La carrera de Matignon

La inminente crisis de Gobierno desata un baile de pretendientes a primer ministro

E. R. / París

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Ante el varapalo de las municipales, el presidente francés, François Hollande, lo tiene difícil para permanecer impasible, en el ensueño de una Francia donde solo él parece distinguir brotes verdes. «He entendido el mensaje», confió a varios consejeros en los últimos días tras los desastrosos resultados de la primera vuelta. Y para demostrar a los franceses que así es, todo apunta a que recurrirá a la clásica fórmula de la crisis de Gobierno.

La petición de una remodelación del Ejecutivo es un clamor en las filas socialistas, que instan a Hollande a no esperar a las europeas de finales de mayo como era su intención. Poco amigo de los cambios y de precipitar las cosas, el jefe del Estado confiaba en que el carácter local de la elección paliaría el golpe. Se equivocó.

Para que la reacción esté a la altura del descontento expresado por los franceses, el presidente no puede conformarse con un simple cambio de peones. Por eso, la cabeza del primer ministro, Jean-Marc Ayrault, huele clamorosamente a pólvora. Fiel amigo de Hollande, el inquilino del palacio de Matignon se resiste con uñas y dientes a ser utilizado como fusible, mientras las quinielas en torno a la identidad de quién tomará el relevo circulan a todo tren.

El carismático Valls

«Está exasperado ante el descaro con el que algunos ya toman las medidas de su despacho», reconoce un miembro del gabinete de Ayrault. En el baile de aspirantes, la  primera posición la ocupa el ministro del Interior, Manuel Valls, al que Ayrault detesta cordialmente. Nacido en Barcelona hace 51 años, Valls es el miembro más popular del Gobierno y su estilo dinámico y carismático está en las antípodas del primer ministro, al que, según una encuesta, el 68% de los franceses desean ver fuera del Gobierno.

El problema de Valls son los socios ecologistas del Ejecutivo, opuestos a la línea política del ministro, partidario de la mano dura  con los inmigrantes. Los verdes reclaman un «golpe de timón» en favor de un Gobierno «más social, más combativo a nivel europeo y con una verdadera política ecológica». Si Valls, que no oculta su ambición, se lleva el gato al agua, las relaciones con los socios serán como mínimo explosivas. La líder de los verdes, la ministra de Vivienda, Cecile Duflot, ha amenazado con salir del Gobierno si Valls es nombrado primer ministro.

El titular de Exteriores, Laurent Fabius, de 68 años, también tiene opciones. Se trata de una solución más conciliadora  y a la altura de la autoridad y el carácter que se espera de un primer ministro. Sin embargo, prescindir de este peso pesado del Ejecutivo en un momento complejo de las relaciones internacionales y en plena intervención militar de Francia en Mali y Centroáfrica no entusiasma a Hollande. El jefe de la diplomacia, por su parte, repite que se encuentra «muy bien» en el Quai d'Orsay, sede del Ministerio de Exteriores.

Tampoco se descarta la irrupción de un tercer hombre para suceder a Ayrault: el carismático alcalde saliente de París, Bertrand Delanoë, disponible después de haber dirigido la capital durante 12 años. Miembro del ala izquierda del Partido Socialista (PS), la elección de Delanoë llevaría implícito un giro poco acorde con la reciente apuesta liberal de Hollande, con la reducción de los costes sociales de las empresas y un recorte adicional de 50.000 millones de euros en el gasto público.

La última palabra la dirá el presidente, y al parecer no piensa esperar a que las urnas se enfríen.