LA CRÓNICA DESDE EUROPA

La depresión francesa

Francia, miembro fundador de la UE, está aquejada de una falta de convicción sobre el actual proyecto europeo La falta de peso frente a Alemania ahonda el desencanto

Cecile Duflout, candidata de los Verdes franceses al Europarlamento.

Cecile Duflout, candidata de los Verdes franceses al Europarlamento.

ELIANNE
ROS

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«Negociar con los franceses nunca es un placer. Los británicos, cuando no están de acuerdo, intentan culpabilizarnos, mientras que los franceses intentan hacernos pasar por idiotas». La frase del exsecretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinguer no solo es aplicable a las relaciones entre París y Washington. Cuando Europa no va en la dirección que Francia desea -y hace un rato que no marca el mismo paso- la reacción en el Elíseo acostumbra a ser de incomprensión y de cierto menosprecio. La famosa arrogancia francesa, que según el primer ministro, Manuel Valls, no es más que un reflejo de la grandeza de los ideales republicanos. Pero esta táctica, a la que tan sensibles han sido dirigentes de la talla de Kissinguer, no ha funcionado con la cancillera Angela Merkel.

Al principio, antes de rendirse a la evidencia de que no estaba en condiciones de imponer nada, Nicolas Sarkozy criticaba la rigidez de esta hija de pastor protestante venida del Este, e incluso se mofaba de sus poco estilosas chaquetas. De nada le sirvió. Así que optó por asociarse a ella en un intento de salvar la imagen de Francia como motor europeo. A su modo, Hollande ha seguido el mismo camino. Después de gallear con que iba a darle la vuelta al tratado de equilibrio presupuestario para impulsar el crecimiento, ha acabado diciendo amén a los ajustes y prestándose a una teatral demostración de sintonía en el Báltico bajo el paraguas de la cancillera.

Miembro fundador de la UE, Francia digiere mal la sensación de ir a remolque. Para la segunda potencia diplomática mundial después de Estados Unidos -estatus que mantiene pese a que no se corresponde con su peso económico- , resulta incomprensible que Europa se desentienda de la ofensiva bélica que lleva a cabo en Mali y en África Central. Otras razones explican una falta de convicción europea que tiene más que ver con la psicología de un país que tiene un ministro para los territorios de ultramar y tan solo un secretario de Estado para las relaciones con Europa.

A juicio del expresidente centrista Valéry Giscard d'Estaing, «Francia se ha alejado del proyecto europeo porque está en un estado de espíritu depresivo» ,relacionado con la crisis pero también con su pérdida de influencia en el mundo. Opina D'Estaing que «la Europa de los 28 se convertirá en una especie de ONU regional con vocación comercial» y que en su seno debe surgir una «Europa integrada, más reducida» dispuesta a equiparar «su régimen social y fiscal» para convertirse en «una potencia económica mundial del siglo XXI».

Esta falta de convicción y de liderazgo se traduce en descontento e indiferencia ciudadana. Según un sondeo del instituto Sofres, el 51% de los franceses se interesan «poco o nada» por estas elecciones. Pese a que dos tercios de la población está a favor del euro, el 59% piensa que Europa «agrava los efectos de la crisis» mientras que el 24% cree que les protege. Otra encuesta, de Ifop, apunta que, el 25 de mayo, el 74% desea expresar su «desconfianza hacia Europa ».

Un porcentaje bastante más elevado que en España (55%) o Italia (50%), países donde la crisis ha sido más profunda pero donde la palabra Estado no tiene el mismo significado.

El Estado todopoderoso y paternalista al que tanto apego tienen los franceses casa mal con la idea de Europa.