Convulsión social en Europa

Las protestas se perpetúan en Ucrania

Barricada levantada frente a la catedral de las cúpulas doradas, en el centro de Kiev.

Barricada levantada frente a la catedral de las cúpulas doradas, en el centro de Kiev.

BELÉN LOBOS MONTAÑÉS
KIEV

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Se cumple un mes de las movilizaciones con epicentro en Kiev, capital de Ucrania, desde que el pasado 21 de noviembre el Gobierno decidiera aplazar la firma del Acuerdo de la Asociación con la Unión Europea, y miles de manifestantes siguen en la plaza de la Independencia.

A pesar del cansancio y del pesimismo por la falta de buenas noticias, los manifestantes que continúan en la céntrica plaza no parecen tener intención de marcharse. No ha favorecido el buen ambiente de la protesta el hecho de que Rusia haya comprado bonos ucranianos, por valor de 3.000 millones de dólares, como parte de la anunciada ayuda de 15.000 millones en inversiones que el Kremlin ha prometido. Esto se suma a la rebaja de más de un tercio del precio del gas de la rusa Gazprom que tuvo lugar recientemente.

Así, las negociaciones políticas y comerciales entre ambos Gobiernos continúan en lo que pareciera ser un juego ajeno al que tiene lugar en la plaza de la Independencia y calles adyacentes. En ellas, la vida se consolida y la sociedad se organiza para promover el cambio que exige al régimen de Yanukóvich.

Mientras grupos de veteranos de la guerra de Afganistán hacen las veces de vigilantes en esta pequeña ciudad nacida de las primeras protestas y se construyen barricadas cada vez más infranqueables, hasta 50 organizaciones del llamado sector civil de Maidan (plaza, en ucraniano) reúne a activistas de diferentes sectores y cuenta con un plan de actuación estratégico.

La falta de propuestas concretas es una queja recurrente, por lo que  el sector civil de Maidan se reúne con representantes de agrupaciones ciudadanas para trabajar en acciones que lleven a cambios en la legislación, así como, dividido en distintas comisiones de trabajo, coordina el trabajo de los voluntarios en la calle, gestiona dos campamentos destinados al alojamiento de hasta 2.000 personas y se ocupa de la generación y difusión informativas.

Desde los primeros ataques de la policía, el 30 de noviembre, y repetidos luego el 11 de diciembre, cada domingo la convocatoria de «la marcha del millón» ha sido más exitosa que la anterior, llegando a reunir entre 200.000 y medio millón de personas, según fuentes de la plataforma de organizaciones civiles. Las constantes acusaciones de provocaciones entre el Gobierno, oposición y sociedad no hacen más que aumentar.

El pasado 25 de diciembre, dos asaltantes pararon y agredieron brutalmente a la periodista y activista Tetyana Chornovil mientras viajaba en su coche y el organizador de EuroMaidan (nombre con el que se conocen las movilizaciones) en Járkiv (la segunda ciudad más grande, al noreste del país) fue apuñalado.

MORDAZA A LOS INFORMADORES / Los numerosos casos de activistas y periodistas agredidos y detenidos son una eficiente llamada a la movilización de más manifestantes. El periodista y poeta ucraniano Dmitro Lazutkin recibió una invitación de las autoridades por haber leído versos en EuroMaidan y Alexander Zakletsy fue también herido mientras trabajaba como fotógrafo en las protestas por realizar su trabajo. «Este es el nivel de libertad de expresión existente con el actual Partido de las Regiones», argumentó el reportero.

Si hay una diferencia destacable con respecto a la revolución naranja del 2004 es el papel que la ciudadanía está tomando, con independencia de la presencia en Maidan de los partidos de la oposición Udar (cuya cara visible es el expugilista Vitali Klitschko), Batkivschina (Patria, con Timoshenko) y el ultraderechista Svoboda. El objetivo de las movilizaciones trasciende el mero deseo de un cambio de partido o ministros en el Gobierno.

«La gente ucraniana está empezando a comprender que no podemos esperar a que nadie haga las cosas por nosotros», expresa Yulia Bodak, estudiante de Lviv de segundo curso de Ciencias Políticas.

«Esta nueva forma de democracia de las calles -añade- continuará por mucho tiempo porque nos quedaremos hasta que consigamos los cambios que anhelamos». Yuliana Visochanska es otra joven ucraniana que viajó desde Alemania, donde reside, para participar en la toma de decisiones, aunque se queja de «cierta falta de coordinación entre las distintas opciones civiles».

En palabras de Andreyi Rudenko, de la agencia creativa Prana, el mensaje que los manifestantes quieren transmitir es: «No se trata de si Ucrania quiere o ha de ser parte de Rusia o de la UE; lo que reclamamos es derechos humanos y un sistema político y social democrático justo».