CONSECUENCIAS DEL DESHIELO CON LA HABANA

En busca de un referente

RAMON LOBO / MADRID

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Para la izquierda europea y latinoamericana, Cuba es un icono, algo que está fuera del radar de la crítica. Sucede con Venezuela, más con Hugo Chávez que con Nicolás Maduro. La imagen de aquellos barbudos de Sierra Maestra, que tan bien fotografió el periodista español Enrique Meneses, dio la vuelta al mundo. La Revolución cubana fue el primer acto de los años 60, aunque llegara con doce meses de anticipación.

Los años 60 es la patria mítica para varias generaciones. Fue la década de las utopías, del rock y las drogas; de la lucha por los derechos civiles, Martin Luther King, la Teología de la Liberación, el Mayo francés y la Primavera de Praga. Lo imposible era posible, incluso encontrar arena de playa bajo los adoquines.

Llegaron los 60 y 80, cayó el Muro de Berlín, se desplomó la URSS y los gobiernos autoritarios de Europa del este, y la izquierda descubrió la impostura del mundo idealizado, la Yugoslavia de Tito y todas esas cosas. Lo que vivieron los checos y los húngaros, por ejemplo, no fue diferente de lo que vivimos los españoles bajo la dictadura de Franco: una insufrible falta de libertad en un sistema que no funciona. Del desplome se salvó Cuba, la última frontera.

Se acabó la guerra fría, ganó el capitalismo que se desbocó sin contrapesos ideológicos, aunque fueran ficticios. Y en esas estamos hoy: en medio de una crisis brutal que se ha llevado parte del Estado del bienestar. En lugar de refundar el sistema, de dotarle de  rostro humano, de límites, como prometió Obama, lo han refinanciado.

MUDAR AL CENTRO / La izquierda no se recuperó del hundimiento. La socialdemocracia se mudó al centro y ahí quedó atrapada, sin discurso y con recetas que no se diferencian de las liberales. La izquierda excomunista mudó el nombre pero aún anda en busca de nueva identidad. En esta hecatombe ideológica y política, a Cuba le llegaron refuerzos con los cambios en Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Muerto Nelson Mandela queda como figura global incontestable, como referente ético, el uruguayo José Mujica. Él habla de los límites del ejercicio del poder y defiende un estilo modesto de estar en la vida frente al consumo enloquecido y al boato del poder. Parece que en Europa surgen movimientos ciudadanos y en México se grita justicia en las calles y en los estadios de fútbol por los 43 de Ayotzinapa. Llegan nuevos soñadores para reemplazar a los que exhaustos que no pudieron o no supieron cumplir los suyos. Lo importante, como dijo Steve Jobs, es no dejar de soñar.