Elecciones en una dictadura
El régimen militar de Birmania celebra una mascarada electoral
La Junta controla con puño de hierro los primeros comicios en 20 años
Los birmanos regresan hoy a las urnas 20 años después con escasas razones para el júbilo. El país, tras medio siglo de Gobierno militar inútil y corrupto, es un mosaico étnico en permanente conflicto bélico que exporta el mayor número de refugiados per cápita del mundo. La renta individual anual ronda los 350 euros. No hace tanto, Myanmar era el país más prometedor de la zona. Las elecciones difícilmente van a cambiar este paisaje.
Los comicios concluyen la «hoja de la ruta hacia la democracia» de la Junta militar. Los observadores los han calificado de mascarada. El pucherazo es descartable por innecesario: el trabajo se ha hecho antes. La Junta ha extremado el control de los medios de comunicación propios y prohibido la entrada de los extranjeros, arrestado a activistas opositores y aprobado leyes electorales que estrangulan el margen decisorio popular. La cuarta parte de los escaños se reservan a militares, lo que les posibilitará suspender la democracia a su antojo y vetar cambios constitucionales.
BATALLA DESIGUAL / Los dos partidos principales están vinculados a los militares y se han beneficiado de fondos públicos. En contraste, algunos de los pequeños partidos opositores han sufragado sus pasquines vendiendo joyas o con los ahorros de una vida.
El marco fue establecido en la Constitución del 2008. Incluyó la cláusula que prohíbe presentarse a los condenados por la justicia, que cierra el paso a la nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
El celo está justificado. En las últimas elecciones de 1990, la Liga Nacional para la Democracia de Suu Kyi humilló a los militares logrando el 80% de los escaños. El Ejército le impidió ejercer el poder y apuntaló su fuerza doblando el número de sus miembros y con las ventas de petróleo y otros recursos. Con ese precedente de robo, los birmanos no afrontan las elecciones con especial excitación.
Algunos analistas subrayan que estas elecciones son un primer paso viciado hacia la democracia, pero un primer paso al fin y al cabo. El Partido de la Unidad Nacional es la segunda formación militar y sus integrantes ofrecen un currículo oscuro. Muchos de ellos participaron en brutalidades pasadas. Pero han prometido libertad de expresión, de reunión y algunas otras. Se espera que se alíen con pequeños partidos prodemocráticos y posibiliten la irrupción de legisladores independientes que, aun constreñidos, tengan margen para trabajar cara a la apertura política.
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