EFECTOS DEL 'CASO WIKILEAKS'

Cuestión de protección

Los males de Assange radican en las complejas leyes suecas sobre abusos sexuales

Anna Ardin.

Anna Ardin.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El error moral de practicar sexo sin condón puede convertirse para Julian Assange en toda una condena penitenciaria. Eso se desprende del relato sobre lo ocurrido entre el cabecilla de Wikileaks y dos mujeres, según el informe policial obtenido por el Daily Mail. Las leyes suecas sobre delitos sexuales son especialmente complejas y se hallan en el meollo de la trama.

Assange llegó a Estocolmo el 11 de agosto. Era la estrella invitada de un seminario sobre La guerra y el papel de los medios de comunicación. Había pactado los detalles de su participación con Anna Ardin, de la entidad organizadora, a la que no conocía. Ardin, de 31 años, le ofreció dormir en su piso, ya que ella se marchaba y no tenía previsto regresar hasta el 14 de agosto, día del seminario.

No obstante, la joven retornó 24 horas antes de lo previsto. Acordaron que podía quedarse en el apartamento y se fueron a cenar. Al volver hubo sexo. Durante el acto, el condón se rompió, lo cual tiene su relevancia. Al día siguiente fueron al seminario. En primera fila se sentó Sophia Wilén, de 26 años.

Tras el encuentro, Assange y su comitiva fueron a comer. Wilén se les unió. Durante la comida, Assange llegó a posar su brazo sobre el hombro de Wilén. A la policía le dijo que se sintió «halagada. Era evidente que estaba flirteando conmigo». Fueron al cine, en la sala entraron en intimidades, pero se despidieron porque Ardin había organizado una fiesta en su casa en honor de Assange. En un twitter expresó su felicidad por el éxito social.

Dos días después Assange quedó de nuevo con Wilén. Esta le ofreció ir a su apartamento, en un pueblo a 40 kilómetros de Estocolmo. Una de las veces que lo hicieron él no se puso condón. Ella arguye además que se hallaba dormida. Al día siguiente, desayunaron juntos y se despidieron. Al cabo de dos días, Wilén contactó con Ardin. Le contó lo sucedido y expresó su temor a un contagio de sida. Juntas fueron a una comisaría. Una fiscal de guardia, ante las leyes de delito sexual de Suecia en las que el uso del condón se vincula al consentimiento del acto, vio base para las acusaciones. Y la bola empezó a rodar.