CRISIS SOCIAL TRAS EL SEÍSMO

Preocupación por los secuestros y los abusos de menores

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IDOYA Noain
PUERTO PRÍNCIPE / Enviada especial

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Lovely Etienne sobrevivió al terremoto «por la gracia de Dios». Ahora hará falta algo más que intervención divina para que esta bella y desarrollada adolescente de 13 años salga indemne de la vida callejera en Haití tras el seísmo. Su padre no falleció en el temblor, pero no vive con la familia. Su madre se queda en casa, «sin hacer nada». Y ella deambula por las calles con su hermana Gina, de 10 años, y sus primos Edlon, de 12; Osnel, de 11 y la pequeña Onselande, que se esfuerza por hablar en francés para decir «ocho» riendo.

Los niños son, siempre, los más vulnerables y hoy, en Puerto Príncipe, corren el riesgo de serlo aún más. Aunque no hay cifras oficiales de los que han quedado huérfanos o se han separado de sus familias, incrementarán un problema de niños sin hogar que ya era vigente. «Antes manejábamos la cifra de 15.000 niños de la calle en orfanatos –explica Julie Bergeron, portavoz de Unicef– pero posiblemente era una cifra demasiado baja para la realidad».

En Haití, además, había antes del terremoto más de 200.000 de los conocidos como «niños trabajadores», menores que viven no con sus padres sino con familiares para trabajar y que son abandonados o descuidados por esos familiares, que dan prioridad a sus propios hijos.

ESFUERZOS / Tanto la agencia de la ONU para la infancia, las organizaciones no gubernamentales y comunitarias que se dedican a la protección de los menores y el Gobierno haitiano tienen problemas para saber con certeza lo que está pasando a los más desvalidos en las calles. Por ahora, han centrado sus esfuerzos tanto en organizar la distribución de ayuda a los orfanatos como en localizar a los niños que hayan quedado solos.

La distribución de ayuda es tarea urgente pero también complicada. En primer lugar, porque aunque el Gobierno reconoce legalmente 67 orfanatos, la cifra de locales que acogen niños es «infinita», según cuenta Jeanne B. Pierre, directora general del Instituto de Bienestar Social e Investigación (IBESR).

Pierre accede a hablar con el compromiso de que no haya preguntas sobre la situación del Gobierno, tan criticado. Reconoce que «la situación es grave». Pero está embarcada en un proceso en colaboración con Unicef y otras agencias para reevaluar qué orfanatos respetan los estándares mínimos para ser reconocidos y entrar en la lista de los receptores de ayuda. «En muchos faltan médicos, personal cualificado y personal…». Se detiene y busca una palabra que no tarda en llegar y asusta: «Falta personal fiable».

Hay otros retos también. Los orfanatos son identificados fácilmente como enclaves donde llega comida y agua y en alguno ha habido intentos de asalto. Muchos piden ya que los envíos de abastecimientos lleguen en camiones sin marcar y con escolta local. El miércoles por la noche, por ejemplo, un grupo de 20 hombres armados intentó robar en Maison de Lumiere, que alberga a 50 niños. Otro orfanato vecino con 135 menores ha sido asaltado ya varias veces y un tercero ha denunciado que entra gente para sacar agua de las reservas de los niños.

ABUSOS / La búsqueda de los menores desamparados es también un trabajo arduo. La unidad especial de la policía que se encarga de ello consta solo de 20 agentes en Puerto Príncipe, y aunque se ha incrementado la vigilancia, no se ha podido evitar que hayan aumentado los informes de abusos sexuales y violaciones. «Tememos que muchos más menores entrarán en las redes de prostitución», lamenta Bergeron, que insiste en que, pese a la colaboración internacional, «hay que dejar a los haitianos ser protagonistas de todo el trabajo que queda ahora por delante».

La alarmante situación ha desatado una ola internacional de interés por los niños haitianos, pero tanto Pierre, la directora general de IBESR, como Unicef piden cautela ante una oleada de adopciones internacionales aceleradas, quizá ilegales, y posiblemente también dañina para los niños. En Haití, a menudo familias pobres dejan a sus hijos en orfanatos pensando que cuando su situación mejore volverán a recogerlos.

Aunque Unicef ha desmentido a uno de sus representantes que desde Ginebra denunció el secuestro de 15 niños de un hospital, se admite que hay países que están intentando sacar del país a niños sin seguir todos los procedimientos legales. EEUU, que ha instalado una delegación de su embajada en el aeropuerto, echó de allí a dos enviados de la Unidad Especial para la Infancia de la policía que debían controlar que estuvieran en orden todos los papeles para la salida de los menores del país.

«Me inquieta un poco», dice Pierre. «Sé que la adopción es un proceso que puede llevar largo tiempo y el Gobierno va a intentar acortarlo y acelerar trámites en casos que estuvieran avanzados. Pero si hay países que se saltan nuestras leyes, el Gobierno tendrá que intervenir. Ya antes del terromoto teníamos este problema –continúa–. Mucha gente busca un niño para una familia, pero lo que habría que buscar es una familia para un niño».