EL TERRORISMO GLOBAL

La venganza de Bin Laden

Combatientes somalís de Al-Shabab armados, en una imagen de archivo.

Combatientes somalís de Al-Shabab armados, en una imagen de archivo. / REUTERS / FEISAL OMAR

BEATRIZ MESA
RABAT

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Parecía que la muerte de Osama bin Laden, el 1 de mayo del 2011 a manos de fuerzas de élite del Ejército de EEUU, debilitaría profundamente a la organización de Al Qaeda. Otros de sus principales cabecillas caían abatidos por esas mismas fechas por los drones estadounidenses en las zonas tribales paquistanís, como el egipcio Mustafa Abou al-Yazid o el libio Jamal Ibrahim al-Misrati.

Nada más lejos de la realidad. El movimiento yihadista global ha resurgido con más fuerza, creando un arco de inestabilidad desde Asia Central hasta la región del Sahel y el Cuerno de África a partir de grupos más o menos fieles a las orientaciones del jefe del movimiento, Ayman al Zauahiri. Es la herencia de Bin Laden, su venganza póstuma.

En cada uno de esas zonas, Al Qaeda ha dejado su impronta en forma de atentados con coche-bomba, ataques suicidas, secuestros de occidentales o la imposición de la interpretación más dura de la ley islámica en el territorio que controlan los radicales. El ascenso del radicalismo, tras el estallido de la llamada primavera árabe, ha generado un hecho inédito:  la guerra contra el terror - y de forma específica, contra Al Qaeda- que emprendió Estados Unidos en 2001 tras los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, la libran también los regímenes de Oriente Medio, norte de África y el resto del continente africano.

POLO DE ATRACCIÓN / Siria constituye el frente más prometedor para el yihadismo mundial. El conflicto de Siria ha desvelado la expansión de la insurgencia yihadista y la capacidad de atracción de yihadistas de todo el mundo», explicó a este diario desde Egipto el periodista y experto en ciberterrorismo Mohamed Sidi Ali. Los servicios secretos occidentales calculan en 15.000 los combatientes en Siria que operarían bajo la cobertura de Al Qaeda. Además, «la militarización del conflicto sirio ha dado al movimiento yihadista una oportunidad inesperada de implantarse en Siria, en Líbano y reforzar sus efectivos en Irak», analiza Dominique Thomas, investigador en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias sociales (EHESS).

A nivel global, resulta extremadamente difícil evaluar el número de combatientes y armas de que dispone Al Qaeda para alcanzar su objetivo de instaurar regímenes defensores de la sharia en el conjunto de la umma (la sociedad musulmana).Se calcula que el núcleo duro de Al Qaaeda -Al Qaeda Comando General (AQCG)- no tiene más de un centenar de miembros activos instalados en las zonas tribales del oeste de Pakistán.

El Ministerio de Exteriores iraquí estima que unos 12.000 combatientes integran el ISIS (Estado islámico de Irak y el Levante) en Irak y Siria. Y, tras el despliegue de la operación Serval, liderada por Francia, en el norte de Mali en enero del 2013 para expulsar a los yihadistas de las ciudades se estimó que el llamado frente islámico -formado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento por la Unidad y la Yihad en el África Occidental (MUJAO) y Ansar Dín- estaba constituido por más de 4.000 hombres.

Desde su creación en el 2006, el grupo somalí Al Shabab ha conseguido reagrupar a más de 7.000 fanáticos apoyados en la retórica de la violencia revolucionaria para llamar a la yihad contra los infieles, en alusión a los gobiernos de países que profesan la religión musulmana y no han impuesto un estado islámico. Parecido número tiene el grupo nigeriano Boko Haram, cuyo nombre significa en lengua local «la educación no islámica es pecado». Lucha violentamente por instaurar la ley islámica en el norte de Nigeria, de mayoría musulmana.

La fuerza de Al Qaeda reside precisamente en la implantación de sus franquicias regionales autorizadas previamente por su líder supremo, el egipcio Ayman al- Zauahiri, sustituto de Bin Laden; y en su capacidad de multiplicarse con el surgimiento de grupos autónomos o terroristas individuales que surgen sin el consentimiento de la casa madre.

Los cuerpos y fuerzas de seguridad occidentales han alertado cada vez más de la peligrosidad de los «lobos solitarios», puesto que, al no pertenecer a ninguna red u organización, es más difícil llevar a cabo una operación de seguimiento y captura. El promotor de esta nueva idea en el yihadismo fue el sirio-español, Mustafa Setmarian, alias Abu Musab Al Sur, quien en su manifiesto conocido como Llamamiento a la resistencia islámica global, animó a dar un paso más en la guerra santa. «La siguiente fase de la yihad debe estar protagonizada por individuos y grupos independientes que atenten por su propia cuenta», escribió Setmarian.

Óscar Ventura, investigador en terrorismo yihadista, también ha alertado de la amenaza que representa el «recurso del terrorismo individual porque supone una potencial herramienta en la lucha por la yihad global».