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La herencia de los 'troubles'

La capital de Irlanda del Norte conserva los muros que separan a los protestantes y católicos en los barrios conflictivos. A pesar de que los acuerdos del Viernes Santo han acabado con la violencia y han unido a excombatientes de ambos lados

ANGELO ATTANASIO / MARCO ANSALONI

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Aunque lo hubiera hecho, no lo diría aquí, delante de una cámara. Nunca he sido acusado de ello por un tribunal. He sido detenido por tenencia de armas, por planear un atentado con bombas al Ejército británico. Pero no he sido nunca condenado por asesinato». La voz de Séanna Walsh no se quiebra. Suena firme y monótona entre el repiqueteo de las gotas de lluvia que caen sobre las ventanas del local de la asociación Tar Anall, que se ocupa de la reinserción de los exdetenidos del IRA y de otras organizaciones paramilitares republicanas. A muy pocos metros de allí se encuentra Falls Road, la avenida que desde el barrio católico más conocido de la ciudad lleva al centro de Belfast, donde todo está preparado para histórica Marcha Orange.

Todos los años, el 12 de julio, los afiliados a las lonjas orangistas y unionistas recorren las ciudades norirlandesas para celebrar la victoria, en 1690, del rey protestante Guillermo III de Orange sobre el católico Jaime II. En los últimos años, este evento ha puesto a prueba la aún frágil convivencia entre católicos y protestantes surgida de los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998. Un pacto que trató de poner fin a décadas de conflicto entre lealistas a la corona británica y republicanos irlandeses, que se cobró la vida de al menos 3.500 personas.

Sin embargo, 15 años después de esa histórica firma entre el Gobierno británico y el irlandés, la herencia de esa guerra de baja intensidad sigue agrietando el mapa de Belfast. Al menos 99 muros -bautizados comopeacelines(líneas de la paz) porque evitaban las trifulcas entre vecinos- continúan separando los barrios católicos y los protestantes.

«La guerra no es algo que hayamos buscado. No hemos invadido otro país. La guerra ha venido a nuestras calles cuando el Ejército británico ha aterrizado aquí y ha traído el miedo, las armas»,dice Walsh, que recuerda su militancia de más de tres décadas en el IRA. En 1973 fue detenido por primera vez, con 16 años, junto con varios compañeros mientras robaban un banco, y fue sentenciado a cinco años. En la prisión de Long Kesh, donde obtuvo el estatus de preso político, se hizo amigo de Bobby Sands. Walsh -que hace unos años cambió su apellido por el gaélico Breathnach- fue liberado en mayo de 1976, pero tres meses después fue arrestado por poseer un rifle y condenado a 10 años.

Prisionero político

«Siento remordimientos por la muerte de seres humanos y por algún amigo que ya no está. La violencia deshumaniza. Pero eso es la guerra: matar gente, destruir cosas. Haces lo que tienes que hacer y tienes la esperanza de que tu ideología te permita llevarlo adelante»,explica.

En la cárcel se unió a todas las protestas de los presos republicanos para recuperar su estatus de prisioneros políticos. Primero fue la protesta de las mantas, lablanket protest; más tarde ladirty protest: se negaban a lavarse, afeitarse o cortarse el pelo y esparcían sus propios excrementos por las paredes de las celdas. Y en 1980, ante la negativa de Margaret Thatcher a negociar, algunos presos empezaron una huelga de hambre, que acabó con la muerte de Bobby Sands y otros nueve activistas.

Mientras, Walsh se convirtió en el oficial al mando de los presos del IRA en prisión. Fue puesto en libertad después de siete años y siete meses. Fue capturado nuevamente por la fabricación de explosivos y bombas y fue condenado a 22 años. Salió en libertad gracias a los Acuerdos del Viernes Santo. Tenía 42 años y había pasado la mitad en la cárcel.

«De jóvenes éramos activistas políticos con armas; ahora lo somos pero sin ellas. El objetivo sigue siendo el mismo: queremos una Irlanda libre», explica Walsh, que el 28 de julio del 2005 apareció en un vídeo para anunciar que el IRA daba por terminada su campaña armada. Walsh fue el primer miembro del IRA desde 1972 que leyó un comunicado a cara descubierta.

Ahora Walsh trabaja para el partido republicano Sinn Féin y es responsable de la organizaciónCoiste na nlarchimí, que se ocupa de la reinserción de los exdetenidos del IRA y de los encuentros con exdetenidos unionistas o lealistas. Unas de las actividades más destacadas son lospolitical tours, visitas guiadas a los murales del oeste de Belfast, tanto en el católico Falls como en el protestante Shankill.

Acompañados por excombatientes de los grupos paramilitares, los turistas visitan los lugares simbólicos de losTroubles, como lospubsdonde estallaron bombas de ambas facciones o el famoso Tribunal de Crumlin Road, por donde pasaban los detenidos. Sin embargo, la mayor atracción son los murales que tapizan toda la ciudad. Son un signo identitario y reivindicativo.

William Smith está sentado en su coche, justo delante de uno de ellos, el que recuerda el asesinato de un militante protestante por el IRA. A pocos metros está elcheck-pointdel barrio de Shankill, que, admite, hasta hace pocos años no se habría atrevido a cruzar porque le habrían disparado.«Durante los troubles estaba permanentemente cerrado. El hecho de que esté abierto representa un regreso a la normalidad», dice antes de poner en marcha el coche.

Visitas para turistas

Smith colabora con la asociación EPIC, que organiza las visitas guiadas a los turistas que quieren conocer el lado unionista de la historia. En 1972, Smith formaba parte de la organización paramilitar Ulster Volunteer Force (UVF), responsable del asesinato de centenares de presuntos simpatizantes del IRA, en muchas ocasiones solo civiles católicos. Encarcelado durante años en la prisión de Long Kesh, al principio de los 90 empezó a involucrarse en las primeras tentativas de paz.«Empezamos a trabajar juntos en las cárceles, porque estábamos en la misma mierda», explica mientras conduce entre las casitas adornadas con banderas Union Jack y fotos de la reina Isabel.

Una investigación de la universidad Queen's de Belfast en 12 barrios de la ciudad revela que el 68% de los jóvenes de entre 18 y 25 años no han tenido nunca una conversación con jóvenes de la otra comunidad.«Uno de los obstáculos más importantes para la reconciliación es la educación», explica Bill Rolston, experto en procesos de transición política en la Universidad del Ulster.«Tal como están las cosas aquí, yo puedo ir a una escuela católica a los 4 años, a otra también católica a los 11, a los 18 pasar a otra dirigida por católicos y para católicos y luego conseguir un trabajo como maestro en una escuela católica, y retirarme a los 65. Así que durante 61 años habré estado en una burbuja: me habré relacionado solo con gente de mi religión. Y eso aquí pasa con el 90% de los estudiantes. Hay un sistema educativo para protestantes y otro para católicos, y esto es un problema», explica.

Otro estudio indica que solo el 14% de los habitantes de los barrios más conflictivos son favorables a echar abajo laspeacelines. Sin embargo, Rolston matiza:«En muchos sentidos, Irlanda del Norte es un sitio irreconocible comparado con lo que era hace unos 50 años. Recuerdo que en 1974 explotó una bomba cerca de aquí que destrozó toda la calle. Si ves las fotos de entonces, el escenario parece Sarajevo. La ciudad ha cambiado muchísimo.»

«Belfast ha cambiado profundamente desde la firma de los acuerdos del Viernes Santo»,señala Milena Komarova, investigadora social de la plataforma Conflict in Cities.«Ahora se la conoce como la ciudad del Titanic, la de los más de 50 festivales, y esto está trayendo a muchos turistas». Desde el 2004 hasta el año pasado el número de visitantes a Irlanda del Norte ha crecido casi un 40%. «Sin embargo-explica Kumarova-, el cambio no ha afectado a todos por igual. Hay una relación directa entre las condiciones socioeconómicas, la segregación y la violencia. Para las zonas del oeste y norte de Belfast, donde se concentran la mayoría de los muros, la situación es muy parecida a lo que era antes», concluye.

William Smith ha llegado a una zona de Shankill donde se alternan casas a medio construir y solares abandonados. En uno de ellos hay una enorme hoguera de madera con camisetas verdes del equipo de fútbol del Celtic, de tradición católica, y banderas irlandesas. Están listas para arder la noche del 11 de julio, la víspera de la Marcha Orange.«¿Habéis visto qué situación?», pregunta Smith señalando las miles de casas vacías.«La verdadera división es económica», concluye, antes de volver al mismocheck-pointde salida.