DIFÍCIL TRANSICIÓN EN EL PAÍS NORTEAFRICANO

Las luchas entre milicias hunden a Libia en el caos

Una columna de humo causada por el incendio en los depósitos de combustible se alza sobre Trípoli, ayer.

Una columna de humo causada por el incendio en los depósitos de combustible se alza sobre Trípoli, ayer.

BEATRIZ MESA
RABAT

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Los procesos revolucionarios en el mundo árabe han demostrado que la liberación de un régimen autoritario no se traduce necesariamente en una democracia. Libia es un claro ejemplo de ello. Tres años después de la desintegración del régimen de Muamar el Gadafi, el país está hundido en el caos y la inseguridad. Las nuevas autoridades han sido incapaces de romper con el modelo político del exdictador y han permitido la persistencia de innumerables milicias que, si bien contribuyeron a derrocar al anterior régimen, ahora luchan entre sí por el poder y los recursos energéticos.

El origen de esa situación hay que buscarlo nada más producirse el asesinato de Gadafi, en octubre del 2011. Entonces, el Gobierno de transición comenzó a conceder ayudas económicas a cada rebelde como compensación a su participación en la guerra, en lugar de exigirles la renuncia a la violencia y la entrega de las armas. Ahora, dos brigadas rivales, las que integran milicianos originarios de Zintan, en el oeste, y Misrata, en el centro, combaten desde hace dos semanas por el control del aeropuerto de Trípoli. Por el momento, esos choques han dejado un saldo de un centenar de muertos y 500 heridos. En la capital, la causa de la nueva conflagración no solo se debe al control del aeropuerto sino también al de los depósitos de carburantes. Sin embargo, el pasado sábado, el impacto de un misil contra uno de los contenedores de gasolina, provocó un enorme incendio que hasta ayer no se logró sofocar.

NUEVO PARLAMENTO / Este nuevo estallido de violencia se produce días después de conocerse los resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional libia, que dieron la victoria al bloque liberal, próximo a la brigada Zintan, que es uno de los núcleos de poder más importantes de la era post-Gadafi, mientras que la milicia de Misrata está vinculada con la ideología islamista.

Y no es la única de las luchas entre milicias. Ayer, en Bengasi, otras 30 personas murieron en mitad del fuego cruzado entre fuerzas militares libias e islamistas contra los que se emplearon cohetes y aviones de combate con el fin de arrebatarles una base militar. Finalmente, la base quedó en mano de los islamistas.

Hoy por hoy, es en milicias como estas donde reside el poder real. Es por eso que estos grupos compiten a todos los niveles; económico, político y social, frente a un Estado desintegrado. «En el país, un 10% de la población, cerca de 400.000 personas, están integradas en alguna milicia, de las que hay miles. Cada una protege los intereses de partidos políticos o candidatos independientes; están las que controlan zonas estratégicas como aeropuertos o bases petrolíferas y gasísticas o las que directamente componen las oficiales fuerzas de élite de la seguridad», describe Younes Abuyub, analista de la ONU en Trípoli. Esas milicias cobran del Estado libio, percibiendo un salario de entre 500 y 2.500 euros.

UN PAÍS FRACTURADO / «Con esa mentalidad de vivir del Estado, y sin la creación de élites políticas o un Ejército Nacional... ¿cómo piensa remontar esta nación?», continúa Abuyub. Aún peor, el país está fracturado en varias libias: la del este (Cirenaica), donde grupos de militares y milicianos dirigidos por el General Khafter han lanzado una operación contra los islamistas de Ansar el Sharia, reproduciendo así el modelo del ex mariscal Abdelfatá el Sisi de Egipto; la del sur (Fezzan), en manos de grupos tribales conectados con mafias de narcotráfico, armas y personas; o la del oeste (Tripolitania) inundada de armas y milicias.