EL CARA A CARA

El profesor y la mitinera

Refrescándose en campaña 8 El popular Miguel Arias Cañete se abanica durante un mitin en Madrid y la socialista Elena Valenciano se toma un vaso de horchata en Valencia.

Refrescándose en campaña 8 El popular Miguel Arias Cañete se abanica durante un mitin en Madrid y la socialista Elena Valenciano se toma un vaso de horchata en Valencia.

IOLANDA MÁRMOL
MADRID

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Ségolène Royal perdió todas sus aspiraciones al Elíseo la noche en que se sentó a debatir con Nicolas Sarkozy jugando a ser una chica dura. Él actuó con una actitud premeditadamente caballerosa, consiguió ir sacando de sus casillas a su adversaria y, hacia el final del cara a cara, ante millones de espectadores, Ségolène apareció como una mujer histérica incapaz de controlar sus enfados. No se trata de una leyenda baladí, y los expertos en contiendas electorales temen que esta noche, en el debate entre Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete, se vuelva a repetir el mismo patrón.

¿Qué auguran los politólogos? Consideran que ella se juega más. «Si no hay un error claro, el ganador se va a determinar por escaso porcentaje. El riesgo lo tiene Elena Valenciano, por ese perfil agitador y mitinero, que en un debate con Cañete no le viene nada bien», sostiene Fran Carrillo, director de La Fábrica de Discursos. Para los asesores, la candidata socialista, ligeramente por debajo en las encuestas, necesita polarizar la campaña, elevar la tensión electoral, que se hable de política, que se incendien los tuits, y corre el peligro de hacer un discurso en un tono de arenga poco adecuado para un debate.

«Elena va a explotar el tema de la mujer y se equivocará si es demasiado radical y mitinera porque se va a encontrar con un Cañete elegante que jugará a demostrar como un profesor que el experto en Europa es él», augura el consultor político Ismael Crespo. Los asesores coinciden en que si se encasillan en los papeles de mitinera y profesor, el candidato del PP ganará el debate.

Lo que los expertos dan por seguro es que nadie va a hablar demasiado de Europa. «No hay relato de Europa, van a hacer balance de España», aventura Carrillo. El consultor político Santos Ortega coincide en que el discurso girará en torno a España. «Valenciano sacará partido de cuestiones de extrema sensibilidad para las mujeres, como es el proyecto de reforma de la ley del aborto y cuestiones relacionadas con la educación», afirma el consultor, ya que el PSOE tiene un potente nicho electoral entre jóvenes y mujeres.

Todo está pactado y escrito

Los debates electorales no se ganan en la noche de la contienda con una frase brillante y un golpe de efecto improvisado. Uno alcanza la gloria o sucumbe al naufragio en la negociación. Los golpes más duros se los han dado estos días los coordinadores de campaña, Carlos Floriano (PP) y Óscar López (PSOE), discutiendo hasta la extenuación cada nimio detalle para tratar de lograr ventaja para su candidato. El ejemplo más claro es el del PP, que ha luchado hasta el último aliento por introducir un bloque sobre políticas comunitarias donde Cañete pudiera lucirse como experto en la UE.

Dicen los expertos que el debate en España casi no mueve voto. «Lo mejor que le puede suceder a un candidato es entrar neutro y salir neutro, porque el debate solo reparte castigos, nunca premios», sentencia Ismael Crespo. ¿Por qué entonces exponerse al riesgo? Para movilizar. La pulsión electoral es tan baja en los comicios europeos que el debate interesa a los candidatos para encender una bengala y que se hable de política. Esta vez, es una necesidad compartida.

Metáforas peligrosas

En el 2008, el equipo de José Luis Rodríguez Zapatero sabía que Mariano Rajoy repetía cansinamente una metáfora sobre un reloj al que había que darle cuerda, así que le prepararon la respuesta: «Los relojes hace tiempo que van con pilas». Encasillaron a Rajoy como anacrónico y agorero. Tampoco fue casual que Bill Clinton se levantase para acercarse al público mientras George Bush miraba desesperado su reloj. Ni que José María Aznar ganase a un Felipe González que confió en su carisma y no se preparó.

Un debate es como un examen en el que te soplan algunas preguntas para que prepares las respuestas. Luego, la épica electoral ensalza la importancia de las corbatas, los focos, las sonrisas, la postura de las manos o el ejemplo de Nixon sudando frente a un Kennedy sonriente. La realidad es mucho más gris. Los políticos no tienen tanta chispa. Si la detectan, es que la han preparado. Porque el futuro no está escrito. Pero los debates sí.