La película de Wilson

El agente blanco exonerado ofreció ante el gran jurado un relato de cuatro horas muy novelesco pero lleno de sombras

Altercados 8 Una muchedumbre asalta un coche policial en Ferguson, en la madrugada del lunes.

Altercados 8 Una muchedumbre asalta un coche policial en Ferguson, en la madrugada del lunes.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando Akira Kurosawa filmó Rashomon, el magistral puzle con cuatro versiones interesadas de un crimen, quiso darle un final esperanzador. En Ferguson no han faltado relatos sobre lo que ocurrió hace 109 días, cuando el cuerpo de Michael Brown acabó abatido por los balazos de Darren Wilson en el suelo de Canfield Drive, pero a Misuri no ha llegado el plano de nubes que se abren y dejan ver finalmente el sol. Quizá no llegue nunca.

A juzgar por la decisión del gran jurado, que el lunes decidió que no encontraba causas para imputar al agente Wilson, lo que sucedió el 9 de agosto debió parecerse a lo que el policía les contó en un testimonio de cuatro horas en septiembre. Su decisión, al menos, apunta a que ese relato --que la fiscalía no cuestionó- tuvo para ellos más credibilidad que los de otros testigos que lo desmintieron, totalmente o en parte (y que sí fueron cuestionados, y duramente).

Según el relato de Wilson, hecho público por primera vez el lunes, en aquel caluroso día de agosto vio desde su coche patrulla a dos jóvenes caminando por mitad de la carretera, que eran Michael Brown y su amigo Dorian Johnson. El policía les pidió que fueran a la acera y cuando el más grande de los chicos, Brown, le respondió agresivamente y con una vulgaridad, Wilson pensó que quizá eran los sospechosos de un robo de unos puritos en una tienda del que había oído detalles en su radio.

Ya en alerta porque la zona en que patrullaba era «área antipolicial» y de «ambiente hostil», pidió refuerzos para intentar arrestar a los sospechosos e intentó no perderles de vista. Brown le impidió bajar del coche cerrando la puerta. «Me miraba como para intimidarme. La intensa cara que tenía no era lo que esperaba de nada de esto», testificó.

Entonces empezó un enfrentamiento. Brown supuestamente empezó a pegar puñetazos al agente. «Pensé que si me daba otro en la cara podía noquearme o algo peor -dijo-. Ya me había dado dos en la cara y pensé que el tercero podía ser fatal si lo daba bien». Las fotos hechas públicas el lunes solo muestran una «contusión facial» en una mejilla.

Más disparos

Aunque a sus 18 años Brown era un joven grande (1,95 metros y 131 kilos) Wilson tampoco es pequeño (misma altura y 95 kilos). Aun así, al gran jurado le dijo que cuando intentó agarrar a Wilson se sintió «como un niño de cinco años enfrentándose al increíble Hulk».

Descartó el uso de un spray, no tenía pistola de descargas, así que agarró su arma. Brown le habría dicho que era «demasiado cobarde» para hacerlo, forcejearon y Wilson apretó el gatillo. Tras varios intentos fallidos llegó un tiro. Cristales rotos. Algo de sangre. Entonces vio a Brown. «Parecía un demonio».

Otro puñetazo, otro tiro, y el joven salió corriendo. El agente bajó del coche para perseguirlo. En un momento Brown paró y, según el testimonio de Wilson, empezó a correr de vuelta hacia él. «Su mano izquierda en un puño y la derecha bajo la camisa a la cintura».

Más disparos, algunos errados. Otros no. Supuestamente el joven, ya herido, siguió avanzando, con la mano aún en el cinturón. Entonces el agente apuntó a la cabeza y disparó. El joven cayó de cara. «La amenaza había sido detenida». Brown, que no tenía ningún arma, recibió seis o siete de las 12 balas de Wilson. Ayer dijo a la ABC que no habría hecho nada distinto, que tiene la conciencia tranquila.

Alzar las manos

Esa versión ha librado al policía de un juicio pero no es la única que oyeron los 12 miembros del gran jurado en más de 70 horas de testimonio de 60 testigos y las versiones distintas que ahora cualquiera puede consultar en internet dejan sembrada la sombra de la duda. Uno de los testigos negó que Brown alzara las manos para rendirse, el símbolo con el que miles de personas protestan desde su muerte, pero insistió en que nunca se lanzó contra el agente y sí extendió los brazos en un gesto de rendición.

A quienes dieron versiones aún más discrepantes de la de Wilson la fiscalía, literalmente, les masacró, en unos casos cuestionando sus cambios de versiones, en otros apoyándose en sus historiales delictivos. Esa dureza ha llevado a los portavoces y defensores de la familia de Brown a cuestionar si alguna vez la fiscalía pensó en representar a la víctima.

En Ferguson no sale el sol.