comicios LEGISLATIVOS EN AFGANISTán

Más de 400 afganas se plantan ante las amenazas y van a las elecciones

Runa Tarin, candidata al Parlamento.

Runa Tarin, candidata al Parlamento.

ELVIRA B. PÉREZ / Kandahar

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Afganistán celebra mañana las segundas elecciones legislativas de la era postalibán en un clima de violencia, inseguridad e intimidación contra las candidatas que han osado desafiar a la insurgencia integrista y las normas de una sociedad poco acostumbrada a la participación de la mujer en la vida pública. A los comicios concurren 406 mujeres frente a las 328 que lo hicieron en el 2005, pero aun así representan solo el 16% de los candidatos.

Su campaña ha estado plagada de dificultades, y su presencia, limitada a las fotografías de los carteles electorales pegados en las paredes y marquesinas, o agarrados a los postes de la luz y a las cornisas de los edificios en lugares como Kandahar. En esta provincia del sur, bastión de los talibanes, la participación de la mujer en la vida pública se limita a un espacio acotado por el burka.

La candidata Runa Tarin, de 44 años y exdirectora provincial del departamento de Asuntos de la Mujer, sabe que su carrera política estará llena de obstáculos: «El Gobierno nos advirtió de no realizar ningún acto público ni acudir a los mítines». Aun así, explica, decidió concurrir a los comicios porque conoce de primera mano las necesidades de las mujeres y quiere trabajar por ellas. «Desgraciadamente, en el campo ni reciben educación, ni pueden trabajar. Además, hay numerosos casos de violaciones, matrimonios forzados y secuestros», dice.

CON EL BURKA EN LA CALLE / «Mi campaña la han llevado hombres. Por seguridad, no he salido de casa. Y si tengo que salir me protejo con el burka», indica la candidata, que explica que es una persona muy conocida por su anterior trabajo y respetada por los ancianos tribales en las aldeas: «En nuestra sociedad tradicional se respeta la decisión de los ancianos. Si ellos deciden apoyar tu candidatura, todos los miembros del clan te darán su voto».

Para Tarin, es un error pensar que las afganas de medios rurales no quieren o no pueden trabajar porque su esposo se lo prohibe. «El problema -insiste- es que no hay oportunidades de empleo para las mujeres. Apenas hay industria en Kandahar. La mayoría de las fábricas han cerrado porque es imposible mantenerlas», afirma antes de denunciar que la comunidad internacional no ha invertido en proyectos de desarrollo local para generar empleo: «Sinceramente, no sé a dónde van los cientos de millones de ayuda al pueblo afgano».

Tarin no es la única mujer que compite con rivales masculinos para ocupar uno de los 53 asientos reservados a la provincia de Kandahar en el Parlamento afgano. A los 28 años, la periodista Simin Gul Sari ha decidido participar activamente en la política, con el apoyo de su padre, Nur Nawas Paywari, también político. Esta candidata no tiene pelos en la lengua. «Si salgo elegida, alzaré mi voz para denunciar las injusticias cometidas contra las mujeres». «Estas injusticias se ven en todos los ámbitos de la sociedad. Las mayoría de las niñas no tienen acceso a la educación; en cualquier empresa se discrimina a las mujeres cuando incluso están más preparadas», denuncia. «Sin la participación de las mujeres, la sociedad no puede funcionar», insiste.

Los talibanes desterraron completamente a la mujer de la vida pública y pese a la década transcurrida desde la caída de ese régimen, las mujeres siguen sufriendo graves desigualdades. La tasa de alfabetización femenina ronda el 21% y el burka o velo que cubre a las mujeres de forma integral forma parte del paisaje habitual de pueblos y ciudades.

Sin embargo, para Gul, el proceso de paz debe incluir a los talibanes afganos, «no a los externos que ha traído Pakistán, Irán y otros países involucrados en la desestabilización del país». «Si el mulá Omar [líder de los talibanes] acepta la Constitución afgana, incluyendo los artículos sobre igualdad de derechos y obligaciones, las mujeres le daremos la bienvenida», declara.

LAS DENUNCIAS La inseguridad y la violencia que han caracterizado la campaña afgana se han cebado especialmente en las mujeres. De cada 10 denuncias de amenazas, nueve han sido contra candidatas, según los datos de la Comisión Electoral. También seguidores de algunas de las aspirantes han recibido amenazas.

El fantasma de una alta abstención debido a las intimidaciones planea sobre los comicios. El absentismo puede propiciar el fraude y convertir estas cruciales elecciones para el futuro del país en un proceso sin validez que beneficie a señores de la guerra, narcotraficantes y políticos corruptos.