CENTENARIO DEl PASO interoceánico DE PANAMÁ

El Canal se hace mayor

La gigantesca obra que cambió la navegación hace un siglo es un gran negocio para Panamá, pero necesita renovarse para asumir tanto tráfico de buques: unos 14.000 al año.

Un carguero repleto de contenedores cruza una de las esclusas.

Un carguero repleto de contenedores cruza una de las esclusas.

XAVIER MORET

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El Canal de Panamá cumplirá cien años el próximo 15 de agosto y lo celebrará por todo lo alto. No hay para menos, ya que el canal es el gran negocio de este país americano, un negocio que supone nada menos que entre siete y diez millones de dólares diarios. «Basta sentarse durante unas horas en el mirador de la compuerta de Miraflores para ver cómo van pasando los barcos, cómo van cayendo los dólares», comenta con una sonrisa Winston, un amigo panameño.

El ritual de paso es lento, pero hipnotizante: la llegada de un gran barco, las compuertas que se abren para dejarlo pasar, el agua que se iguala con el siguiente nivel, y el paso a la siguiente pantalla de un carguero con cientos de contenedores, o de un transatlántico lleno de pasajeros que se asoman a cubierta para vivir el gran momento. «El paso por los 80 kilómetros del canal dura entre 10 y 20 horas», apunta Iván Berrio, un guía veterano. «El precio depende del tamaño del barco. De promedio pagan unos 50.000 dólares por ahorrarse los 20 días que les supondría dar la vuelta por la punta sur de América, pero en el 2008 el carguero MSC Fabienne estableció el récord en 317.142 dólares; de entre los barcos de pasajeros, el récord lo tiene el Norwegian Pearl, que pagó 313.000 dólares en el 2007. El peaje más bajo data de 1928, cuando el norteamericano Richard Halliburton pagó 0,36 dólares por atravesar el canal a nado a lo largo de 10 días».

'Boom' de la construcción

Por el canal pasan cada año unos 14.000 barcos de 117 países, sobre todo de Estados Unidos, China, Japón, Chile y Corea del Sur. La mayoría son de carga, pero también pasan unos 250 cruceros al año. Cada crucerista paga 250 dólares por cruzar el canal.

Sea como sea, no hay duda de que el canal es un negocio de tal magnitud que la Ciudad de Panamá se ha convertido en los últimos años en una de las más prósperas de América Latina, con un increíble boom de la construcción y cientos de proyectos en cartera. El más importante es el de la construcción del nuevo canal, con doble capacidad del actual, que tenía que inaugurarse este año, coincidiendo con los fastos del centenario. Pero todo se retrasa hasta el 2016 por incumplimiento de la empresa española Sacyr Vallehermoso.

«En 1912, cuando se construía el Canal, nadie se imaginaba que habría barcos tan grandes como los que ahora pasan, que son de 106 pies [32,30 metros] como máximo, pero por el nuevo canal pasarán de hasta 160 pies [48,70 metros]», apunta Iván Berrío.

La idea del canal surgió, de hecho, hace varios siglos, debido a la complicación que suponía tener que navegar hasta el cabo de Hornos para pasar de un océano a otro. La estrechez del istmo centroamericano aguzaba la imaginación. En 1881, un equipo francés, a las órdenes de Ferdinand de Lesseps, empezó las obras, pero fracasó debido a problemas de ingeniería y a las muchas muertes causadas por enfermedades tropicales. En 1904, Estados Unidos se hizo cargo del proyecto, que terminó en 1914.

Todo, o casi todo, en Panamá pasa por el Canal. Antes de aterrizar en este pequeño país pueden verse los muchos barcos que esperan turno en el lado del Pacífico, pero para tener una buena vista de la costa del Pacífico, lo mejor es subir al cerro Ancón, donde durante muchos años, hasta 1999, ondeó la bandera norteamericana. «Hoy lo hace la panameña

-apunta con orgullo el guía Gilberto- pero no fue fácil, ya que el cerro pertenecía a la Zona del Canal, donde mandaban los norteamericanos. En enero de 1964 los soldados norteamericanos mataron a balazos a 21 estudiantes que pretendían ondear la bandera panameña».

Unas cuantas placas y pintadas recuerdan en el cerro, 50 años después de las muertes, a aquellos «mártires». Afortunadamente, Panamá vive hoy una situación muy distinta, ya que los acuerdos firmados en 1977 por los presidentes Omar Torrijos y Jimmy Carter fijaron el traspaso de la soberanía del canal para el 31 de diciembre de 1999. «Solo en los dos primeros años -resume Gilberto- Panamá ingresó tanto del canal como le había dado Estados Unidos, en concepto de alquiler, durante 85 años».

Desde el cerro Ancón, de 199 metros de altura, puede verse la aglomeración que rodea a la capital, con los rascacielos del distrito financiero, el Casco Antiguo y, al otro lado, la gran cicatriz del Canal de Panamá, con miles de contenedores apilados entre el Puente de las Américas y la esclusa de Miraflores. Las ruinas de Panamá Viejo, la primera capital, fundada en 1519 y destruida por el pirata Morgan en 1671, no pueden verse desde lo alto, pero son la otra referencia de esta costa del Pacífico. Al amparo del canal surgió la Panamá Canal Rail-

way Company, que transporta miles de contenedores, pero que también se permite, cada día a las 7.15 de la mañana, un tren turístico que circula en paralelo al canal hasta Colón, la ciudad del Caribe donde se encuentra la zona libre de comercio.

En medio de la selva

Recorrer en tren los 80 kilómetros que separan la costa del Pacífico de la del Caribe merece la pena. Pasas junto a las distintas compuertas, junto a la zona de obras y por el lago Gaitún, donde sorprende ver navegar a los grandes barcos en medio de una selva llena de monos. Las compuertas del otro lado ponen fin al viaje.

En los últimos años, con la globalización del comercio, el tráfico de mercancías asiáticas hacia el Atlántico ha subido tanto que son varios los países centroamericanos que intentan sumarse al gran negocio del canal. Aparte del doble canal de Panamá, que se inaugurará, si no surgen más problemas, en el 2016, Nicaragua ha resucitado un antiguo proyecto para unir los dos océanos a través del lago Nicaragua. Honduras, por su parte, proyecta un canal seco, con varias vías que unirían los dos mares y por los que podrían transportarse los numerosos contenedores de los cargueros. Y Guatemala proyecta el Corredor Interoceánico, otro canal seco para el transporte de mercancías.

En estos últimos proyectos, por cierto, están involucrados varios inversores chinos. El comercio sin fronteras de los últimos años pide a gritos más vías para atravesar Centroamérica y es evidente que los países asiáticos tienen prisa para que así sea.  H