WOLFGANG SCHÄUBLE, EL BRAZO MÁS DURO DE MERKEL

El pánzer de la austeridad

El ministro de Finanzas alemán es un hombre agrio de admirada trayectoria con un desliz corrupto

Wolfgang Schäuble quedó en silla de ruedas el 1990 después de ser víctima de un intento de asesinato.

Wolfgang Schäuble quedó en silla de ruedas el 1990 después de ser víctima de un intento de asesinato.

CARLES PLANAS BOU

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Wolfgang Schäuble es, para muchos, el rostro más severo de la austeridad. Su férrea gestión de la crisis griega le ha convertido en la bestia negra de los países del sur de Europa, pero este icónico político alemán es mucho más que un abuelo gruñón.

Schäuble nació el 18 de septiembre de 1942, cuando el imperio nazi gozaba de su máximo apogeo y la esvástica ocupaba media Europa. Hijo de un asesor financiero, tuvo claro desde niño que la economía guiaría su camino. De la mano de las juventudes cristianodemócratas, la política se convertiría en la vía para poner en práctica sus conocimientos y sus cimentadas convicciones. A sus 73 años, Schäuble es el político con más experiencia del Ejecutivo germano. Desde que llegó al Bundestag en 1972 ha ocupado un sinfín de despachos y ha trabajado en diferentes frentes, siempre con su idiosincrático estilo rudo y contundente, algo que le ha hecho ganarse muchos enemigos y también admiradores.

NO SE HABLA CON HELMUT KOHL

Con Helmut Kohl como canciller, Schäuble se convirtió en un aliado  clave y uno de sus más fieles consejeros. Su rigidez negociadora y la aspereza de su retórica le sirvieron para curtirse en la relación con la URSS. Como ministro del Interior fue uno de los arquitectos de la reunificación de Alemania, al liderar las negociaciones tras el desplome comunista. Se convirtió en uno de los políticos más queridos del país.

Un año después fue víctima de un atentado que lo marcaría para siempre. Un enfermo de esquizofrenia le disparó dos veces al salir de un acto electoral. La primera bala le destrozó la mandíbula. La segunda se alojó en su columna vertebral y le condenó a la silla de ruedas. El episodio cambió su vida pero no sus convicciones. Su popularidad se reactivó y siguió ganando peso en la vida política alemana.

Tras años en la sombra, en 1998 llegó su momento. La derrota electoral de la CDU llevó a Kohl a apartarse del mando. Schäuble tomó las riendas pero la alegría le duró poco y el 17 de febrero del 2000 dimitió tras reconocer haber aceptado 51.000 euros de un lobi armamentístico alemán. El escándalo frustró sus aspiraciones de ser canciller. Sin su carisma, la CDU volvió a hundirse en las elecciones hasta que Angela Merkel asumió el poder. Schäuble y Kohl no se hablan desde entonces.

Bajo la tutela de la dama de hierro alemana, Schäuble renació y volvió a la primera línea. Su mandato como ministro de Defensa estuvo marcado por la lucha contra el terrorismo. Schäuble demostró ser un político de la vieja escuela y fue duramente criticado por su apoyo a la guerra de Irak y a la prisión de Guantánamo, y por defender el espionaje a los ciudadanos para detectar amenazas.

No fue hasta el 2009 que Schäuble se erigió como un tótem de la política alemana al asumir la cartera de finanzas cuando la crisis económica hacía tambalear los cimientos de la UE que había ayudado a idear. Era el momento de poner en marcha su plan para reactivar la economía. Alemania impulsó con éxito la idea de que recortar el gasto público permite reducir la deuda sin frenar el crecimiento. Schäuble, uno de los padres morales del austericidio, se ha encargado desde entonces de defender con mano de hierro ese dogma. No le importa ser visto como el malo de la película, solo piensa en cumplir su misión.

Un villano para los griegos

Con el estallido de la crisis griega y la llegada de la izquierda radical al poder en Atenas, Schäuble se ha erigido como la cara más inflexible y amarga de la economía europea. La austeridad dictada por Berlín es un principio al que no piensa renunciar. Syriza representaba una amenaza a su idea de Europa y al juego de poder del viejo continente, algo que no ha tolerado. Su absoluta rigidez para no ceder a ninguna presión le han convertido en un villano para los helenos y para los que se oponen a la austeridad predicada desde Bruselas. Su imagen caricaturizada con el uniforme nazi y el bigote hitleriano se ha hecho popular en las calles y la prensa griega.

En el otro bando, Schäuble es visto con fascinación como un frío estratega que se mueve en la sombra, una bestia política curtida en mil batallas. Sentado en su silla de ruedas, ha hecho gala de un tono claro y calmado pero siempre contundente, fiel a su cosmovisión. Algo que se ha podido ver en la dura negociación con Grecia y en su tenso pulso con su némesis, el exministro de Finanzas Yanis Varoufakis. Ahora, incluso con Tsipras contra las cuerdas y una Grecia abierta a un tercer rescate que perpetúe su austeridad, Schäuble no se da por vencido e insiste en la viabilidad del Grexit, aunque eso le lleve a contradecir en público a Merkel. No es falta de autodisciplina, sino la constatación de que las convicciones y los calculados métodos de este excepcional personaje no tienen obstáculo alguno.