ALARMA EN EEUU

Fuga de la pequeña Siberia

Dos peligrosos presos escapan de una cárcel de máxima seguridad y ponen a Nueva York en «situación de crisis» Nadie había logrado huir de la prisión de Clinton, inaugurada en 1865

Davis Sweat (izquierda) y Richard Matt, los dos presos fugados de la prisión Clinton, en Nueva York.

Davis Sweat (izquierda) y Richard Matt, los dos presos fugados de la prisión Clinton, en Nueva York. / msc cs

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Los sabuesos rastrean calles y caminos, los helicópteros lo intentan desde el cielo y más de 250 policías buscan en retenes en las carreteras, casa por casa, en los bosques de las montañas Adirondacks, mientras en la bolsa de recompensas se han puesto ya 100.000 dólares. La caza del hombre -o más exactamente, de dos hombres-, se libra desde el sábado en el norte del estado de Nueva York, declarado por el gobernador Andrew Cuomo en «situación de crisis» tras la fuga de la prisión de máxima seguridad Clinton de Richard Matt y David Sweat, dos peligrosos asesinos convictos.

Todo en la huida es de película, pero muy real. Como en la versión cinematográfica de La fuga de Alcatraz, Matt y Sweat construyeron unos monigotes -en su caso con sudaderas- e hicieron que los guardias no se dieran cuenta de su ausencia por la noche. Cuando llegó el recuento de las 5.30 de la mañana, no obstante, se descubrió la trampa bajo las sábanas en las dos celdas adyacentes. Entonces encontraron también perfectos rectángulos cortados en las paredes de acero por los que los fugados accedieron a las entrañas de la cárcel, donde luego hicieron otro boquete en una tubería, en la que dejaron pegado un post-it amarillo con un smiley y el mensaje: «¡Que tengan un buen día!»

Unos 120 metros después, les esperaba la tapa de una alcantarilla. Al abrirla (quizá con ayuda de alguien de fuera), Matt y Sweat ya estaban a cerca de una manzana de distancia de esa cárcel de máxima seguridad, que se conoce como «la pequeña Siberia», inaugurada en 1865 y de la que nadie había logrado antes escapar. Por delante, para ellos, la libertad, aunque sean perseguidos. Para las autoridades, un aluvión de interrogantes, algunas sospechas y, de momento, muy pocas pistas.

La perfección y precisión de los boquetes indica que, en vez de cucharas y otros cubiertos, como en Alcatraz, en Clinton se usaron herramientas de precisión. Y eso hace que se asiente la sospecha que expresó Cuomo: «Tuvieron ayuda». La lupa por ahora está puesta en contratistas que han realizado trabajos dentro de la cárcel y en empleados civiles, no en guardias de seguridad.

Los interrogatorios han empezado y el primero fue el de una trabajadora de la prisión que ha sido ya retirada de su puesto. De momento, no obstante, no hay luz sobre el paradero de los fugados. No hay cámaras que graben el exterior de la prisión. Dannemora, el pueblo donde se ubica, no es el mejor ejemplo de la extensión del Gran Hermano y como ha dicho Charles Guess, el comandante de la policía estatal al frente de la búsqueda, «pueden estar, literalmente, en cualquier sitio».  

En cualquier sitio y, además, sin herramientas para facilitar su búsqueda. No se sabe si se mueven en coche o a pie, ni si tienen tarjetas de crédito o móviles con los que podría intentarse localizarlos. Se lo decía a The New York Times Joseph Giacaloneantiguo detective y ahora profesor en el John Jay College de Justicia Criminal: «Son básicamente imposibles de seguir».

CRIMINALES PELIGROSOS

Las autoridades se están centrando también en indagar en su pasado, buscando posibles contactos y lugares importantes de su vida. Sweat, de 35 años, fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de al menos 12 disparos de un policía. Matt, de 49 años, enfrenta una pena de entre 25 años y perpetua por un asesinato de 1997, cuando secuestró y mató de una paliza a su jefe, al que descuartizó.

En el historial de Matt hay ya una fuga anterior, en 1986, aunque en ese caso fue de una cárcel de condado. Tras el asesinato de 1997 huyó a México, donde mató a otro hombre antes de ser deportado. Policías que lo han conocido lo describen como «extremadamente peligroso» y aseguran que «no tiene absolutamente ningún miedo y no responde al dolor».