Las perspectivas

El desierto se mueve

Antes y después 8 El campamento de Gdeim Izik, el sábado (izquierda) y ayer, una vez desmantelado.

Antes y después 8 El campamento de Gdeim Izik, el sábado (izquierda) y ayer, una vez desmantelado.

NACHO PARA
MADRID

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El conflicto del Sáhara es como el propio desierto: parece que nada se altera, pero ningún grano de arena permanece quieto mucho tiempo. Tras largos años de silencio, sin que el asunto estuviera realmente en la agenda política de nadie, el monstruo ha despertado con toda su fiereza. Primero fue la intifada de El Aaiún en el 2005, que acabó con numerosos heridos y todos los líderes independentistas en la cárcel. Después, en el 2008, la decisión de Javier Bardem de estrenar su Oscar de Hollywood en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) devolvió la causa al mapa mediático mundial. Y el año pasado, la activista Aminetu Haidar se encargó de culminar la puesta en valor de sus reivindicaciones con una huelga de hambre en Tenerife que causó graves quebraderos de cabeza al Gobierno español.

Una semana después de que muriera acribillado por gendarmes marroquís un niño de 14 años, el sangriento asalto al campamento de Gdeim Izik supone un paso más hacia la vuelta a las armas, reclamado por parte del pueblo saharaui y numerosos mandos militares, en contra de la postura oficial de seguir confiando en la diplomacia. Las inmediatas revueltas en El Aaiún, con barricadas, incendio de edificios y cargas policiales sin contemplaciones, confirman un clima de tensión prebélico.

La cúpula del Frente Polisario y la plana mayor del Ejército saharaui llevan reunidos varios días en el área de Tifariti, capital de la zona de la antigua colonia española controlada por el Polisario. Esa árida y despoblada franja al otro lado del muro de 2.500 kilómetros, vigilado por 140.000 soldados marroquís y un millón de minas, fue reclamada por el rey Mohamed VI por primera vez desde 1975 en su reciente discurso de celebración de la Marcha Verde. Incluso han llegado rumores, no confirmados, de que en la zona ya se están produciendo las primeras escaramuzas militares desde el alto el fuego de 1991.

¿Pero es posible una guerra? No desde luego una guerra convencional, quizá sí de guerrillas. El Polisario está en manos de Argelia. Sin su ayuda militar no tendría opción alguna, y ni a Rabat ni a Argel, a pesar de sus diferencias, parece que les interese otra cosa que el statu quo. España se ve obligada a contemporizar para no molestar a sus vecinos, Francia y Marruecos, mientras los enviados especiales de la ONU se estrellan con enquistadas posturas, mucho más en el caso de Marruecos, ya que el Polisario accedió a que se incluyera la opción de la autonomía en ese referendo de autodeterminación fijado hace 20 años y nunca celebrado.

Escalada de protestas

La monarquía alauí considera«alta traición»las reivindicaciones independentistas, pero eso no ha frenado la escalada de protestas de saharauis que viven en la excolonia española, un 40% de la población en ciudades como El Aaiún, Smara y Dajla, donde los marroquís copan las mejores casas y empleos.

Mientras en El Aaiún comenzaba ayer la batalla campal, con saharauis armados con palos y piedras enfrentándose a las equipadas fuerzas marroquís, Bucharaya Beyún, responsable del Polisario en España, advertía:«El Frente Polisario tendrá que responder. La reapertura del conflicto está más cerca que nunca».La mayoría saharaui exige al Polisario que dé la cara e invoque la valentía de los civiles saharauis muertos.«¡Antes la muerte que el destierro!».El viejo grito vuelve a romper el silencio del desierto.