Secreta y polémica

La negociación del pacto de comercio, prácticamente cerrada a la ciudadanía, desata recelos y oposición a ambos lados del Atlántico

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si se atiende a impulsores y defensores de la Alianza Transatlántica de Comercio e Inversiones, empezando por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está al alcance de la mano un pacto que creará cientos de miles de puestos de trabajo, multiplicará la prosperidad, elevará parámetros laborales y medioambientales. ¿Por qué, entonces, cada vez son más quienes cuestionan que un acuerdo de libre comercio entre EEUU y la Unión Europea sea la panacea?

Una de las principales causas es el secreto que rodea a las negociaciones. Ha habido ya cuatro rondas. Todas a puerta cerrada; todas con acceso limitado a la prensa.

EEUU funciona desde los años 70 con un sistema de «asesores», que pueden ver material en una web segura, comentar propuestas y pedir sesiones individuales cara a cara con los negociadores. Son cerca de 700. El 90% representa a industrias privadas, mientras que menos del 9% da voz a organizaciones de trabajadores, salud y consumidores. El desequilibrio es tal que hasta miembros del Congreso estadounidense y en Alemania del Bundestag se han quejado de tener menos acceso que los lobis.

Por si la opacidad no fuera suficiente, Obama ha pedido al Congreso que vuelva a dar a la Administración un poder de negociación que dejó de tener en el 2007: la Autoridad de Promoción de Comercio o «fast track» (vía rápida). Ese mecanismo le permitiría cerrar el pacto con las negociaciones secretas, presentarlo a votación sin dar opción a que se planteen enmiendas y aprobarlo con mayoría simple. «China y Europa no están parados esperando. Nosotros tampoco deberíamos», dijo Obama en enero al pedir cooperación bipartidista.

Oposición política y popular

Por una vez ha logrado la colaboración pero no como buscaba. Demócratas en las dos cámaras y algunos republicanos (incluso defensores del libre comercio) tienen dudas tanto sobre el tratado con la UE como sobre el que Washington negocia con 12 naciones de Asia-Pacífico.

La negociación llega, además, 20 años después de que la experiencia haya demostrado que no era oro todo lo que brillaba en las promesas del NAFTA, el acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y EEUU al que algunos vinculan los cinco millones de trabajos perdidos y las 60.000 fábricas cerradas en EEUU. Y uno de los principales escollos que enfrenta el acuerdo transatlántico hoy es el miedo que plantea un mecanismo que se empezó a aplicar con el NAFTA: el Acuerdo de Disputa Inversor-Estado.

Ese mecanismo da a las empresas capacidad para ir ante unos tribunales creados ad hoc y demandar a gobiernos cuyas leyes tengan impacto negativo en sus beneficios. Es un sistema tan polémico que, en enero, el comisario de comercio de la UE, Karel de Gucht, abrió un periodo para que la ciudadanía europea pudiera realizar comentarios. En EEUU el mayor sindicato y 40 grupos más han pedido a Obama lo mismo. De momento, esperan.