Decisiva cita electoral

Jaque de Flandes a Bélgica

ELISEO OLIVERAS
BRUSELAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Flandes empuja a la tambaleante Bélgica hacia un nuevo tipo de Estado de modelo confederal, donde todo el poder reside en las regiones salvo lo que se acepte delegar al Gobierno central. La negativa de la minoría francófona durante los últimos años a negociar una reforma a fondo del ineficaz y carísimo Estado federal belga ha conducido a la población flamenca a la radicalización.

El partido independentista Nueva Alianza Flamenca (NVA) parte como favorito en las elecciones legislativas que se celebrarán hoy, con el 26% de los votos en Flandes. «Hay un hartazgo, incluso entre la gente más moderada, que los francófonos subestiman», señala Peter Vandermeersch director del diario De Standaard. Los sondeos indican que más del 45% de los flamencos votará a partidos que defienden abiertamente la independencia de Flandes, la región más rica, poblada y dinámica de Bélgica.

En la calle, no obstante, es difícil encontrar personas en Flandes que defiendan públicamente esa independencia, salvo entre la gente más joven, como Joyce C., estudiante universitaria de Gante: «Si de mí dependiera, la independencia sería ahora mismo». La mayoría prefiere preservar Bélgica, como Alexis Ferette de Amberes, porque sus padres, como ocurre en muchas familias belgas, proceden de ambos lados de la frontera lingüística que divide al país.

FLAMENCOS Y FRANCÓFONOS / Sin embargo, muchos flamencos y francófonos, como el propio Alexis, están convencidos de que esa separación de Flandes «se producirá de todos modos, no inmediatamente, pero sí en el plazo de 15 a 20 años». Incluso los partidos francófonos socialista y democristiano han roto el tradicional tabú de evocar esa posibilidad públicamente y aseguran que disponen de «un plan B» para sobrevivir a través de «una federación Bruselas-Valonia».

En el ambiente está la convicción de que las elecciones de hoy son seguramente la «última oportunidad» para Bélgica. «El día en que resultará imposible llegar a un acuerdo entre las dos comunidades puede que esté más cerca de lo que uno piensa», apunta Luc Van Der Kelen, director de Het Laastste Niews. «Tras las elecciones, Bélgica logra una reforma del Estado o dejará de existir», augura Marc Verdussen, profesor de derecho constitucional de la Universidad Católica de Lovaina (UCL).

Flandes reclama una reforma en profundidad del Estado bajo una etiqueta confederal poco precisa, que para algunos partidos, como la NVA, es una fase transitoria hasta la «evaporación de Bélgica», pero que para todos debe tratarse de una «revolución copernicana», según la expresión acuñada por el primer ministro flamenco, Kris Peeters, y que ha hecho fortuna.

Para Flandes esa reforma pasa sobre todo por la regionalización de los impuestos, de la política de empleo y de la seguridad social. Flandes se ha cansado de subsidiar durante décadas al sur del país. «Nada funciona y encima los valones viven a costa de nuestro trabajo», critica Karel Verstreken de Gante. «Nuestro bienestar económico está en juego», añade Paul Geudens, director de la Gazet Van Antwerpen.

Hay quien lo plantea de forma menos cruda: «Cada región es diferente y tiene problemas diferentes y las soluciones tienen que ser diferentes», explica Kathrin Dooms de Amberes. Pero la cuestión del subsidio reaparece una y otra vez: «No podemos estar pagando siempre por el sur. Si esto continúa así, seremos nosotros quienes estaremos en dificultades», argumenta Pieter De Boeck.

CORRUPCIÓN Y LAXITUD / Abuso de la protección social, corrupción, laxitud judicial y policial, ineficacia, multiplicación de cargos públicos... La lista de quejas flamencas sobre cómo se gestionan Bruselas y Valonia es larga. A ella se suma el malestar por la negativa de los francófonos residentes en Flandes a esforzarse en aprender el neerlandés, lo que para una comunidad que históricamente ha tenido que luchar muy duro para lograr el reconocimiento de sus derechos lingüísticos es una grave ofensa.

Los partidos francófonos aseguran ahora estar dispuestos a negociar la reforma del Estado que no han querido negociar en los últimos años. Sin embargo, su insistencia en la necesidad de mantener el principio de solidaridad y su negativa a la regionalización de los impuestos, el empleo, la asistencia sanitaria y la seguridad social hará muy difícil que pueda avanzarse hacia un acuerdo.

RECORTE DRÁSTICO / La reforma que defiende Flandes, con cada región responsable de gestionar sus propios recursos, provocaría un empobrecimiento inmediato de la comunidad francófona en Valonia y Bruselas, que la obligaría a recortar drásticamente su protección social y sus gastos en educación, sanidad e infraestructuras. Por ello, los partidos francófonos insisten en «estabilizar el Estado federal» y rechazan el modelo de Estado confederal.

La reforma que impulsa Flandes se basa además en un modelo de Estado de dos comunidades, que gestionarían en común Bruselas con un estatuto revisado, mientras que para los partidos francófonos se trata de un Estado con tres regiones federales --Flandes, Valonia y Bruselas --mayoritariamente francófona-- sin olvidar el contencioso sobre los derechos políticos, judiciales y lingüísticos de los 150.000 francófonos que residen en la periferia flamenca de Bruselas.

El descrédito de los dirigentes políticos belgas, tanto en el norte como en el sur, hace presagiar una elevada abstención a pesar de que el voto es obligatorio, lo que podría favorecer a los partidos más radicales.