Análisis
Un desembarco en Omaha con anfetaminas
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA
Alas tropas de infantería estadounidense, que desembarcaron hace 70 años en las playas de Normandía, se debe la introducción de la anfetamina en Europa, considerada como la pastilla milagro de decenas y decenas de deportistas, la que se tomaba indiscriminadamente en los años 50 y 60, cuando no existían los controles antidopaje. Primaba entonces la barra libre y los más adelantados de la clase deportiva conocieron gracias a las hazañas bélicas de los aliados la utilización del fármaco y sus propiedades estimulantes en tomas de playas tan famosas como la de Omaha, el 6 de junio de 1944.
El doctor Éric Parera y el profesor Jacques Geyse, ambos de la Universidad de Montpellier, realizaron en el 2005 un amplio trabajo de investigación por encargo del Ministerio de la Juventud francés donde recogieron los abusos con el dopaje que se habían producido en Francia desde los inicios del siglo XX hasta mediados de los años 60. Este estudio científico abarcó varios deportes, principalmente ciclismo y atletismo, constató el dopaje de los soldados estadounidenses y finalizó precisamente con la muerte del corredor británico Tom Simpson en el Mont Ventoux, en la ascensión a la montaña provenzal el 13 de julio de 1967, durante el Tour. Simpson murió a consecuencia de las anfetaminas, un fallecimiento que abrió el camino de los controles antidopaje en el deporte profesional.
La RAF voló con 'anfetas'
Según los dos profesores universitarios, las anfetaminas eran el único agente que permitía gracias a sus efectos milagrosos vencer el miedo, enfrentarse al enemigo y, además, poder aplacar el cansancio que sufrían durante horas y horas de combate los soldados estadounidenses. Las anfetaminas estimulaban el sistema nervioso de la tropa, la que avanzaba por la arena, la que penetraba en territorio francés. Les evitaba sentir miedo ante los obuses alemanes, los campos de minas y las alambradas de Omaha.
Las anfetaminas comenzaron a triunfar no solo en el Ejército estadounidense, sino también entre los pilotos aliados británicos de la Royal Air Force. «Las anfetaminas les hacían sentir más fuertes y poderosos desde el aire contra el enemigo alemán», se constató en el informe.
Y es que los estadounidenses siempre estuvieron en la pole position a la hora de buscar métodos para mejorar el rendimiento. Los soldados debían ser atletas, que no se jugaban títulos, sino la vida, después de meses de entrenamiento en los campamentos británicos. Con el paso de los años, ya en la vertiente deportiva, siguieron siendo los abanderados, tal como se pudo constatar en la reciente historia negra de Lance Armstrong. Porque a los saltadores de Norteamérica que acudieron a los Juegos Olímpicos de 1908, celebrados en la ciudad de Londres, se les debe el primer uso conocido de sustancias prohibidas para derrotar a sus adversarios, aunque ellos alegaron por aquel entonces que todo se debía a la «superioridad de su raza» y nada dijeron de las botellas que escondían en los vestuarios cuando aparecían los rivales, según se reflejó en el mismo estudio científico.
Las anfetaminas, en deporte, se introdujeron paulatinamente tras la finalización de la segunda guerra mundial y se extendieron en la mayoría de deportes mientras se afinaban los controles antidopaje. En 1966, la Asamblea Nacional Francesa votó la primera ley antidopaje, que provocó un plante de corredores en Burdeos, durante el Tour de aquel año, una huelga liderada por las estrellas de la época. En los 70, los anabolizantes entraron en la escena deportiva, ya que las anfetaminas eran fácilmente detectables.
El Tercer Reich también decidió dopar a los soldados alemanes. Un medicamento llamado Pervitin (más en la línea speed) se extendió en la Wehrmacht (tierra) y la Lufwaffe (aire). El Pervitin se recuperó en los 50, 60 y los 70 por parte de las autoridades deportivas de la República Federal Alemana (la República Democrática Alemana iba por otras vías), sobre todo durante los Juegos Olímpicos de Múnich (1972). El fútbol alemán no fue ajeno a estas tramas. Pervitin y anfetaminas estuvieron en el orden del día. A la final del Mundial de 1954, en la que la RFA derrotó a Hungría, se le conoció como la final de las jeringuillas, las que aparecieron en el vestuario alemán, supuestamente anfetaminas. Pancho Puskas denunció el dopaje. Le vetaron durante años la entrada en territorio alemán.
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