Consecuencias políticas de una catástrofe natural

La 'yihad' caritativa

ELVIRA B. PÉREZ
MUSAFARGAR

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El jeque Abú Hishra se ha convertido en padre, amigo, confidente y protector de 330.000 almas. Es un líder local de Jamaat-u-Dawa (JUD), asociación caritativa religiosa paquistaní vinculada al proscrito grupo terrorista Lashkar-e-Toiba (LET), presunto autor de los atentados de Bombay del 2008. Bajo el alias Human Welfare Foundation (Fundación de Bienestar Humano), la oenegé islámica ha instalado un centro de acopio y distribución de ayuda en una mezquita de la ciudad de Musafargar (700 km al sur de Lahore) para auxiliar a las víctimas de las inundaciones en el sur de la provincia de Punjab. Solo en el distrito de Musafargar se calcula que hay dos millones y medio de afectados.

Las lluvias torrenciales monzónicas del pasado mes de agosto han dejado a su paso miles de acres de tierra sumergidos, cientos de aldeas anegadas y decenas de miles de familias sin techo que se apostan a la orilla de las carreteras. Una estampa desoladora que se repite desde Nusaki, al norte, hasta la remota localidad de Alí Pur, al sur de Musafargar. «Al igual que en el pasado cogimos las armas para el bienestar de nuestro pueblo, ahora llevamos a cabo actividades de ayuda urgente para su bienestar, otra vez», manifiesta el clérigo para desvincular a la organización de cualquier presunta acción terrorista.

APOYO POPULAR / Jamaat-u-Dawa fue incluida en la lista de grupos terroristas de la ONU en el 2009, al ser considerada la tapadera de LET. «Occidente y el Gobierno de Pakistán nos acusan injustamente -insiste el portavoz-. No estamos contra el Estado ni contra sus leyes, y nuestra misión es ayudar a los musulmanes y a los no musulmanes. En el terremoto de Cachemira [2005], fuimos los primeros en movilizarnos. Enviamos a cientos de miles de voluntarios a Azad Kashmir, donde el Estado fue incapaz de hacerse cargo de la gente».

JUD jugó un importante papel no solo en las operaciones de rescate y ayuda urgente sino también en la reconstrucción de las localidades afectadas por el terremoto. Por ese motivo, explica Abú Hishra, cuando EEUU incluyó a JUD en la lista de organizaciones terroristas, «miles de personas protestaron en las calles».

El despliegue de medios humanos y materiales de esta organización caritativa islámica es impresionante. JUD ha establecido campamentos en las áreas más afectadas por las inundaciones, en la provincia norteña de Khiber Pastunja, en el sur del Punjab y en Sindh (centro), y tiene trabajando a cientos de miles de voluntarios. «En Musafargar, hace 20 días contábamos con 1.100 voluntarios y ahora hay más de 4.000 personas que nos están ayudando en el reparto de alimentos y operaciones de rescate», explica Abú Hishra.

La oenegé cuenta además con un servicio de ambulancias y campamentos médicos móviles para atender a las familias desplazadas. «¡Gracias a Dios! Hemos recibido generosas donaciones de musulmanes piadosos y estamos entregando comida, ropa, medicamentos, tiendas de campaña y otros suministros, además de 5.000 rupias [44 euros] en efectivo a cada familia damnificada», añade el jefe .

LA ALDEA CONTROVERTIDA / En la aldea de Kalar Wali, 100 kilómetros al sur de Musafargar, los voluntarios de JUD realizan operaciones de rescate con embarcaciones neumáticas y llevan comida tres veces al día a más de 30 familias incomunicadas por la crecida del río Chenab, un afluente del Indo.

Kalar Wali se ha convertido en una isla inaccesible. La situación es dantesca. Centenares de bocas hambrientas aguardan en la orilla del gran lago artificial que la rodea a que llegue la barca con la ayuda. La desesperación lleva a muchos a zambullirse en el agua estancada para ir tras su ración de comida.

Zaker pertenece a una de esas 30 familias incomunicadas. El agua llega hasta la puerta de su casa: «Llevamos un mes aislados. Un helicóptero del Ejército sobrevoló nuestra aldea pero nadie vino a rescatarnos. Le doy gracias a Dios por traernos a hombres buenos y generosos como nuestros hermanos de Jamaat-u- Dawa».

Olvidados por las autoridades paquistanís, cientos de miles de supervivientes buscan amparo en las asociaciones de caridad islámicas que cubren el vacío provocado por la mala gestión de la crisis por parte del Gobierno. La movilización de estas instituciones de beneficencia religiosas preocupa a Washington, que sospecha que son una herramienta de propaganda del extremismo. «Los líderes de JUD son doctores en el islam, y buscan implantar el wahabismo saudí entre la población paquistaní. Esto sería muy peligroso porque esta tendencia radical es la que inspira a los grupos integristas islámicos como Al Qaeda o los talibanes», advierte el periodista Mubashar Bujari.

Lo curioso, precisa Bujari, es que, aunque se anunció a bombo y platillo, «ni el Gobierno federal ni los provinciales están tomando medidas para frenar las actividades de ayuda de las organizaciones islámicas prohibidas».