Artículo de Antoni Bassas: 'El cambio que se resiste'

Barack Obama, durante una comparecencia pública de esta pasada semana en la Casa Blanca.

Barack Obama, durante una comparecencia pública de esta pasada semana en la Casa Blanca.

ANTONI Bassas
WASHINGTON
Corresponsal de TV-3

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Lloraban de emoción desde Harlem hasta Nairobi, porque las lágrimas de aquella noche eran lágrimas globales. Como el candidato: nacido en Hawái, hijo de África, relacionado con el mundo musulmán, Husseín de middle name, criado en Indonesia, organizador comunitario en los barrios de Chicago, que renunció al dinero público para financiar su campaña, que batió todos los récords de recaudación gracias a internet, y armado con las palabras «cambio» y «esperanza» puso de pie a un país en quiebra y un mundo que le escuchaba sin voto pero embobado.

Acababa de derrotar al candidato republicano, John McCain, pero a quien en realidad ganó las elecciones y contra pronóstico fue a Hillary y Bill Clinton, después de 18 interminables meses de primarias. Tenía mucho mérito.

El miércoles se cumplirá un año desde que acabó aquel «viaje improbable», como el propio Obama describe su vida. ¿Qué dicen hoy los 69.456.897 estadounidenses que le votaron hace un año?

Una de las peores encuestas posibles para Obama, la de la cadena Fox News, publicada hace tres días, dice que el 50% de ciudadanos aprueba el trabajo del presidente, contra el 41% que lo desaprueba. El 42% cree que el país está mejor hoy que hace un año y el 43% opina que peor.

Si las elecciones se celebraran hoy, Obama volvería a ganar a McCain con un 7% de diferencia, la misma que hace un año. Ahora bien, la tendencia de Obama es bajista, si se comparan las respuestas de ahora con las de abril. Aprobado justo.

ASIGNATURAS PENDIENTES / ¿Quiénes son los que Obama va perdiendo por el camino? Los que se aferraron a la desesperada, estrangulados por la crisis. Carlos Vanegas, electricista de Elkridge, Maryland, me decía: «Ahora tengo trabajo, en cambio, en invierno pasado pasé semanas sin ingresar ni un dólar».

El país repunta, sí, pero el paro está en el 9,8% y el norteamericano es un ser contable que quiere saber cuántos puestos de trabajo han creado los 787.000 millones de dólares procedentes de sus impuestos que Obama dedicó al plan de estímulo.

También se han cansado los que cambiaron de bando ante el desastre final de Bush. Para estos, Obama ha resultado ser el típico demócrata que gasta y multiplica el déficit.

Pero Obama también ha causado decepción entre los convencidos: los tribunales militares continúan siendo competentes para ocuparse de los detenidos en Guantánamo. No ha perseguido a los torturadores.

Los gais y lesbianas siguen teniendo que ocultar su condición en el Ejército, la lucha contra el cambio climático continúa despistada por los pasillos del Congreso y, sobre todo, la reforma sanitaria quedará lejos de los sistemas públicos de salud europeos en una victoria de las farmacéuticas y las aseguradoras sobre quien prometió que los lobis no pasarían más por delante de la gente.

FASTIDIO POR LA HOSTILIDAD / Pero todo esto no quiere decir que una mayoría no se mantenga detrás del presidente, fastidiados por la hostilidad de gente como la que fue la candidata a la vicepresidencia con McCain, Sarah Palin, que acusó a Obama de proponer tribunales médicos que decidirían qué viejos enfermos deberían morir. Inmediatamente, el país se llenó de fotos del dirigente con el bigotito de Hitler. Por no hablar de los que todavía hoy niegan que Obama haya nacido en EEUU y afirman que estudió en una madrasa. Por lo demás, el país le ha visto envejecer casi en directo este año: más cabellos blancos, más arrugas y un ligero pestañeo incontrolado.

Éste es el balance del presidente. Y  la gente que lloraba aquella noche, la gente que se sentía mejor persona después de uno de sus discursos, ¿qué ha hecho este año?

La periodista Amy Goodman lo dijo en TV-3 hace pocos días: «Cuando los lobis entran en el despacho oval para dictar al presidente lo que tiene que hacer, Obama tiene que poder señalar a un grupo de gente tras la ventana y contestar: ‘Si hago lo que me pedís, tomarán la Bastilla’». Porque Obama no dijo «yo puedo», sino «sí, podemos».