VUELVE UN FENÓMENO CLIMAToLÓGICO ADVERSO

La reaparición de El Niño sume al continente en una grave sequía

ABEL GILBERT
BUENOS AIRES

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El fenómeno El Niño, el calentamiento cíclico de las aguas del Pacífico ecuatorial, hizo su reaparición en junio y ha sumido a América Latina en una profunda sequía con manifestaciones particularmente graves en países como Guatemala, Ecuador, Bolivia y Argentina. El hambre ha matado a casi 500 personas en Guatemala, mientras que Ecuador no recuerda un situación igual desde hace 40 años. En Bolivia, más de 11.000 cabezas de ganado han muerto en las últimas semanas en el sur del país y las provincias argentinas de Córdoba y Catamarca sufren la peor sequía en 50 años.

Los embalses solían desbordarse en octubre en Córdoba, ahora en emergencia hídrica. Allí, a unos 600 kilómetros de Buenos Aires, ha pasado de todo: desertificación, tala indiscriminada de bosques, incendios que devastaron más de 300.000 hectáreas. La falta de agua ensombreció más el panorama. En varias zonas, las cañerías se quedaron vacías.

En Salsipuedes, un pueblo cordobés de 12.000 habitantes, la policía liberó a los presos de las cárceles porque no podía darles de beber. La policía debió salir a custodiar los camiones cisterna que repartieron agua entre los vecinos desesperados.

Córdoba es una provincia agrícola y turística. Sin agua, el verano se insinúa con contornos desastrosos.Pero Córdoba no está sola en su calamidad. Mientras en la ciudad de Buenos Aires diluvia y sus calles se inundan, otras ocho provincias enfrentan graves problemas de suministro de agua. Un 33% del área sembrada de un país exportador de alimentos corre peligro por la escasez.

En la vecina provincia de San Luis, las cosas no son mejores. El municipio de Merlo, que también vive del turismo, ya declaró el estado de alerta roja. Catamarca, Jujuy, Santiago del Estero, La Rioja,  Tucumán y el sur de la provincia de Buenos Aires, sufren también el azote de esta inédita sequía.

PELIGRAN MILLONES DE HECTÁREAS / Un año atrás, Argentina era otro país, en muchos sentidos. En marzo del 2008 se desató la llamada guerra del campo. Los productores bloquearon carreteras y desabastecieron a las grandes urbes cuando el Gobierno quiso aumentar el impuesto a las exportaciones de soja. La realidad hoy es distinta. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) estima que, como consecuencia de ausencia de lluvias, están en juego 10 millones de hectáreas de las 30 a 32 millones que suelen sembrarse.

En el sureste de la provincia de Buenos Aires se puede ver, según los ambientalistas, un anticipo del futuro. El ministro de Asuntos Agrarios bonaerense, Ariel Franetovich, calificó de desesperante lo que ocurre en Carmen de Patagones: hace cinco años no cae una gota del cielo. «Los campos fértiles se transformaron en médanos. Esto es como una enfermedad», dijo, estupefacto, Alberto Perlo, del INTA. El desierto ya es una realidad.