ARRECIA LA TENSIÓN EN IRLANDA DEL NORTE

La violencia callejera desborda a la policía y al Gobierno del Ulster

BEGOÑA ARCE / Londres

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Los disidentes republicanos volvieron a movilizar ayer a decenas de jóvenes en Belfast, en la tercera noche de violencia que vive la provincia. Grupos rivales se enfrentaron en varios distritos de la ciudad, causando daños valorados en decenas de miles de euros. En los disturbios más graves, nuevamente en el barrio nacionalista de Ardoyne, unos encapuchados llegaron a realizar seis disparos contra las fuerzas antidisturbios del Servicio de la Policía de Irlanda del Norte (PSNI), asediadas con piedras y bombas incendiarias.

Aunque nadie resultó herido, la reiteración de los incidentes –que comenzaron con las protestas contra los desfiles orangistas del fin de semana– y la edad de los agresores, entre los que hay incluso niños, hacen temer que la situación se prolongue de manera incontrolada. «Anoche había adolescentes y niños de 10 y 11 años que estaban tirando bombas incendiarias» declaró la consejera del partido nacionalista moderado SDLP Nicola Mallow. La policía ha preguntado públicamente a los padres si sabían dónde estaban sus hijos de madrugada y qué estaban haciendo a esas horas.

PROBLEMA CRÓNICO / Los mandos del PSNI acusaron el martes a los dirigentes políticos norirlandeses de no poner los medios necesarios para resolver de una vez por todas el problema crónico que suponen cada año los desfiles orangistas. En la tarde de ayer, políticos y fuerzas de seguridad zanjaron sus diferencias durante una reunión en el castillo de Stormont y presentaron un frente común en la posterior comparecencia ante la prensa.

El ministro principal de Irlanda del Norte, el unionista Peter Robinson, lamentó especialmente «el ver a gente muy joven involucrada en la vía de odio, que se ha transmitido a otra generación». A su lado el viceprimer ministro, Martin McGuinness, del Sinn Féin, reconoció que los incidentes son «un paso atrás» en el proceso de pacificación, pero restó importancia al poder de movilización de los microgrupos de disidentes republicanos.

Ni políticos ni policías parecen tener la fórmula para atajar rápidamente tan volátil situación. Peter Robinson, que perdió el escaño en Westminster en las últimas elecciones generales, es un político desacreditado después del escándalo amoroso-financiero de su esposa que estalló a principios de año y en el que se vio involucrado. McGuinness, por su parte, difícilmente tiene la autoridad moral para censurar a los republicanos descarriados, que utilizan las mismas tácticas, con elementos juveniles de combate en la calle, empleadas durante décadas por el IRA cuando él era uno de sus jefes.

La policía, mientras, suma ya 80 de sus hombres y mujeres heridos en los incidentes y ha prometido practicar «numerosas detenciones» en los próximos días.