CRISIS POLÍTICA EN UN PAÍS EUROPEO

Bélgica esquiva la ruptura con el primer pacto en 15 meses

ELISEO OLIVERAS / Bruselas

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Los partidos flamencos y francófonos belgas llegaron anoche a un primer principio de acuerdo en su pugna política y lingüística por la periferia de Bruselas que podría abrir la vía para desbloquear las negociaciones sobre la reforma del Estado. El alambicado compromiso sobre la escisión del distrito electoral y judicial que une Bruselas con los municipios de su periferia flamenca (Bruselas-Halle-Vilvoorde) es el primer pacto que alcanzan flamencos y francófonos en 15 meses de negociaciones, pero ahora aún queda por resolver la parte más espinosa: la reforma de la financiación de las regiones y la ampliación de sus poderes.

Bélgica lleva 15 meses sin Gobierno debido precisamente a las profundas divergencias que separan a flamencos y francófonos sobre esa reforma del Estado. Flandes --la región más rica, poblada y dinámica del país-- exigió la reforma como condición previa para formar una coalición gubernamental tras las elecciones del 13 de junio del 2010.

En realidad, Bélgica lleva paralizada por una crisis política permanente más de cuatro años. Tras las elecciones de junio del 2007, necesitó más de nueve meses para formar un primer Gobierno. La pugna entre flamencos y francófonos en torno a la reforma marcó la accidentada vida de ese precario Ejecutivo y la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre las dos comunidades precipitó las elecciones anticipadas, que desembocaron en el arrollador triunfo de los independentistas de la Nueva Alianza Flamenca (NVA).

Durante meses, el líder de la NVA, Bart de Wever, y el líder de la comunidad francófona, el socialista Elio Di Rupo, intentaron llegar a un acuerdo sobre la reforma del Estado. Tras cada fracaso, el rey Alberto II designó un mediador para reanudar las negociaciones y evitar unas elecciones anticipadas que aún radicalizarían más Flandes.

Exclusión de la NVA

Los partidos francófonos hicieron recaer la responsabilidad de los sucesivos fracasos en la intransigencia de la NVA, a la que acusan de buscar la ruptura de Bélgica mediante un bloqueo político. Por ello, Di Rupo logró convencer este verano a los partidos flamencos de intentar negociar la reforma y una coalición, excluyendo a la NVA, el primer partido de Flandes y Bélgica.

Las negociaciones entre los ocho partidos --socialistas, democristianos, liberales y ecologistas de ambas comunidades-- se iniciaron a mediados de agosto. Después de cinco semanas sin avances, Di Rupo amenazó ayer con arrojar de nuevo la toalla y presentar al rey otra vez su dimisión como aspirante a primer ministro. Esto provocó el retorno precipitado de Alberto II de la costa francesa, donde proseguía sus vacaciones, y la convocatoria de la reunión de «la última oportunidad», donde se ha fraguado el principio de acuerdo sobre la periferia de Bruselas, cuyos detalles no han trascendido.

Durante estos meses de parálisis política, Bélgica ha tenido la ventaja de disfrutar de un crecimiento del 2,2% en el 2010 y del 2,4% en el 2011, gracias a las exportaciones y al consumo. Esto le ha permitido recortar el déficit público hasta el 3,7% del producto interior bruto (PIB) en el 2011 y ha evitado el disparo de la deuda pública, que ronda el 97% del PIB. Pero la incertidumbre política ha comenzado a pasar factura y la prima de riesgo que los mercados exigen a la deuda belga ha crecido hasta 2,17 puntos porcentuales por encima del bono alemán. El funcionamiento del país se ha garantizado gracias a la descentralización regional y a que el rey amplió los poderes del Gobierno en funciones para que pudiera adoptar los presupuestos del Estado y las decisiones económicas fundamentales.