EL LADO OSCURO DE LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

EEUU descubre la brutalidad de las torturas de la CIA

ABU GHRAIB Un iraquí desnudo y esposado en los tobillos, en el 2004

ABU GHRAIB Un iraquí desnudo y esposado en los tobillos, en el 2004

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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A algunos prisioneros se les mantuvo despiertos durante una semana. A otros les dieron baños de agua helada, se les alimentó por el recto, sufrieron palizas, fueron encerrados en agujeros claustrofóbicos o soportaron más de un centenar de ahogamientos simulados. Las macabras torturas utilizadas por la CIA para interrogar a sospechosos de terrorismo en cárceles secretas durante la presidencia de George Bush salieron este martes a la luz con todo lujo de detalles en un monumental informe del Senado. El documento concluye que las tácticas fueron «más brutales» de lo que se hizo saber a la clase política, algunas de ellas «equivalieron a tortura» y raramente sirvieron para obtener información fidedigna.

El informe es producto de una investigación conducida durante cuatro años por el Comité de Inteligencia del Senado, cuyos asesores examinaron más de seis millones de cables, memorandos y documentos clasificados. Los servicios de inteligencia trataron repetidamente de torpedear su publicación, mientras surgían las divisiones en la Administración de Obama. El Departamento de Estado se opuso hasta el último momento a su publicación con el argumento de que podría dañar las relaciones con las decenas de países que cooperaron con el programa de detención e interrogatorios y provocar potencialmente represalias contra los intereses estadounidenses en el extranjero.

ENGAÑO

Por eso, antes de que se hicieran públicas 524 páginas de conclusiones -el grueso de las 6.700 del informe se mantiene clasificado- se reforzó la seguridad de las embajadas y se puso en máxima alerta a los militares desplegados en regiones como Oriente Próximo y África. Pero quien más tenía que ocular es la CIA. El informe impugna de forma demoledora el trabajo de la agencia. La acusa de engañar a la Casa Blanca y el Congreso, de fabricar pretextos para justificar su actuación o de filtrar «información incorrecta» a la prensa para contrarrestar las críticas de la opinión pública o frenar los intentos del Congreso para restringir sus actividades.

Pero sobre todo desmonta los argumentos de la Administración de Bush y la propia agencia para defender el repertorio de crímenes en nombre de la seguridad, la idea de que la información sustraída a los sospechosos «sirvió para salvar vidas» y fue clave para localizar a Bin Laden. «Las técnicas de interrogatorio reforzado no resultaron efectivas para obtener información correcta o lograr la cooperación de los sospechosos», dice el informe. Tras analizar una veintena de ejemplos niega además que esa información sirviera para «abortar» atentados.

«Esto refuerza mi posición mantenida desde hace mucho tiempo que estos métodos tan duros son incompatibles con nuestros valores como nación y no sirven a nuestros esfuerzos antiterroristas en un sentido más amplio», dijo ayer el presidente Barack Obama. Tras llegar al poder en el 2009, Obama canceló el programa de la CIA, pero su Administración se ha negado a perseguir judicialmente a los responsables o a abrir esa comisión de la verdad con la que especuló en su día. Y así seguirá porque el Departamento de Justicia dijo ayer que «no hay información nueva» que altere la decisión adoptada en el 2012 de no presentar cargos.

De hecho, de no haber sido por la valentía de Dianne Feinstein, la presidenta saliente del Comité de Inteligencia, es posible que el informe no hubiera visto si quiera la luz. Fue ella la que luchó contra la oposición de los republicanos y se resistió a las presiones de la Casa Blanca para restringir lo mínimo posible el documento desclasificado, donde no aparecen los nombres de los países cómplices con los abusos. «La historia nos juzgará por nuestro compromiso con una sociedad regida por la ley y nuestra voluntad para enfrentarnos a la horrenda verdad y decir: 'Nunca más'», dijo ayer en su comparecencia en el Senado.

La CIA, en cambio, ha tratado de restar credibilidad al documento asegurando que «solo cuenta una parte de la verdad» y tiene «demasiados defectos para que convertirse en el registro oficial del programa».