PROBLEMÁTICA PRESENCIA MILITAR EN LA ISLA JAPONESA
Otra violación en Okinawa crispa a Japón
Dos soldados de la marina estadounidense celebraron la noche del lunes su inminente regreso a su país con abundante alcohol en Okinawa (Japón). En el camino de vuelta a la base violaron e hirieron gravemente en el cuello a una joven japonesa que regresaba a casa. Los marinos, ambos de 23 años, ya han sido detenidos y han confesado. La música no es nueva. La prensa local ha documentado siete violaciones. La isla se manifestó en pleno después de que tres militares secuestraran y violaran a una niña de 12 años en 1995. Hubo otro estallido en el 2008 por otra niña de 14 años, quien finalmente rehusó presentar cargos.
El caso es el último capítulo de la problemática presencia militar estadounidense en Okinawa, la pequeña isla tropical y densamente poblada donde Washington ha colocado a la mitad de sus 50.000 tropas en Japón. El ruido diplomático se intensificó ayer. El primer ministro, Yoshihiki Noda, calificó el caso de «inaceptable». El ministro de Defensa, Satoshi Morimoto, de «atroz». Y el embajador en Japón, John Roos, se mostró «profundamente preocupado» y prometió colaborar con las fuerzas policiales.
Es improbable que la cháchara tranquilice a la población, que sufre la base desde el final de la segunda guerra mundial. Las quejas abarcan la alta criminalidad (en un país que disfruta de unos niveles asombrosamente bajos), el ruido, los daños medioambientales y la seguridad, además de la humillante sensación de servilismo. La base ha servido de almacén de misiles nucleares y material para la guerra bacteriológica como gas mostaza y gas nervioso. Recientemente se desveló que, en contra de lo defendido por Washington, también guardó 25.000 bidones de agente naranja destinado para la guerra de Vietnam.
MODERNO PERO POCO FIABLE / La última violación llega con la caldera al punto de ebullición tras la reciente llegada de los híbridos MV-22 Osprey: una obra maestra de la ingeniería bélica que despega como un helicóptero y vuela como un avión. El problema radica en su fiabilidad, agravado por la cercanía del centro urbano. Este año ya cuenta con dos accidentes, en Florida y Marruecos. Decenas de miles de locales se manifestaron en septiembre contra ellos, algunos activistas han protagonizado sentadas a las puertas de la base y usado cometas para interferir sus vuelos.
Los habitantes son los daños colaterales de la geopolítica. Tokio y Washington luchan en común contra la amenaza nuclear norcoreana y la creciente influencia china. El vasallaje japonés es obligado en un contexto de tensiones diarias con Pekín por las islas Senkaku (en japonés) o Diaoyu (en mandarín).
Las últimas esperanzas de la población se esfumaron con el exprimer ministro Yukio Hatoyama. Alcanzó el poder en 2009 con la promesa de clausurar la base en el centro de su programa y una popularidad del 72%. Dimitió menos de un año después, abandonado incluso por los partidos de su coalición y con la popularidad en el 17%. Washington impidió que cumpliera su promesa. «La cooperación con EEUU es indispensable y pido a los habitantes que, sintiéndolo, soporten ese peso», dijo durante su fugaz mandato.
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