LOS ORÍGENES

Una familia de Horta

El primer ministro es hijo de Xavier Valls, pintor catalán que se exilió y triunfó en París

Xavier Valls, en su casa de París, a principios del 2006.

Xavier Valls, en su casa de París, a principios del 2006.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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Pese a que su nacionalidad es francesa y ejerce, desde ayer, de jefe de Gobierno del país vecino, los orígenes de Manuel Valls, el flamante nuevo primer ministro de Francia, hay que buscarlos en Barcelona, concretamente en el barrio de Horta. Allí nació y allí pasó muchos de los veranos de su infancia. En la misma casa familiar -una pequeña vivienda con jardín incluido como las que los burgueses de antes usaban durante los meses de estío- donde ahora vive su hermana Giovanna, su madre Luisa Galfetti pasa largas temporadas, y donde nació y murió, en el 2006, su padre, el pintor Xavier Valls. Un origen que le permite defender los colores azulgrana -«Es mi club, un club que traspasa fronteras. ¿Quién no es seguidor del juego del Barça, de Messi, de Iniesta?»-, afirmaba en el Journal du Dimanche hace un año-; hablar un más que aceptable catalán sin apenas acento y afirmar que es de «doble cultura» pese a que se siente «totalmente francés». 

Una declaración de principios que hizo, a Catalunya Ràdio, en septiembre del 2013, en una de sus visitas privadas a Barcelona -periódicas pero cada vez menos frecuentes- a raíz de la exposición que la Fundació Vila Casas dedicó a su padre, y a la que el ahora primer ministro y por entonces ministro del Interior francés se presentó por sorpresa. La muestra se lo valía, pues no es habitual que Barcelona se rinda al arte de Xavier Valls, un artista mucho más reconocido y conocido en París que en su propia ciudad.

Por eso, por la falta de compresión que encontró hacia su arte en una Barcelona, la de los años 40 y 50, que solo tenía ojos para la abstracción y el informalismo entonces en boga, Xavier Valls se marchó a París, en 1949, becado por el Instituto Francés. Allí encontró la luz del norte de la cual se enamoró y reflejó incansablemente en sus cuadros

-delicadas, sutiles y serenas pinturas de lo cotidiano-; a la que fue su esposa y musa, y el reconocimiento y la amistad de Tristan Tzara, Alberto Giacometti, Luis Fernández, Balthus y VladÍmir Jankélévitch.

En Francia, triunfó y gozó de reconocimiento hasta el punto de ser nombrado caballero de la Orden de las Artes y las Letras. Aquí, los honores le llegaron con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Premi Nacional de les Arts Plàstiques y la Creu de Sant Jordi. Su hijo no heredó su creatividad artística pero sí algo de su sensibilidad: «La vida sin arte, sin literatura, sin música no puede ser vida», afirma el  nuevo  primer ministro francés.