Muerte de un icono mundial

Luto global por Mandela

Sudáfrica prepara uno de los mayores funerales de la historia mientras la política se apropia de sus mensajes

Un vecino de Soweto firma una condolencia en un póster en las afueras de la vieja casa de Mandela.

Un vecino de Soweto firma una condolencia en un póster en las afueras de la vieja casa de Mandela.

ALBERT GUASCH

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Escribió el británico Anthony Sampson, el amigo y biógrafo oficial de Nelson Mandela: «Su historia es el cuento de hadas predilecto en todo el mundo. El prisionero liberado de la mazmorra oscura, el pobre que se convierte en príncipe, el hombre del saco que se revela como un mago».

Mandela consiguió una autoridad moral tan inmensa que su historia fue importada por todo el mundo, ciertamente. ¿A quién no le puede gustar la historia de un hombre que después de 27 años en prisión perdona a sus carceleros, apaga los deseos de venganza de una colectividad y emplea la astucia y el encanto personal para lograr la reconciliación de un país?

Hay ahí enseñanzas para cualquier que quiera aprender. Pero las enseñanzas también se pueden apropiar y moldear al gusto partidista, como se vio ayer en las reacciones y homenajes tras su muerte el jueves a los 95 años. Encomiables conceptos 'mandelianos' como unidad, resistencia, reconciliación, paz y empatía se pueden incluso tergiversar y adaptar a intereses bastardos.

¿Un ejemplo? Bashar al Asad, el presidente sirio que mantiene a su país en una sangrienta guerra desde hace casi tres años, instó a la humanidad a aprender de Mandela. Tal cual. «Su historia de lucha ha inspirado a todas las personas vulnerables del mundo, que esperan que opresores y agresores aprendan la lección de que al final son ellos los perdedores».

DIEZ DÍAS DE DUELO / La sensación de pérdida verdadera se ha apoderado de Sudáfrica, un país de 52 millones de habitantes que hoy congrega lágrimas, cánticos, bailes y discursos sentidos. También cierta aprensión y miedo a que el racismo y las tensiones sociales reaparezcan una vez enterrado el gran unificador. «Debemos darle el regalo de una Sudáfrica unida», proclamó ayer Desmond Tutu, otra venerada figura de la lucha contra el 'apartheid', en una misa en Ciudad del Cabo.

Al país le aguardan ahora 10 días de luto antes de la despedida definitiva, el 15 de diciembre, en un funeral de Estado que se espera sea uno de los mayores de la historia. Será en su pueblo ancestral de Qunu -a 700 kilómetros al sur de Johannesburgo-, donde yacen los restos de tres de sus hijos y otros familiares, el lugar en que mandatarios de todo el mundo escenificarán un luto global por un héroe universal.

Envuelto el ataúd con una bandera sudafricana, el cuerpo sin vida de Mandela fue trasladado ayer a una morgue del hospital militar de Pretoria. El martes tendrá lugar el primer gran homenaje público, que se celebrará en el estadio de fútbol de Johanesburgo. Es justo el lugar donde apareció en público por última vez, en el 2010, en la final del Mundial, esa que encumbró a Andrés Iniesta. Su ya frágil figura apareció sosteniéndose del brazo de su esposa Graça Machel.

Luego, del miércoles al viernes, su cuerpo será exhibido en un féretro transparente en el Union Building de Pretoria, el histórico lugar en que Mandela tomó posesión de la presidencia sudafricana en 1994. Sus compatriotas podrán despedirse personalmente de un líder admirado y adorado, cuya simbología no ha sido aún suficientemente manoseada por el oportunismo político como para generar desdén.

SENSACIÓN DE LIBERTAD / Ningún lugar como Soweto, el mayor gueto negro de Sudáfrica, para apreciar la importancia de la gigantesca y emblemática figura de Mandela. Las imágenes transmitieron escenas de tristeza combinadas con un duelo festivo. Bailes coloristas, cánticos alegres y mucho ruido para celebrar, más que llorar, al primer presidente negro del país, inmortalizado en estatuas de bronce y mármol, pero al que le gustaba también bailar, socializar con famosos de revistas frívolas  y lucir camisas sueltas y coloristas. Un día le preguntaron por qué llevaba siempre este tipo de prendas: «Debe recordar que he pasado 27 años en prisión. Quiero sentir la libertad», contestó.

El aspecto de Mandela -delgado, canoso, sonrisa cálida- y la musicalidad de su discurso contribuyeron a la construcción de una figura paternal, que constrastaba de alguna forma con la firmeza de sus principios y la tenacidad en sus objetivos. De todo ello se acordaron los líderes mundiales en sus respectivos homenajes antes de encargar inmediatos planes de viaje a Sudáfrica. Barack Obama no faltará al adiós. Ni David Cameron. Ni tantos otros.

No hace tanto que mandatarios como Ronald Reagan o Margaret Thatcher le consideraban un «terrorista». De hecho, hasta el 2008 su nombre (y los de todo el Congreso Nacional Africano) no fue tachado de la lista de personas y organizaciones a vigilar por parte de la administración estadounidense. Entró en la lista de forma deliberada; permaneció por descuido.

UN ICONO POP / La muerte de Mandela se produjo en el mismo momento en que la industria cinematográfica le rendía el enésimo homenaje. Los años le convirtieron en un icono pop, plasmado en infinidad de obras musicales, literarias y fílmicas.

Londres desplegó el jueves la alfombra roja para la 'première' de 'Long walk to freedom', un 'biopic' protagonizado por el actor Idris Elba en el papel del héroe sudafricano. Palabras solemnes y elevadas a pie de alfombra -entre otros de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina- fueron confrontadas por la noticia de su defunción.

Mitificado durante casi tres décadas en prisión, Mandela consiguió elevarse aún más en el pedestal una vez se despojó del traje de preso y se puso de etiqueta presidencial. «No soy un ángel», recordó en más de una ocasión. Pero ya no lo podrá desmentir más. «Soy uno de los millones de personas que se inspiraron en la vida de Mandela», dijo Obama, Que nadie corrompa su mensaje en su muerte.