¡Viva el 'Daish'! ¡Alá es grande!

La popularidad del Estado Islámico es palpable entre las poblaciones más desfavorecidas de las ciudades marroquís El EI 'ofrece' 470 euros mensuales a las familias por un reclutamiento

Barrios castigados 8 Dos mujeres en el paupérrimo suburbio de Duar Skuela, en la ciudad marroquí de Casablanca.

Barrios castigados 8 Dos mujeres en el paupérrimo suburbio de Duar Skuela, en la ciudad marroquí de Casablanca.

BEATRIZ MESA
RABAT

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El cielo del vasto barrio popular de Sidi Moumen está todavía cubierto por una mancha imborrable: la tragedia del año 2003, cuando jóvenes kamikazes se desplazaron a la Casa de España, en la ciudad de Casablanca, para quitarse la vida en nombre de Alá, y defender la causa de Al Qaeda, la organización terrorista que entonces llenaba de esperanza y sentido las almas de muchachos vulnerables. Once años después, esas mismas almas son ahora apadrinadas por una parecida estructura terrorista, directa competidora de la organización que lideraba el difunto emir, Osama Bin Laden. La organización Estado Islámico (EI)— en el mundo árabe conocida como el Daish—gana cada vez más seguidores en los países magrebís, con un discurso ideológico que «habla al corazón de estos muchachos», asegura Said, transportista y vecino de Sidi Moumen, donde se ha iniciado un importante trabajo social de rehabilitación consistente en erradicar chabolas para construir viviendas sociales. Los marroquís yihadistas en Siria e Irak ya superan los 2.500, según explica Tarik Tlat, experto en seguridad y terrorismo.

Según Said, los simpatizantes marroquís del Daish «reprueban los actos criminales cometidos en nombre de Alá», pero comulgan con la defensa de los valores musulmanes ante una nueva invasión extranjera; o la idea de proteger una nación musulmana mediante la imposición de un califato que gobierne con justicia. «Yo también comparto la idea de que nuestra identidad árabe-musulmana sufre los golpes de Occidente y, por eso, estamos de acuerdo con el principio de la defensa de nuestros hermanos», dice Said.

Sus amigos asienten con la cabeza pero el nivel de reflexión y la capacidad de argumentar son muy inferiores a los de Said, que alude a la herida de la «falta de empleo» como perfecto señuelo para los dinamizadores, que trabajan en los barrios más castigados socialmente, con el fin captar a nuevos simpatizantes en favor del EI que dirige el iraquí Abú Bakr al Bagdadi.

Vídeos y pintadas

La creciente popularidad del Estado Islámico es palpable. La semana pasada, en un liceo de la ciudad de Agadir, al sur del país, aparecieron pintadas sobre los muros del centro defendiendo las posiciones del EI. Tres jóvenes, presuntos responsables de los eslóganes, entraron en prisión, al dictado de la nueva ley antiterrorista, que prevé penas de cárcel por apoyo al yihadismo. Y todavía circula en las redes sociales un vídeo en el que se ve a cientos de seguidores del equipo de fútbol de Casablanca, Raja, gritando en mitad de la euforia futbolística «¡Viva el Daish! ¡Alá es grande!». Las imágenes han causado escozor en las autoridades marroquís, que cuentan con una brigada de información especializada en la detección de yihadistas potenciales con la intención de convertirse en combatientes de Al Bagdadi.

«¿Sabes? Esos jóvenes exaltados, apoyando el Estado Islámico, están llenos de odio por la injusticia social que achacan al colonialismo y quieren vengarse, además de convertirse en actores de su propia historia», explica a EL PERIÓDICO R.Othmane, antiguo preso político y licenciado en Derecho. «Existen muchas heridas como la de Palestina que pone fácil el trabajo a los terroristas».

Y es que el islamismo y, el siguiente escalón, el yihadismo, se nutren hoy más que nunca de las injusticias sociales o la corrupción. «¿Crees que es normal que a esta tarjeta sanitaria tengan acceso los ricos marroquís? », pregunta de forma retórica Abderrahim Alhadi, otro vecino de Sidi Moumen, mientras muestra un carné similar a la tarjeta de la seguridad social española del que se podrán beneficiar en Marruecos alrededor de ocho millones de ciudadanos en situación de vulnerabilidad.

Presos salafistas

En en el barrio de Sidi Berrnoussi, tambien en Casablanca, Abderrahmin Mojta, defensor de los derechos humanos de los presos salafistas que no hayan cometido delitos de sangre, teme de que esa creciente simpatía de los muchachos magrebís hacia el EI pueda desembocar en una futura acción: «Desgraciadamente, muchos están tentados de ingresar en el Estado Islámico por dinero. Hasta 600 dólares al mes (470 euros) perciben de los criminales, que luego envían a sus familias en Marruecos».Pero no siempre la motivación es estrictamente económica. También es fruto de una férrea convicción. Un gran amigo suyo, Brahim Benchekrum, acaba de ser enterrado en Siria. Tras aceptar un proceso de reconciliación con el sistema marroquí y alcanzar la amnistía real, fue puesto en libertad, pero inmediatamente después se arrimó, de nuevo, a las filas terroristas. «Ha dejado dos mujeres y cuatro hijos», informa Abderrahmin.

Están los que mueren convencidos de una « legítima defensa de las tierras del islam », pero también los que se marcharon en aras de hacer la guerra santa contra el dictador, Bashar el Asad, y, tras observar la desviación de la causa del Estado Islámico, con el asesinato de musulmanes y cristianos, decidieron desertar y regresar. «De estos, hay más de 200 en prisión» confirmaron fuentes próximas a los servicios de la seguridad. ,,