Análisis
Obama y los límites de la libertad
Inocencio Arias
Exembajador de España en la ONU
INOCENCIO F. ARIAS
«No quiero vivir en una sociedad que hace esto, donde cualquier cosa que hago se puede filmar» (Edward Snowden, denunciante de las actividades de los servicios de inteligencia yanquis, junio 2013). «El Gobierno deBushplanteó una falsa elección entre las libertad que atesoramos y la seguridad que proporciona» (Obamaen el 2008).
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. La frase deObamaapuntaba a unas intenciones en temas de seguridad que no encajan con la actuación de su Gobierno a lo largo de cuatro largos años.Obamano ha bajado la guardia ni ha disminuido los controles en la lucha contra el terrorismo. La frase delSnowdenimplica que el Gobierno se excede en sus funciones de vigilancia, que los estadounidenses son vigilados, escuchados, grabados en una sociedad que se asemejaría la que describeOrwellen1984.
Esta es la disyuntiva en que se mueven la sociedad y las autoridades estadounidenses. ¿Están dispuestos a renunciar a una porción de su libertad, de sus derechos si esto refuerza su seguridad? ¿ Aceptarán que se sepa con quien habla por teléfono cualquier persona levemente sospechosa si esto puede detener un atentado? La respuesta es ciertamente afirmativa entre la clase política, tanto entre los demócratas como los republicanos, y no parece inquietar demasiado a la opinión pública, aunque las voces de alarma ante los posibles excesos ya no sean raras.
El trauma del atentado de las torres gemelas, la humillación que acarreó, pueden explicar este talante. Los políticos estadounidenses no quieren aparecer como blandengues ante la amenaza terrorista. Tienen pavor a que haya una repetición del 11-S y los servicios competentes insinúen que fueron maniatados por el Gobierno o por el Congreso.
Por eso la afirmación aislada del senadorUdallde que las agencias de espionaje se extralimitan recibe una pronta réplica de la poco sospechosaDianne Feinstein, presidenta de la comisión de seguridad del Senado que enuncia: las escuchas son autorizadas por el Congreso, son supervisadas por un tribunal especial y no afectan al contenido de las conversaciones entre estadounidenses, solo se reseña qué número está hablando con qué otro número. La senadora remacha que hay constancia de que gracias a ello se han abortado varios atentados, uno de ellos, dato muy efectista, nada menos que contra el metro de Nueva York.
Bin Laden en su tumba
Un detractor del programa comenta queBin Laden debe de estar riéndose en su tumba al ver que un Gobierno democrático pisotea los derechos políticos de los ciudadanos.Obama, con todo, no debe preocuparse demasiado por su frente interno.
Más nublados pueden estar otros horizontes: se le da oxígeno aAssange,el de Wikileaks, recluido en la embajada de Ecuador en Londres pero ahora parcialmente reivindicado, se mina el prestigio de Google, Yahoo, Facebook… -acusadas de connivencia con el espionaje americano- y se crean problemas en las inminentes negociaciones comerciales entre Washington y la Unión Europea.
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