CONMEMORACIÓN DE UN ANIVERSARIO HISTÓRICO

Bonaparte vuelve a Waterloo

6.000 figurantes, con 120.000 espectadores, reconstruyen la batalla de Waterloo en el segundo centenario

Algunos visitantes toman fotos de la celebración, este jueves.

Algunos visitantes toman fotos de la celebración, este jueves. / periodico

ERNEST ALÓS / WATERLOO

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El 18 de junio de 1815, este jueves hace 200 años, Napoleón huía derrotado hacia París abandonando su ejército, su tesoro y su carruaje. Los prusianos (los héroes eclipsados en esta historia) perseguían a sablazos a los franceses y el duque de Wellington, agotado, escribía en un caserón del pueblo belga de Waterloo los despachos en que informaba a su Gobierno de su victoria (y empezaba ya a acarrear el agua a su molino). Este jueves un Bonaparte ha vuelto a pisar esa posada belga, rodeado de soldados con guerreras azules en posición de saludo.

Para algunos el príncipe Charles Napoléon, descendiente de Napoleón III, sigue siendo el pretendiente del trono francés (como Napoleón VII, aunque la genética parece arrojar algunas dudas al respecto y algunos bonapartistas prefieron como pretendiente a su hijo Jean-Christophe, que le acompaña posando con su mejor gesto napoleónico). Pero el príncipe Bonaparte parece que no ha acudido a cobrarse su revancha, ni siquiera aunque estos días varios miles de soldados napoleónicos bien armados recorran los campos belgas gritando ‘Vive l’empereur’. Charles Napoléon estaba presentando en el antiguo cuartel de Wellington, reconvertido en museo, Napoleon Destination, la ruta de turismo cultural a través de las ciudades con pedigrí napoleónico que el Consejo de Europa acaba de reconocer, al mismo nivel que, por ejemplo, el Camino de Santiago.

Porque de una inmensa y monumental cita se trata el segundo centenario de la batalla de Waterloo, cuando cien años después es difícil encontrar paralelismos al acto final de dos décadas de guerras napoleónicas, a diferencia de otras conmemoraciones como los aniversarios de la primera y segunda guerra mundial. Hasta el punto que el tercer contendiente en liza, el alemán, parece haber decidido perder la batalla por incomparecencia, con la República Federal Alemana no especialmente deseosa de reivindicar las glorias militares prusianas (para alegría de franceses e ingleses, que al cabo de dos siglos siguen vendiendo, y solo hace falta pasear por aquí estos días, que se trató de un vis a vis entre el emperador y el duque de Wellington, entre casacas azules y rojas).

PROMOCIÓN INTERNACIONAL

Pero la ruta que presentaba el actual jefe de la casa Bonaparte es un proyecto. Nada que ver con el despliegue organizado por la Oficina de Turismo de Bélgica (Bruselas Valonia) para promover internacionalmente los actos de celebración del segundo centenario. De momento, este fin de semana, 118.000 espectadores en las dos recreaciones de la batalla, el viernes (una ofensiva francesa) y el sábado (el ataque final británico-holandés), 6.000 figurantes uniformados marchando al paso de carga, disparando sus mosquetes y acampando en los vivacs de los dos ejércitos y, este jueves, un espectáculo de luz y sonido, ‘Inferno’. Pero no todo se acabará con las 200.000 personas que acabarán participando en los actos de este fin de semana. Los espacios memoriales del campo de batalla han experimentado un lavado de cara para convertirse en una de las atracciones de este verano.

Para completar la experiencia, en el mismo campo de batalla, bajo la colina que el rey de los Países Bajos levantó para señalar el lugar donde había caído herido su heredero, un nuevo edificio memorial, y en Genappe, una reforma del último cuartel general de Napoleón antes de la batalla.

Y en Waterloo, el museo Wellington (una reliquia entrañable, con un maniquí redactando el informe de la batalla en la misma habitación que ocupó el duque, viejos grabados, uniformes y armamento) ha incorporado la exposición ‘Napoleón / Wellington. Destinos cruzados’, con memorabilia del nivel de sombreros de ambos comandantes, sus máscaras mortuorias, uniformes, el bastón de mariscal del mismísimo Masséna y un repaso de las vidas paralelas que vivieron ambos (los dos tan políticos como militares, aunque Wellington lo disimulase), los dos con leyendas construidas a su alrededor. Un paralelismo (que Andrew Roberts explicó magistralmente en su biografía paralela del francés y el británico) a pesar de que solo se enfrentaron una vez, y del que Wellington era especialmente consciente (quizá por eso entre su larga lista de amantes incluyó a dos cantantes de ópera que también lo habían sido del corso, la Grassini Madame Georges). Quizá a Wellington, Waterloo, como victoria, aún le supo a poco.