CARA Y CRUZ DEL PASADO TURCO

La vergüenza del genocidio armenio

Turquía se enfrentó este viernes a su pasado, el más infame y también uno de los más gloriosos. En Ereván, capital de Armenia, se recordó el asesinato masivo de sus ciudadanos durante la primera guerra mundial, el conocido como genocidio armenio y que Turquía, heredera del Imperio Otomano, se niega a reconocer como tal. A la vez Turquía celebró con grandes fastos la victoria otomana sobre los aliados en la llamada batalla de Galípoli, en el estrecho de los Dardanelos. De ambos acontecimientos históricos se cumple ahora el centenario.

La masacre cumple su centenario sin ser aún reconocida por la Turquía de Erdogan

Tributo floral de las delegaciones asistentes a la ceremonia, este viernes.

Tributo floral de las delegaciones asistentes a la ceremonia, este viernes. / AFP / ALAIN JOCARD

JAVIER TRIANA / ESTAMBUL

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Armenia conmemoró este viernes el centenario de una de las mayores tragedias del siglo XX y la peor de las sufridas por su pueblo: las deportaciones de armenios otomanos ordenadas por el triunvirato que entonces gobernaba un imperio en decadencia inmerso en la primera guerra mundial. Estos traslados forzosos, realizados por temores a que los armenios constituyeran una quinta columna rusa para los otomanos, acabaron con la vida de alrededor de un millón de armenios y crearon una diáspora multitudinaria. Esta ha recordado la fatídica fecha desde Alemania Estados Unidos, pasando por una Turquía que sigue negando que aquellos hechos constituyeran «genocidio». De hecho, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reiteró su concepción de aquellos momentos como unos de «sufrimiento compartido».

Los presidentes de Rusia FranciaVladímir Putin François Hollande, respectivamente, acudieron a la ceremonia celebrada en el Memorial de las Víctimas de Ereván. El jefe del Estado armenio, Serge Sargsián, agradeció a las delegaciones de más de 60 países presentes en el acto su «compromiso con los valores humanos, con que nada se ha olvidado y que, cien años después, lo recordamos».

«En Turquía se han dicho palabras importantes --indicó Hollande durante su discurso--, pero se esperan algunas más, para que ese sufrimiento compartido se transforme en destino compartido». Su homólogo ruso fue más allá: «No hay ni puede haber justificación para el asesinato masivo de gente. Hoy estamos de luto junto al pueblo armenio». Los dos mandatarios contribuyeron a la formación de una enorme corona de flores con la aportación de una rosa amarilla cada uno. Sin embargo, la flor que podía verse ayer en las calles de Ereván era una morada con cinco pétalos que simboliza el recuerdo.

Morado fue también el color elegido por los presentes en los actos conmemorativos celebrados en el corazón de Turquía, con la que Armenia mantiene nulos lazos diplomáticos. En Estambul, miles de personas se congregaron en diversos actos, como ante la antigua prisión que alojó a las primeras víctimas del genocidio. «Es muy difícil expresar mis sentimientos. No tengo palabras para describir este momento», dijo a este diario Hovannes Gulchiyan, un francés de origen armenio, en las celebraciones en Estambul, adonde ha viajado por primera vez en su vida. «Mis antepasados víctimas del genocidio no tienen tumbas ante las que recordarlo», agregó, al tiempo que pidió a Turquía que reconociera el capítulo histórico como lo que él considera que fue: un genocidio.

ASESINADOS

Poco más tarde, en un cementerio armenio de Estambul, la tumba de Sevag Balikçi protagonizó otra concentración. El joven, de orígenes armenios otomanos, fue asesinado mientras prestaba el servicio militar en el este de Turquía hace ahora cuatro años. Sus padres, visiblemente emocionados, indicaron que «el genocidio armenio continúa, pero ahora no de forma masiva, sino de uno en uno», en referencia a la suerte corrida por su hijo y, entre otros, por el periodista turco-armenio Hrant Dink en enero del 2007, quien también falleció a consecuencia de los disparos descerrajados por un ultranacionalista turco.

En una aparente maniobra de contraprogramación, Turquía se volcó con el festejo también centenario de la batalla de Galípoli, una victoria sobre los aliados en la Gran Guerra. Por su parte, el presidente estadounidense, Barack Obama, optó desde Washington por un ejercicio de malabarismo lingüístico para no poner en peligro su alianza estratégica con Turquía y, en un comunicado emitido por la Casa Blanca, recordó los hechos como una «masacre», un «oscuro episodio histórico» y «una de las peores atrocidades del siglo XX». Ni rastro de genocidio.