra Italia y Francia reciben a diario muestra de solidaridad y hasta tienen un himno
Ahora cuentan con un blues, We're not going back (Atrás no volvemos), escrito por un somalí de 16 años, con música de la banda Têtes de Bois, aunque siguen sitiados, en una metáfora de todas la cualidades y contradicciones de la Unión Europea. Son entre 100 y 200, nunca los mismos, que se sustituyen sin que nadie les haya organizado. De noche algunos intentan cruzar la frontera por el Paso de la muerte, antigua vía de contrabandistas, y ya no vuelven atrás, tal vez porque han conseguido zafar a los gendarmes de París, o porque se han desmembrado en el fondo de los acantilados. Otros llegan, subiendo la península y les sustituyen, citándose gracias a un tam-tam que solo oyen los desesperados.
Dos largos meses después de que decenas de inmigrantes llegase desde el sur de Italia a Ventimiglia, frontera con Francia y los gendarmes les repelieran a todos, siguen en los escollos, aunque no son los mismos. Atrás no se vuelve, adelante tampoco. Es «el presidio No Border».
Un extraño campamento multicolor de lonas, mantones y paños, el lugar, bajo un sol de justicia, es donde viven unos días los simpapeles africanos atrapados en los escollos italianos que miran hacia Menton, en Francia.
Cada día se citan los jóvenes de las oenegés, la Cruz Roja italiana y la francesa, intelectuales y curas de ambos lados, artistas, actores, creativos, políticos, curiosos y generosos que llevan comida o que cocinan encima de las piedras bañadas por el Mediterráneo, frente a unas aguas cristalinas. Sentados en las peñas se organizan debates sobre fronteras, Europa y las políticas migratorias, diálogos infinitos porque deben ser traducidos a cinco o seis idiomas.
Al principio les llamaban «los irreducibles», los que no podían traspasar el puente de san Ludovico para entrar en la Costa Azul. Ahora las innumerables pintadas y pancartas les definen como No Border (no frontera) y también los Open the way (Abrid el camino) y ciudadanos del mundo.
El alcalde de Ventimiglia ha prohibido darles de comer y los gendarmes franceses devuelven a Italia cuantos consiguen atraparlos, mientras los demás resisten en el limbo cercano al puente fronterizo de san Ludovico. Francia allí, Italia acá, indican unas flechas que para somalís, etíopes, sudaneses, ganeses o nigerianos no señalan nada. Ellos quieren llegar a Gran Bretaña o Suecia.
Mientras, se encuentran encerrados entre el mar y Europa, alimentando la «revuelta de los escollos». «Atrás no volvemos» cantan al ritmo de choques de piedras, vallas, cacerolas y bastones, que asemejan a las melodías obreras de los años 60 del siglo pasado.
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