CRÓNICA DESDE parís

Austeridad y lluvia en los Campos Elíseos

Imagen del desfile de ayer

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ELIANNE ROS

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Bajo un cielo de plomo, París celebró ayer la fiesta nacional más austera que se recuerda. En tiempos de crisis no hay que olvidar que, cada 14 de julio, el país conmemora la toma de la Bastilla en 1789 por el pueblo sublevado contra la opulenta monarquía. Después de hacer rodar las cabezas de dos ministros que derrocharon en puros y aviones privados, Sarkozy ha puesto la República a régimen. Para dar ejemplo, ha suprimido la tradicional garden party con la que agasajaba a más de 5.000 invitados acompañado de su glamurosa esposa, Carla Bruni. El champán y los canapés de chef en los jardines del Elíseo,c'est fini.

Un ritual cortesano poco adecuado cuando se piden sacrificios a los asalariados. Igual que el concierto nocturno al pie de la Torre Eiffel. Esta vez ninguna figura del star systemfrancés –el año pasado Johnny Hallyday– se subió al escenario. El espectáculo gratuito de los Campos de Marte –otra gentileza del presidente costeada por las arcas del Estado– también pasó a mejor vida.

De todos los fastos, Sarkozy mantuvo el desfile militar. Porque el 14 de julio es, ante todo, el día del encuentro de los ciudadanos con su Ejército. Desde las fuerzas armadas de élite hasta el cuerpo de bomberos, todos descienden con sus mejores galas por los Campos Elíseos hasta la plaza de la Concordia. Allí, en el lugar donde fue guillotinada María Antonieta, se erige la tribuna de las autoridades. Normalmente cubierta de un toldo para protegerlas del inclemente sol veraniego.

Pero ayer la meteorología tampoco estaba para fiestas. Tras unos días de fuerte insolación, una tormenta descargó auténticas trombas de agua sobre los lustrosos regimientos. El ruido de los truenos ensordeció las marchas militares. Los elementos descargaron su ira añadiendo incomodidad a un acto en el que el despliegue degrandeurse mezcló con los fantasmas del pasado. El espectro de la llamada fransafrique.

Este año, los invitados de honor eran los presidentes de las 14 antiguas colonias africanas: Benin, Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, República Centroafricana, Congo, Gabón, Madagascar, Mali, Mauritania, Niger, Senegal, Chad y Togo. Por orden alfabético, sus Ejércitos marcaron el paso por la emblemática avenida. Con motivo del 50 aniversario de su independencia, Sarkozy quiso rendir así honores a «los miles de soldados venidos de África que murieron por Francia en las dos guerras mundiales».

El problema es que algunos de los jefes de Estado que ocupaban flamantes la tribuna no han llegado al poder por las urnas, sin verter una gota de sangre. Y eso, en la patria de los derechos humanos, siempre chirría. Algunas oenegés denunciaron la presencia de «criminales» entre los contingentes que desfilaron con exóticos uniformes.

El Gobierno rechazó toda lectura del gesto en clave de «nostalgia colonial», pero no todos acudieron a la cita. Los soldados de Costa de Marfil se ahorraron el remojón, y su presidente, Laurent Gbagbo, también se evitó una fiesta totalmente pasada por agua. Incluso los fuegos artificiales –única concesión a la evasión popular– peligraron.