CARTA DE UN DIPLOMÁTICO

Tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU

INOCENCIO F. ARIAS

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La frase de Porfirio Díaz -¡Pobre México!, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU- es rumiada con pesadumbre por bastantes mexicanos. Los cárteles de la droga cometen constantes atrocidades moviéndose con considerable impunidad en partes del país. El botín es suculento, EEUU es un enorme consumidor de cocaína y 90% de la droga que llega allí procede del limítrofe México. La conclusión para muchos: si no existiera EEUU el cáncer de la violencia de la droga habría surgido en otro lugar.

El Gobierno de Obama va a reanudar el envío de ayuda a México para luchar contra los clanes. Una fuente estadounidense califica el tema de «alta prioridad».

El presidente Calderón logró que Washington admitiera su responsabilidad. Bush prometió una ayuda de 1.600 millones de dólares para México y el Caribe en este contexto (Iniciativa Mérida). La Administración de Obama había congelado parte de la misma porque el Congreso la liga a la mejora de los derechos humanos en México. Estos días ha desbloqueado 36 millones, otros seguirán. La preocupación estadounidense nace en el temor de que la violencia de las zonas fronterizas mexicanas, Ciudad Juárez, etc… se contagie a las ciudades yanquis.

Las quejas de Calderón tienen una doble base. Estados Unidos no combate lo suficiente el consumo de droga, lo que para algunos es cuestionable, y la legislación yanqui es enormemente permisiva en la posesión de armas, lo que es un hecho. Muchas de ellas acaban en México y alimentan a los cárteles.

La facilidad con que los norteamericanos pueden adquirir un arma pasma. Aunque con Obama se pensó que habría un recorte de ese derecho amparado por la segunda enmienda de la Constitución, el Tribunal Supremo ha dado una alegría resonante a los partidarios de la posesión de armas. En una decisión reciente (McDonald versus Chicago) el tribunal falla que el derecho a tener armas «no puede ser recortado ni por el Gobierno federal ni por los estados». El magistrado Alito, miembro de la mayoría que se impuso (5-4), aclara que no se trata de un derecho «a llevar cualquier clase de arma en cualquier circunstancia y con cualquier propósito» pero el lobi de las armas se regocija con la sentencia. La National Rifle Association planea impugnar las limitaciones vigentes en multitud de localidades. Mala noticia para México.

Las autoridades estadounidenses, por su parte, se hacen preguntas. La primera es si México controla todo su territorio o si pequeñas bolsas del mismo han sido abandonadas a los cárteles. Un periodista inglés que visitó recientemente Juárez encontró que nadie, ni siquiera un alcalde, quería darle la menor información sobre lo que ocurría. Por miedo. En la ciudad han muerto 6,000 personas en la guerra entre los cárteles locales y el de Sinaloa.

La segunda es la corrupción. La policía tiene una mediocre reputación y la del Ejército, envuelto en la campaña, empieza a ser cuestionada. Se acusa a ciertas autoridades de connivencia con los de Sinaloa, pensando que si estos eliminan a los demás acabarán las guerras intestinas que salpican a inocentes. En todo caso, señala un estadounidense, «¿de qué sirve que les demos helicópteros potentes si ellos mismos se chivan a los maleantes?».

Calderón se ha vuelto más modesto y realista sobre la solución del problema a corto plazo. Es de envergadura: 28.228 personas muertas en cuatro años, de las cuales 2.076 son policías, funcionarios y alcaldes.