mando femenino en el frente

Las heroínas de Kobani

La resistencia de la ciudad kurda en territorio sirio ha dado la vuelta al mundo por su gran coraje. Más de la mitad de sus defensores son mujeres que plantan cara a las hordas yihadistas.

Narin Afrin, en el frente

Narin Afrin, en el frente

ANDRÉS MOURENZA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Son en su mayoría jóvenes, incluso adolescentes, pero «tienen una determinación absoluta» por salvar Kobani, explica a este diario el ministro de Defensa del cantón de la asediada ciudad, Ismet Sheij Hasan: «No hay ninguna diferencia entre

Cómo luchan ellas y ellos».

Según los cálculos del ministro, hay «entre un 50% y un 60% de mujeres» en las filas de la resistencia en Kobani y, además, el mando militar que dirige la defensa de la ciudad está encabezado por dos personas: un hombre, Mahmud Bharkodan, y una mujer, Meysa Abdo, que ronda los 40 años de edad. Sobre todo ella, conocida por su nombre de guerra, Narin Afrin, es muy querida por sus milicianos. «Es amable, educada, culta y siempre tiene una sonrisa en la cara, incluso en los momentos más difíciles. A la hora de tomar decisiones, siempre mantiene la calma», relata Perwer Muhammad Ali, periodista de Kobani que la conoce personalmente: «Está totalmente entregada a sus soldados, de los que se preocupa constantemente y para los que es como una madre».

 

Vendidas como esclavas

«Nunca hay un solo comandante. Las operaciones siempre se dirigen por pares», añade Hasan, poniendo como ejemplo que también en la política, tanto en Siria como en Turquía, las organizaciones kurdas funcionan con el sistema de copresidentes (un hombre y una mujer). Además, existe una cuota mínima de un 40% de mujeres en casi todos los rangos de dirección y en las listas electorales.

Las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) cuentan con 10.000 mujeres, un tercio del total de combatientes de esta milicia kurda que lucha contra el Estado Islámico (EI) dentro y fuera de Siria. También ha tenido un papel esencial en Irak, donde junto a su organización hermana kurdo-turca (el PKK), rompió el cerco que los yihadistas habían impuesto a los yazidís acorralados en el monte Sinjar. Decenas de miles de yazidís, seguidores de una religión anterior al islam y al cristianismo, pudieron así encontrar refugio y relatar al mundo que cientos de sus mujeres e hijas habían sido capturadas y vendidas como esclavas por el EI. Ahora, las YPG y el PKK están formando a miles de yazidís para recuperar la zona de Sinjar de manos islamistas. «El objetivo del EI es establecer un imperio del miedo, en el que la colorida historia de nuestra zona, llena de diferentes culturas y creencias, sea barrida por la oscuridad. Esto es una declaración de guerra para nosotras, las mujeres, que no vamos a dejar sin respuesta los ataques sufridos. Desde Rojava [el Kurdistán sirio] hasta las montañas de Sinjar y a Mahmur y Kirkuk (en el Kurdistán iraquí), las guerrillas kurdas han llegado para acabar con este reinado del terror», afirma a este diario la comandante Nesrin Sengal.

Dado que la visión ultraconservadora del islam que preconiza el EI para su nuevo califato no reserva a las mujeres otro rol que el de madres, esposas o incluso esclavas de los combatientes, es fácil imaginarse la extrañeza, e incluso el temor, que deben de sentir los yihadistas ante estas guerrilleras que, siendo muchas de ellas musulmanas sunís, les apuntan con un kalashnikov y luchan con el cabello descubierto.

Más desigualdades

«A los combatientes del EI les gusta mostrarse como chicos duros ante el mundo, pero cuando ven a una mujer con un arma, sienten tanto miedo que empiezan a temblar», aseguraba una miliciana kurda a la BBC: «A las mujeres nos consideran cosas sin importancia, pero lo cierto es que una de nuestras mujeres vale tanto como cien de sus hombres».

 

Las milicianas kurdas sostienen que, al parecer, existe la creencia entre las filas del EI de que si los mata una mujer no irán a su particular cielo de huríes y ríos de miel, y es de suponer que para un yihadista que ha hecho miles de kilómetros buscando el martirio en su particular guerra santa, mal negocio será que una guerrillera le arrebate el billete directo al Paraíso.

Pero el papel de las mujeres en la guerra contra los yihadistas está teniendo, además, otro efecto en sociedades tan conservadoras como las de Oriente Próximo. «Cuando nos unimos a la guerrilla fue nuestra familia la que nos acompañó hasta reunirnos con nuestros compañeros. Esto es algo nuevo. Normalmente no se veía con buenos ojos que las chicas nos metiésemos en estas cosas. Pero nuestra familia entendió que éste es el camino para proteger nuestro honor y nuestra tierra», relataba hace un par de meses Lalesin, una guerrillera kurda yazidí. Para la comandante Sengal, las guerrillas kurdas han sido «un importante hito en la lucha por la libertad de la mujer», y proclama: «Nuestra guerra no es solo contra el Estado Islámico, sino contra todo tipo de desigualdades».

 

«Esta es una gran resistencia, una resistencia que será descrita en los libros de Historia», sostiene el ministro de Defensa de Kobani: «Nosotros luchamos con armas ligeras contra sus tanques, bombas y disparos de armas pesadas». Y las mujeres están desempeñando un papel esencial.