TRAGEDIA AÉREA EN EL ESTE DE EUROPA

Ultras y nostálgicos de la URSS apoyan la rebelión en Ucrania

Un experto malasio revisa una de las cajas negras del avión.

Un experto malasio revisa una de las cajas negras del avión.

MARC MARGINEDAS

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Bajo la imponente estatua de Lenin, erigida en la plaza homónima del centro de Donetsk, Nadezhda, calzada con zapatillas de andar por casa y con la cabeza tocada con un tradicional platok (pañuelo) campesino, debate acaloradamente con Kostya e Irina, que regentan un pequeño puesto donde se reparte, gratis, la publicación Golos Naroda (La Voz del Pueblo), órgano de la autoproclamada República Popular de Donetsk. «Con la URSS teníamos estabilidad, un Ejército potente, todo el mundo podía ir de vacaciones», pregona, enojado y airado, Kostya. «El Gobierno de Kiev ha vendido Ucrania a EEUU», se altera de nuevo.

Nadezhda, Kostya e Irina son tres de los fervientes defensores con que cuenta la rebelión prorrusa en la región ucraniana de Donbass, fronteriza con Rusia. Todos ellos añoran la vida predecible de los tiempos soviéticos y el respeto que su país inspiraba en el extranjero, detestan la inflación y la reducción de salarios y pensiones que trajo la disolución de la URSS, considerando «fascistas» a quienes detentan el poder en su nuevo país, Ucrania, con el que tampoco parecen identificarse.

PERFIL IDEOLÓGICO / Habida cuenta del perfil sociológico e ideológico de la mayoría de sus simpatizantes, no es de extrañar que el liderazgo prorruso en el este de Ucrania haya desempolvado retórica, iconografía y viejos lemas de la segunda guerra mundial -en la que la Unión Soviética salió vencedora- para ganar adeptos a su causa. Eslóganes como nashe delo pravoe; pobeda budit za nami! (Nuestra causa es justa, la victoria será nuestra), con el que el ministro de Exteriores soviético de la época, Viacheslav Molotov, remachó el 22 de junio de 1941 un vibrante discurso por radio tras conocerse la invasión de las tropas de la Alemania nazi, pueden leerse por doquier en parques y edificios de Donetsk.

La periodista independiente rusa Yulia Latynina, en un artículo escrito para Novaya Gazeta en mayo y titulado Donetsk y Lugansk no es ni Ucrania ni Rusia, es 'sovok' (término de connotaciones negativas referido a la mentalidad soviética y a su correspondiente forma de organizar la sociedad), subraya este carácter nostálgico de la URSS de la rebelión prorrusa en Ucrania, a la que acusa, además, de extorsionar a la población civil y de integrar a la criminalidad en sus filas.

«Entregan fusiles a criminales de poca monta, y estos comienzan a publicar proclamas en las que se exige a los judíos 30 dólares y a los propietarios de comercios 70 dólares, y a los gitanos drogas gratis; arrestan por doquier, a derecha e izquierda...», denunció Latynina entonces tras visitar la región. En Grabovo, no lejos del lugar donde cayó el Boeing 777, una tendera denunciaba hace pocos días, sin reparos y en perfecto ruso, los excesos de milicianos: «¡Las milicias son criminales; queremos paz!».

Junto con la añoranza de los tiempos en que Ucrania formaba parte de una superpotencia mundial, el segundo pilar ideológico de la oposición prorrusa es el ultranacionalismo. El perfil de Igor Girkin, alias Strelkov (Tirador), comandante de las fuerzas paramilitares Milicia Popular de Donbass, da buena cuenta de ello. El diario Komsomolskaya Pravda definió a Strelkov en junio como un «participante activo en el movimiento de reconstrucción histórica», al tiempo que informó de su participación en la guerra de Bosnia, en la que luchó del lado serbio, y en la de Transdnistria. La organización de derechos humanos Memorial le considera responsable de la desaparición y asesinato de civiles chechenos en Jatuni, en las montañas de Chechenia, en el 2001 y el 2002.

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